Ando
por las calles blancas apretando mi hogaza contra el pecho,
tarareando aquella inmundicia de aaa/no
es amoo-ooor/lo que tú sientes/se llama obsesiooon*.
En cualquier otro lugar la actividad diurna
sería ya, a estas alturas de la mañana, una cosa vieja. Pero aquí
mi canturreo apenas tiene mas compañía que el eco de unos pocos
pasos de tacón gastado y bajo que se dirigen hacia la panadería, o
de una escoba que frota con aire lánguido el enlosado de un patio.
Los locales que hace pocas horas bullían tienen las persianas
metálicas echadas, y su silencio es tan flagrante y anormal como un
quinceañero con sida. Hay manchas de humedad sospechosa alrededor, y
vasos de plastico encarcelados tras las rejas de las ventanas
vecinas, en los que flota todavía algo que no hace tanto fue verde y
ahora es pardo. Las fachadas encaladas parecen suspirar de alivio,
igual que tu cuarto de baño y tú mismo, cuando tus huéspedes
deciden por fin que ha llegado el momento de marcharse a casa.
A mí esta relajacion narcótica que
sigue a la juerga en una ciudad vieja me priva. Cosas que pasan
cuando eres una mañanófila convencida. Me gusta la poca gente que
se cruza por las calles y se saluda con un brillo cofrade en la
mirada. Los parches de sol encapsulados en los callejones. La
solemnidad austera de las camareras en la cafetería que al final
encuentras abierta. La cara de sueño de los primeros guiris de la
mañana, que andarán preguntándose si los caprichos del viento
respetarán hoy sus expectativas. La gente que aprovecha que sale a
por el pan del desayuno para intimar con su hábitat. Los que se
llevan una bolsa llena de un montón de alegres barras para muchos.
Los que piensan que el bocado más rico es el que se pellizca por el
camino. Los que tienen suerte de encontrar un sitio de confianza
donde poder comprar medios panes.
El que a mí me gusta huele ya desde
fuera. Lo veo asomar desde la otra punta de la placeta, amontonado en
un cajón que me parece el cofre del tesoro. No hay escapatoria: ese
pan ha de ser mío. La mujer que me precede es una de aquellos que no
son capaces de gastar ellos solos una pieza entera, por más que se
mantenga comestible una semana. Dame ese medio macho, le dice
casi cantando a la panadera. ¿Macho? Sí. Así es como llaman aquí
al pan moreno de toda la vida. Macho. Me llevo dos, aunque yo también
sea de natural de las que comprarían sólo medio. Un vicio es un
vicio, y no hay más que hablar.
Porque, ah, no es amor/no es amor/es una
obsesión. Que no entiende de sensatez, ni de las intervenciones
draconianas que de vez en cuando aplico a mi dieta en pos de la salud
dermatológica. Es de corteza dura y bronceada, pero de entraña
rubia. Es lento de comer, y salado y de miga compacta, musculosa casi.
Huele a cosa antigua, a cortijo y variedades rústicas de trigo, y un
poco a mar, y si me pongo pastelosa, yo diría que hasta a amapolas.
Aguanta en la boca, y con el tiempo mejora. Es el complemento perfecto
de las aceitunas partidas y de la manteca colorá; del atún, la caza
y los guisos de tu mamá. Es un compendio gaditano, y una excusa para
la comunión con todos mis lugares fundamentales. Son ganas de vivir
en la playa, sin más adornos que un tomate, un trozo de queso de
cabra, una piel amiga y un libro. Cuando estoy lejos lo echo de
menos. Cuando voy allí y me lo encuentro, me dan ganas de plantarle un
beso apasionado. Sin literatura: está muy bueno, y a veces pienso en
él con la mismo región cerebral que utilizo para acordarme de otros cuerpos.
* El
sustantivo "inmundicia" ha sido liberado desde el más puro
e inmundo esnobismo, porque la Choni Deluxe que me habita adora esta
entrañable tonadilla.
Anda, que me has obligado a oir la tonadilla en cuestión...la letra es de lo peor que he oído en mi vida.
ResponderEliminarLo del pan sí que es amor. Me pregunto, siendo algo que se puede comprar por unos céntimos, en cualquier parte, el porqué de ese orgullo que se siente al hacer uno con tus propias manos; lo sacas del horno como si acabaras de inventarlo.
De cómo en un mismo texto conviven un quinceañero con sida y una miga musculosa de pan, y queda cojonuti.
ResponderEliminarAhora ya me puedo poner a trabajar...
Buen día!
¡Que gloria la de un pan de calidad!
ResponderEliminarBesos.
Desde desguaces la torre te agradecemos esta información, nos ha parecido muy útil e interesante
ResponderEliminarVuestros comentarios son como un barquito de pan empapado en la salsa del choco, queridas, pero estaréis conmigo en que lo de los desguaces se llama la palma - al taller - para mucho tiempo.
ResponderEliminar