Los
deberes de escritura, terminados. El cerebro, con agujetas de tanto
leer. Ni un crucigrama vacío en el suplemento de El País. Ocho de
la tarde. Demasiado pronto para preparar la cena. ¿Qué nos queda, en
la hora de nadie? El juego. Encadenar una memez tras otra, como
concursantes del Un, Dos, Tres. Él tiene la cabeza sobre mis
piernas. A mí las arrugas de la funda del sofá me están grabando
un mapa de pereza en la espalda. Mi padre entra y sale de la cocina
al salón y, cada vez, nos mira y mueve la cabeza con acento
malagueño. ¿Cómo es eso, Silvia? ¿Un movimiento con acento?
Efectivamente. Es ese movimiento de negación socarrona que hace el
cuello, y que puede traducirse exactamente como “ojú-ojú”. En
una de sus apariciones, le echamos el lazo.
- Juanillo,
siéntate, que te vamos a proponer algo.
- ¡Proyecto
Thermomix! ¡Proyecto Thermomix!
- ¿Estarías
dispuesto a poner cien euros para el próximo cumpleaños de tu
hija? - dice Jose, con ese exceso de zetas que usa cuando va de
encantador.
- ¡Cien
miserables euros!
- (….)
A
la presa hay que cortarle toda posibilidad de escapatoria. Hay que
marearla. Atosigarla. Aturullarla.
- Cien
euros por tu primogénita. Mira que yo me gasto el doble en cada
cumpleaños. Pues el año que viene también voy a poner doscientos
machacantes. Y tu hijita otros tantos.
- ¡Otros
tantos, otros tantos! - a estas alturas ya debe de haber quedado
claro que estoy puesta hasta las cejas de ajonjolí de mantecado.
- (…)
- ¿Eso
es un sí? ¡Eso es un sí! Secretaria, apunta: doscientos tuyos,
doscientos míos, cien de este buen hombre, hacen un total de...
- ¡Quinientos!
¡Quinientoos! ¡Más de la mitad! ¡Yuju!
- Sigamos.
¿Que hay de tu madre? ¿Otros cien?
En
este momento, mi euforia ajonjólica empieza colisionar con ese
concepto aciago que es “la cruda realidad”. Jose, empero, sigue
embalado con nuestros planes de financiación.
- Tu
hermana y tu tía Espe, entre las dos, cien. Mis padres, otros cien.
¿Nos quedan...?
- Doscientos
– respondo, ya sin signos de exclamación, y haciendo caso omiso
del acento de las cervicales paternas.
- Mmmm.
Vale. Reduzcamos la cuota. ¿Tus primas no pondrían veinte? ¿Y tus
tíos? ¿Antonio? Y en la oficina... Calculemos diez euros por
cabeza. Sergio, Pedro, Rubén, Arturo...Yo creo que de ahí, en
total, sacamos 150.
- No
sé...Un poco de cara dura, ¿no?... ¿Y una lista de suscripciones?
¡Eso se lleva mucho ahora! Anuncio el Proyecto Thermomix a bombo y
platillo por internet, ofrezco algo a cambio de las aportaciones, y
espero a que me lleguen leuros. Con ellos, me compro el cacharro, y
con el cacharro, cocino, y a continuación, procedo a enviarle a los
suscriptores toda suerte de delicias. Polvorones. Puré de castañas.
No, de castañas no, que son malignas de pelar. Mermeladas. Panes.
Hamburguesas de boniato. Pastitas para paleolíticos, para veganos,
y para gente de fiar. Menús del día.
- No
seas cenutria, mujer. Así te vas a gastar más de lo que cuesta el
aparato. Hay que entender el asunto como un regalo de cumpleaños
colectivo.
- Pues
no nos llega – de repente, pienso en Su Majestad haciendo cuentas
para pagar la fianza del yerno - Y, además, que yo ya me he hecho
una reputación bloguera de criatura desprendida que ya no necesita
más regalos que el mismo regalar a los demás.
- Je
– gruñido seco e intraducible, cuyo significado aproximado viene
a ser “qué rollos les meterás a la gente, so farandulera” .
- Que
sepas que es una pena muy grande tener un blog, y que tu propio
novio no quiera leerlo. Podría ofrecer públicamente mis carnes, y
ni te enterarías. Que, bien pensado, a lo mejor así me ganaba un
puñado de suscriptores VIP.
- Huuuy,
mira, los chicos de Thermomix, ya están llamando a tu puerta...
- Tío.
Despierta. Es que antes reunimos 900 euros vendiendo nuestros cuerpos. A
ver, la hipótesis del regalo colectivo... 200 tuyos, 200 míos, 100
de mi padre, 100 de los tuyos, 50 de mi hermana y 50 de mi madre. No
esperes ni un centavo más, chaval. Que nuestro círculo social es
más estrecho que el de Hannibal Lecter. Lo cual nos lleva
irremisiblemente a la Necesidad de hacer cuatro Amigos Deluxe, por
lo menos, que de aquí al 4 de diciembre de 2013 me cojan tanto
cariño como para que cada uno aporte 50 euros al Proyecto.
- ¿Con
tu carácter? Ni de coña.
- (Exabrupto
manchego censurado por Blogger)
Y, además, ¿sabes qué? Aborto el ¡Proyecto Thermomix! Que tengo
pasta de sobra. Y tengo Dignidad.
- ¿Y
paga extra de Navidad?
- Me
la suda la extra. Tengo ahorros. Me compro cuatro thermomises, si me
da la gana.
- Pues
no está la vida como para tirar cerca de mil euros en tonterías
pijas.
- De
verdad, Jose, que me envenenas la sangre.
(Sirva
esta insustancial anécdota para ilustrar mi relación acomplejada
con el dinero, y cómo mi natural prodigalidad ha sido desmochada por
esas dos musas de la psicología de posguerra que son mi madre y el
hombre para el que, todavía, cocino)
Sí,sí!,pero lo siento,esta prima no pone ní un centavo,que la mia,también ha salido de mis ahorros,de coser munchas prendas.Que polvorones mas riqísimos me han salido esta semana,y que pasta de té,y que pollo en pepitoria...venga que hay oferta,yo te la gestiono esta navidad ó yá.
ResponderEliminarOlé tú, prima. Este post se merece una paliza.
EliminarSi por pedir,que no sea,si cuela...planteado,está,pero que muy bién pensao todo...creo que tampoco cuentes con la aportación de tu madre...
EliminarNo tiene cara la criatura,apenas...
ResponderEliminarN
No tiene cara mi hija,apenas...
Pero, vamos a ver ¿es que no podeis hacer un poquito de caso a esa charla tan instructiva (para las patas de la mesa sobre la que descansaban las tazas de café) que os dio una tía vuestra sobre el dinero y su -único- valor? Mae mía, qué duras las raíces de la genética de primera mano.
ResponderEliminarEn fin, ella me ha dicho que pone su parte, sin problema.
Ná, dile a mi tía que el Proyecto Varoma murió a la par que el salero del ministro Wert. Y que un consejo, por muy atinado que sea, dura mucho menos que una educación pasada y una convivencia presente. Y dile también a mi tía que ganáremos nosotras, frente a la Conjura del Chavico.
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