En la biblioteca, dos ojazos amarillos de
gato sobre una portada me obligan a llevarme a casa el libro desde
donde me están hipnotizando. Soy un gato, de Natsume Sõseki.
Me importa poco de qué vaya, o que fuera escrito en los primeros
años del siglo XX, que es una época que, literariamente, me da casi
tanta grima como la decimonónica. Soy víctima de un hechizo. Al
rato, para recuperar cierta sensación de control sobre mi voluntad,
busco a Paula Fox, una novelista recomendada por mi futuro marido,
Jonathan Franzen. ¿Y cómo comienza la trama del libro que he
escogido, yo solita? Con la escena de una mujer que se agacha para
acariciar a un minino callejero, y recibe un mordisco a cambio de su
gesto de ternura. ¿Otro gato? Otro gato. En la realidad hay espacio
para posibilidades y combinaciones infinitas, y que yo vaya a
terminar sacando, de los pongamos que cinco mil libros que hay en la
biblioteca, dos cuyos argumentos arrancan o gravitan alrededor de un
gato, no es una casualidad insólita, sino un por-qué-no cualquiera.
¿Necesito colgar una foto de la camiseta
que llevo ahora mismo, debajo de mi Sudadera de Chonidiva? ¿Se
atreve alguien a adivinar su estampado? Efectivamente. El gato que
cierra la trilogía. ¿Fetichismo post-bibliófilo? La saqué ayer
del armario, así que no, en absoluto. ¿Casualidad? Por qué no.
Eso, o que los gatos tienen muy avanzado
su plan para dominar el planeta Tierra. Dejadme que os abra los ojos,
amiguitos. Debajo de esa perfecta levedad, de la inocente expresión
facial que sólo parece reclamar un poco de comida y calor, de su
manera talentosa, atenta y callada, de estar en el mundo, hay un
demonio colonizador. A veces el disimulo se les hace imposible y,
sentados en una postura que a los tontos humanos nos resulta
filosófica, observan nuestras idas y venidas, nuestros afanes y
torpezas, con un desprecio que acentúa el amarillo de sus miradas.
Entonces es cuando entrecierran los ojos, y nosotros nos derretimos
con ese gesto que nos parece de empatía o de gozo, cuando en
realidad están pensando ya ajustaremos cuentas tú y yo, so
plebeyo, tras el Advenimiento del Gato Imperator.
¿Que cómo he podido acceder a la
verdadera naturaleza de sus pensamientos? Ay, ignorantes amiguitos
míos. Porque los gatos no son tan cutres como para imponer su
dominio sobre la base de la aniquilación humana. A ellos esos
métodos les parecen propios de razas alienígenas incultas y
propensas al espectáculo gratuito. Los gatos no van a destruirnos.
Si acaso, y por su propia vocación de elegancia, sólo a aquellos
elementos a los que los verdaderos sapiens sapiens
ajusticiaríamos (con perdón por el plural) con nuestras propias
manos. Esa es la buena noticia. La mala es que van a inocularnos
parte de su genoma, y a convertirnos en seres híbridos. Lo bastante
gatos como para que comprendamos sus órdenes sin necesidad de que se
les mueva un bigote. Lo bastante humanos como para que sostengamos,
con el sudor de nuestras frentes y las posibilidades de nuestros
pulgares oponibles, su imperio de factorías de latas de paté
deluxe.
Y me temo que a mí ya me han
deshumanizado en parte. Por eso he empezado a comprenderlos. Por eso
me parece escuchar en mi mente felinas órdenes telepáticas. Me
están dictando su credo. Ronronea. (Y yo, en mi sofá,
ggggrrrrrgggrr). Parasita el calor ajeno (todavía
guardo, bajo la Sudadera de Chonidiva y la camiseta con la efigie de
Mi Señor, el Gran Gato Imperator, el calorcito que, como un vampiro,
he libado de la piel de Jose esta tarde, hasta dejarlo como un cubito
de hielo). Obliga a los demás a que te pongan la comida
por delante (hay está el susodicho siervo, lavando un pesebre de
canónigos y rúcula) Impón sobre el resto del mundo tu voluntad
de no hacer absolutamente nada (este post pasará a la
historia como el primer acto heroico de resistencia contra la
incipiente tiranía felina).
Sigue mirando, plebeyo |
Lo peor es que uno se deja dominar sin poner la menor resistencia, xD.
ResponderEliminarEse es el poder de los bigotes y los ojos redondos adorables. Hay que ser muy fuerte para no rendirse al maligno sortilegio gatuno. Yo no lo soy, y mira en qué estado me hallo.
EliminarCasuality!!!, hace un par de semanas cogí de la biblio Botchan, también de Soseki y al lado estaba este libro gatuno del que hablas y me atrajo mucho. Mi atracción se debe a que estoy in love de los ibros de Impedimenta. Mi elección final se debió a la preciosísima portada de Botchan (un criterio como otro cualquiera). Mas, como ando reconciliándome con la novela pero aún no nos terminamos de entender, mi bonito libro volvió a su estantería tal cual. Aun no estamos preparados.
ResponderEliminarYa me contarás qué tal lo pasas con el gato.
Una experta en librerías y bibliotecas te asegura que el criterio de las portadas es el que se suele imponer en primer lugar. Y las de Impedimenta son tan chulas. Pero puedo decirte que, transcurridas unas siete páginas de historia gatuna, estoy por copiarte el gesto devolutorio.
Eliminar(Y si quieres un fogoso San Valentín novelesco, prueba con "Las correcciones", de Jonathan Franzen (quizás un poco largo para una reconciliación), o la que terminé hace poco (snif), "Todo esto para qué", de Lionel Shriver. Asín a bote pronto me sale.
Mmm, me lo apunto...y cuando vea el tochazo veré si merece la pena pasar página. Thanks!
EliminarEl de Lionel es un poco más cortito. Y los señores de Anagrama deberían ir pensando ya en pasarme un aguinaldo.
Eliminar¿Por qué ha de ser una mala noticia que vayan a convertirnos en híbridos? Yo ya lo soy, felizmente y pocas cosas me han dado más satisfacciones en la vida que el estrecho entendimiento con estas misteriosas criaturas.
ResponderEliminarDicho eso, es curioso que no me dejara seducir por el título del Soseki, habiéndolo tenido en las manos. Sexto sentido gatuno.
Creo que esta semana acabo con tu futuro marido, que me va a durar casi más que el mío, joer.
Es que tú estás en un estado avanzadísimo de colonización genético-mental. (Entre tú y yo, mujer, tengo que hacerme pasar por una heroína defensora de la Humanidad, para que los bípedos se confíen y caigan como moscas ante el poder del Miau)
ResponderEliminarCreo que la duración de la vida humana no está como para que la gaste leyendo el tochazo en cuestión. Cuando alcance las siete que me corresponden como híbrido, negociaremos.
Tú, cual abeja reina,lo serías del mundo gatuno.
ResponderEliminarQué va, mujer, por ahí encima hay una que me supera
EliminarNo entendiste. Quería decir que solo te gusta disfrutarlos.
ResponderEliminarAviso para despistados: el alter ego televisivo de madrede es la Vieja del Visillo.
EliminarTengo que ponerte mi contrato de alquiler por delante, a ver si te enteras de que NO SE ME PERMITE la tenencia de mascotas peludas y vivas.
Jajaja... Te pasa como a mi querida"primi" (creo), nos encantan los mínimos pero no tanto como para tenerlos bajo adopción??? No sé, no sé... Escribes lo que más me gusta leer!!! Eres la única que me engancha a la primera!!
ResponderEliminarEme jota
A ver qué c---- sos pasa, que no sabemos leer, o qué. Mira encima de tu comentario, y date cuenta de que NO SE ME PERMITE TENER GATOS NI PERROS NI GANSOS NI BURROS NI KOALAS.
Eliminar(Pero tu última frase me ha llegado al fondo del cuore)