domingo, 14 de octubre de 2018

El reino



Hoy se cuela el otoño como una plaga por el menor resquicio de la casa: los postigos de madera guiñan, las puertas cojean imperceptiblemente como quizás yo misma, con una de mis caderas milimétricamente más alta que la otra. Vivimos cerca de la playa y de los arroyos, sobre un templete vivo de arcilla y arenas viejas. El suelo moderadamente libre de fajas de asfalto respira, su perfumado pecho sube y baja, y la casa lo acompaña en su aliento. Las estructuras pensadas por los humanos para aislarse del exterior se descuadran: incomodidad diminuta que me incorpora de vuelta a mi medio.

Y a pesar de que ha amanecido gris y mis sandalias de goma se ven ya francamente extemporáneas, después del desayuno yo he vuelto a ocupar mi trono. Uno de mis tronos, porque los reparto aquí y allá, como quien teme poner en una sola cuenta todos sus ahorros. Este en el escalón de entrada a la casa. Aquel en la horquilla del más acogedor de los aguacates. Uno a la sombra de tres quejigos en la intersección de tres caminos boscosos. Uno en un cambio de rasante de la carretera que llega a Jimena. Otros tantos que ya te iré contando. Soy reina de un territorio desmenuzado y echado al aire con un soplo.

Hoy, como ayer, mi espalda se apoya en una puerta que todavía recuerda a troncos. Este porche mira al este. Sé que el sol anda por ahí escondido. Es algo que habría que recordar siempre, en días sombríos o por la noche. Ayer fue todo un espectáculo: la mañana recién desenvuelta de su papel de regalo, estallando contra las hojas de los árboles. Algarrobo, palmera, higuera, azufaifo. Como en los coches de choque de la feria: golpe y risa. Imposible seguir leyendo cuando cada hoja tiene a su alrededor un aura de santo. La utopía es vegetal, pensé tontamente, al levantar los ojos del libro.

Creo que al mismo tiempo acierto y me equivoco. Creo efectivamente que la salvación está al abrigo de las plantas, de su actitud y de su mecánica. Creo que emular en lo posible la autosuficiencia vegetal, la generosidad con que las plantas transforman el medio en provecho del resto de seres vivos del planeta, el modo en que su poder absoluto se camufla con mansedumbre, constituiría la terapia menos lesiva contra el cáncer galopante que los humanos somos.

Creo, pero no más en términos de utopía. A la utopía hay que esperarla hasta que el impulso del corazón se detiene y la misma memoria se olvida. La utopía se cuenta en edades geológicas y distancias espaciales. El edén es una quimera que luce bonita y útil en historietas con moralina. Yo creo en una solución vegetal como creo hoy en el sol oculto tras pesadas mantas húmedas de nubes. Anda ahí, aunque no pueda verla ni vivirla inmediata ni expresamente.

Fe y listas de mandamientos. Últimamente estoy devota. Pero la mía es una religión pragmática. No quiero advenimientos. No pienso quedarme aguardando, abrazada a una esperanza vacía y reconfortante. El reino de lo verde ya está aquí, nos rodea, nos sostiene y nos penetra. Convertirme en una planta frondosa y propagarlo: ahí reside mi vocación ahora.

Se empieza siendo humilde como perejil y hierbabuena en un vaso


domingo, 7 de octubre de 2018

Higiene básica



El cielo sabe que no soy persona que descuelle por su limpieza. En general voy bastante aseadita. No se me suele ver con churretes en la cara. Me cambio de ropa interior diariamente. No huelo ni a feromona ni a producto químico. Voy hecha prácticamente un pincel, si se me contempla en distancias medias. Pero si te dejo acercarte a menos de un metro, y créeme que voy a dejarte, porque soy confiadota en lo físico, verás a lo mejor un lamparón casi imperceptible en mi camiseta. Qué le vamos a hacer: no suelo comer ni sentarme como las damas, ni tengo suficiente sabiduría doméstica como para borrar para siempre toda huella de interacción entre la realidad y mi ropa. No soy especialmente aficionada a volver la casa del revés para fregarle alma y tuétano. No suelo acechar la mugre oculta. Más bien me ciño a lo visible o perceptible con el resto de sentidos. Eso en lo que se refiere a la limpieza y a mis otras relaciones con el mundo.

Y sin embargo, hace un tiempo que tengo fijación por la idea de vivir limpiamente. Sin dejar un reguero de mierda, perdón, detritus, a mi paso. No pretendo serle tan leve a la tierra como para que las hierbas se vuelvan a enderezar al pisarlas. No fantaseo con habitar una utopía higiénica. Soy un animal y los animales dejan rastros. Lo que busco es que el entorno digiera mi presencia fácilmente, sin causarle ardor ni flatulencias ni arcadas.

Y hay tantas formas por las que una puede dejar de hacerse un poco menos indigesta. De pensamiento, palabra y obra. Si tuviera que esbozar mis propios mandamientos de limpieza, me diría:

1. No elucubrarás. Harás siempre por que tu mente se adapte a la realidad y no al contrario. Se comienza imaginando los motivos o intenciones de la gente y se acaba hundida hasta el cuello en una fosa séptica de prejuicios.

2. No mentirás ni usarás el disimulo para camuflar tus intereses. Las mentiras son como las pipas: seductoras y adictivas, porque ayudan a adornar ratos vacuos. Pero dejan las aceras hechas un cristo y si no sabes manipularlas (también es mi caso) pueden obstruirte el apéndice.

3. Dosificarás tu uso del verbo. No abusarás de la cháchara. No violentarás los silencios. No te dejarás caer en los pegajosos brazos de la maledicencia.

4. No pronunciarás una queja que no venga acompañada de una propuesta efectiva de mejora.

5. Harás por que tus valores y tus actos concuerden siempre. ¿Una perogrullada? Hazlo y luego me lo cuentas.

6. Evitarás en lo posible lo superfluo, sin necesidad de llegar a nivel amish (Compra a granel, haz tus yogures, busca comercios en los que te envuelvan el jamón en papel de estraza. Repudia baratijas manufacturadas. Por el amor de dios, usa tus cosas hasta que se gasten)

7. Seguirás el rastro de tus elecciones. Interrogarás acerca de su origen y su destino a lo que te alimenta, te cubre, te asea, te sirve, te adorna, te entretiene. Buscarás rimas entre su historia y tu ética.

8. En lo que se refiere al corazón, al juego y al aprendizaje, procurarás desenvolverte cada día como si fueras una criatura nueva. No embadurnarás el presente con chorreones de expectativas futuras o cicatrices del pasado.

9. Aplicarás conciencia y compasión a tus actos.

10. Amarás la amabilidad por encima de todas las cosas.