Leí hace algún tiempo que para poner
el mejor rumbo posible a la vida, viene muy bien responderse a esta
pregunta: ¿qué harías ahora mismo si el dinero no fuera un
problema? Dicho de otra manera: qué aspiración estarías
cumpliendo si te vieras libre de compromisos; si ya no te funcionaran
más las excusas; si tus tres vivarachas hadas madrinas te hubieran
convertido, bibidibabidibú, en la persona confiada, diestra y
diligente que precisas ser para extraerle todo el jugo a tus días.
Bien. Bonita pregunta. Yo sé que si no
fuera tan floja, atornillaría mis codos a la mesa y no me
levantaría hasta que no tuviera al menos un esbozo de Plan. Me
sacaría algo de la manga, aunque al sentarme la idea me pareciera un
poco postiza. Repasaría algún panteón de Gente Molona. Haría
memoria de los personajes de libros y películas a los que en algún
momento he querido parecerme. Anotaría una lista de las ocasiones en
que, zascandileando por internet, atendiendo a la historia de
alguien, o escuchando distraídamente la radio mientras desayunaba,
he pensado jope, qué envidia. Compondría así mi Proyecto, pegando
parches al modo de Frankenstein. Se me ocurriría quizás un Retiro
Transformador, o alguna Aventura Transfronteriza que tal vez diera
pie a la creación de su propio blog.
Pero aquí estoy, en mi sofá y con los
codos perfectamente insumisos. El dinero no es tanto problema. El
tiempo tampoco, aunque la idea de la agenda me haya ahormado tanto la
mente que siempre me parezca que hay muchas más tareas pendientes
que horas. Hace ya una semana que acabó mi último día laborable
del año, y tendría que haber envasado el uniforme al vacío
para que no se echara a perder. Respecto a la confianza, la
destreza y la diligencia, bueno, sé de sobra que esos son músculos
que sólo abultan la camiseta tras mucho ejercicio. No tengo pretextos
para no responder honestamente la pregunta en cuestión.
Así que supongo que mi propia actividad
me sirve de declaración de principios. Si el dinero no fuera
problema, compraría tiempo para seguir haciendo lo que hago todos
los días. No cabalgaría locamente en pos de ese sueño mil veces
pospuesto. No me fabricaría una personalidad de nuevo rico. Mientras
no se me ocurriera alguna Odisea Fabulosa, me conformaría con
redoblar mi rutina. Sin discriminar intereses. Sin renunciar a todos
esos planes que aborto para mantenerme elástica y fuerte, y para
criar mejor a mis niños escritos. No tendría que resignarme a
dedicar unas tardes sólo al deporte, y otras sólo a la escritura.
Me haría voluntaria. Leería más todavía. Cocinaría todas las
recetas de mis blogs vegetarianos favoritos, desde la A de almond hasta la Z de zucchini. Colaboraría una vez por semana en mi
asociación de consumo ecológico. Haría la compra con el carro en
ristre, saltando de tienda en tienda como una abeja en un brezal.
Buscaría más a menudo la sombra de los árboles favoritos. No
sacrificaría la siesta nada más que a requerimiento de esa lavadora
maltrecha que tengo por panza.
Y no me costaría llegar a la conclusión
de que, aunque sea en forma de tapa, ya tengo prácticamente la mejor
de las vidas a las que aspiro.
Vas bien, mi pequeña saltamontes, en el camino de la sabiduría.
ResponderEliminarBesos.
No te veo rapada y con túnica, la verdad. ;)
EliminarTe felicito, mi tita S, eres sabia... muy sabia.
ResponderEliminarUn beso
Todos las mañanas me repito mentalmente sé alegre, sé alegre, sé alegre.
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