sábado, 20 de julio de 2013

Oh, you *

 
De pequeña nunca inventé amigos invisibles, pese a los continuos cambios de colegio y de domicilio, y a que era patológicamente tímida, y a que bla, bla, bla. Quizás me conformaba con que mi hemana hiciera de suplente de esos compañeros de juegos que los demás niños recolectaban en clase o en la calle. Quizás ella era el único antagonista infantil que mi desarrollo psicológico necesitaba. Quizás prefiriera aburrirme como los líquenes, antes que pasar el bochorno de pedirle a mi madre que pusiera cubierto para algún amiguito incorpóreo al que yo llamara Nicolás.

Ahora que he crecido, y que he llegado a desarrollar ese talento exclusivamente adulto que es el humor, me doy cuenta de que si algún día todos mis amigos invisibles decidieran al unísono materializarse, yo no tendría sueldo suficiente para invitarlos a, pongamos, unas cañas o unas horchatas.

En realidad, lo de invisibles no es del todo exacto. Se trata, de hecho, de una cualidad puramente subjetiva que sólo es válida para mí, porque tengo la certeza de que cualquiera de ellos, en cualquier circunstancia distinta de la mía, puede ser visto con perfecta claridad. Todos tienen un cuerpo, y algunos hasta apellidos. Todos tienen una vida física y una historia cotidiana insultantemente ajenas a mi capacidad imaginativa. Todos comen y duermen y se encierran en los cuartos de baño sin que yo pueda controlarlos. Todos van de vez en cuando a su médico de cabecera, y yo no me entero del diagnóstico hasta que ha pasado mucho tiempo. Y a veces mucho tiempo significa nunca. Todos son, en definitiva, seres humanos concretos, sin otro superpoder que el de mantenerse fuera del ámbito de mis cinco sentidos. Algunos están simplemente lejos, si es que estas dos palabras pueden escribirse seguidas. Otros no saben siquiera que hace tiempo ya que son mis amigos.

Y, sin embargo, hacemos cosas juntos. Somos una especie de cuadrilla. Cada vez que me topo con algo bonito, como el pelaje de leopardo que adquiere mi brazo debajo de un árbol; o algo cómico, como el sombrero del muñequito que anda con paso de maníaco en los semáforos; o algo indignante, como que alguien se arrogue la potestad de decirme lo que puedo y no puedo decir, lo comparto con ellos. Cuando abuso del frasco de curry pienso en lo que disfrutaría X, o en la grima educada con que picotearía su plato Y. Cuando fantaseo con otra escapada a Lisboa, elucubro si podré tener a la vez contentos a la insomne y académica A y al indómito deportista B, y si el mordaz C y la mística D congeniarán. Cuando leo en un libro alguna de esas frases capaces de cambiarte la vida, o al menos de resumirla, no necesito volver la cabeza para saber que Z está leyendo por encima de mi hombro. Cuando un paisaje me arrebata. Cuando se me ocurre alguna malignidad. Cuando necesito una colleja por creer a pies juntillas en las intenciones terroristas de mi sistema inmunitario. Cuando en la radio del coche suena una canción y yo repito diez veces seguidas el nombre del grupo, para que no se me olvide. Cuando bailo alguna parida en la cocina. Cuando reconozco que el bizcocho de naranja me ha salido especialmente rico. Cuando imagino menús para una cena bajo los aguacateros de mi padre. Cuando me acuerdo por fin de que la vida era un chiste, a menudo negro, a veces verde, y de vez en cuando blanco: en todas esas ocasiones, mis amigos invisibles están conmigo.

Y todos salimos ganando con el trato. Yo me caliento las manos en su discreta compañía, y ellos... Bueno, ellos tal vez no se den cuenta de que viviendo en mi mente, su historia se ensancha y se ramifica.

* Siguiendo con los asteriscos musicales: no tenía de pajolera idea de cómo titular este post. Y entonces me acordé de una canción de Pulp que conocí a la par que al más visible de los amigos. Y ahora es cuando todos los visibles e invisibles vamos a levantar el culo de donde lo tengamos apontocados y a bailar, como Christopher Walken en el vídeo, esta coplilla.


 

5 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Bieeeen. Porque lo de bailar sola en el salón es bastante chungo. A la par que encantador.

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  2. Respuestas
    1. Esta canción siempreme recuerda a la estación de autobuses de Sevilla. Absurdidades convergentes de la mente. Loviuuu.

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  3. Ese es nuestro consuelo, estando donde están, van donde nosotros vamos.
    Besos.

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