Vas encontrando tu hueco en la calle. Te
parece milagroso llegar hasta la plaza sin haber pisado a nadie y sin
que nadie te haya pisado. El paseo por el cogollo de la ciudad te
recuerda a esos ejercicios estúpidos que practicas con un texto
cuando te aburres: unir los espacios en blanco de un párrafo
para formar una red de caminos. Vías de escape. Eres la gota de
lluvia que serpentea una trayectoria sobre el parabrisas mojado. Hay
demasiados cuerpos, demasiados pies cuyo calzado de invierno no rima
con la ropa veraniega que hay encima, y viceversa. Demasiados
turistas, demasiada gente tratando de aparentar que no está mamada,
o todo lo contrario.
Sigue tu camino. Deja atrás los puestos
de souvenirs que huelen a explotación
infantil y cuero malo, los grupos de franceses que esperan al autobús porque no
pueden ya con su alma. Obliga tus piernas a la cuesta. No mires a las
gitanas que te ofrecen romero. No mires con suficiencia a las pobres
muchachas que tratan de venderte una entrada para algún lamentable
espectáculo de flamenco. No te entregues al encanto de imaginar cómo
sería la ciudad sin estos prostíbulos del turismo. No pongas los
ojos en blanco cuando delante de ti se tambalee una pobre infeliz que
esta mañana no supo elegir en su hotel un buen par de zapatos. No
saques tu sonrisa de matón kosovar si te topas con unos novios
disfrazados de novios haciéndose fotos para el álbum. Has
atravesado la puerta monumental. Estás por fin entre árboles.
Mira hacia arriba como si no hubieras
estado aquí nunca. Rastrea los síntomas de un otoño que se está
haciendo el remolón. Haz inventario de amarillos. Agradece el
milagro de encontrar un cachito de bosque en una de las cocorotas de
la ciudad. Lamenta que todas esas castañas del suelo no sean
comestibles. Inspira, expira: captura en tu cuerpo la sombra y la
humedad. Afina un poco el oído: un rugido que se acerca, el tren
turístico que te rebasa, su onda expansiva que se esfuma, y luego
nada más. Como mucho, los mirlos, la gente que pasa con las manos
enlazadas a la espalda, la poca charla que la cuesta permite. Aquí
no hay coches particulares ni bares de tapas. Apenas cosas que se
compren y se vendan: una lata de coca-cola y un bocadillo gomoso en
algún kioskillo, un poco más adelante. Las entradas para la
Alhambra. Todo lo demás sale gratis.
Estás en un ecosistema, aunque sea
artificial. Y mira, ahí están plantadas las fotos que ibas
buscando. Grandes paneles con animales exóticos que no lo son tanto
porque los has visto mil veces en los documentales y en el Waku Waku
de antaño. No te dicen gran cosa: la imprescindible ballena, el
guepardo y sus manchas que se estiran con la velocidad, el tontito
del oso panda, los guacamayos y los monos japoneses en su spa.
Mira qué bonita, la infinita y enfermiza fragilidad del mundo
salvaje, y blablabla. Pero no te hagas la dura. Ha estado bien volver
a subir a esta parte del mapa, ver una manada de leones bostezando en
medio de la ciudad.
Gracias, Señor Pepe Marín |
Y ver a las hordas de hipopótamos que
echan un sueñecito húmedo con la barbilla apoyada en el culo del
que tienen al lado. A las morsas apretujarse unas a otras contra el
frío. La carita de gusto de doscientos leones marinos apiñados en
amorosa promiscuidad. Todos esos animales que hasta en fotos
desprenden vaho y palpitan te han recordado algo. Ya ha pasado un par
de horas desde la siesta, pero tu piel aún conserva el calor del
cuerpo junto al que te has apretado. Dentro de ti conservas una
especie muy primitiva de santidad. Pegarte a otro ser vivo, entregar
tu nombre propio, cantarle a la ternura sin voz. Apretar carne como
un gato satisfecho, ronronear. Crear una burbuja de solidaridad.
Miras las fotos de todas esas siestas salvajes, y te das cuenta de
que la parte más hermosa de tu conciencia es animal.
Leo "...como un gato satisfecho" justo en el momento en que el mio -mi gato- se planta entre mis piernas y el teclado del ordenador, dispuesto a echarse un sueñecito. En ello está,con la cabeza plantada en el ratón.
ResponderEliminarLo cierto es que no dejamos de ser animalitos al fin y al cabo.
ResponderEliminarSalud!