lunes, 23 de diciembre de 2013

Una palabra contra las listas


Estado de... ¿Qué palabra salta inmediatamente al primer plano de tu cabeza? ¿Sitio? ¿Excepción? ¿Bienestar? ¿Cuentas? A mí me viene la palabra gracia de manera infalible. Gracia. Repítela un par de veces. Tan redonda, tan rica en significados. Es una de mis palabras favoritas. Gracia.

Das las gracias buscando los ojos del camarero o de la dependienta y te sientes reconfortado, porque al menos la cortesía que te enseñaron tus padres sigue operando. Otras veces te tienes que conformar con dar las gracias, porque no sabes si arrancarte un trozo de carne para darlo a cambio de lo que se te ha regalado quedaría bonito. Pero de eso escribí hace muy poco.

Gracia: ese condimento prodigioso en el habla con que cuentan algunos bienaventurados. Esa agilidad en la respuesta, esa habilidad para abrir ventanas donde sólo parecía haber paredes ciegas. Ese humor que te vence y te implica y te contagia y te plancha las contracturas que la vida te ha ido anudando.

Con gracia se mueven los animales, y también las personas que no han sufrido el duro y perenne aprendizaje del retraimiento. Así bailan los que no están siempre pendientes de su efecto en el mundo. Así se desenvuelven los que no tienen apuro por hacer mal las cosas a la primera, a la segunda o a la tercera. Así vive la gente consciente de que la vida es una partida trucada.

La gracia es una pincelada sutil en la cara de alguien que a primera vista te había parecido un choco bravío. Un núcleo de materia fundida bajo la corteza del alma. Un calor imprevisto. Un tipo de belleza que no puntúa en los concursos ni pueden sintetizar los fabricantes de cremas de lujo. Una energía limpia y renovable. Una ausencia de lastre. La manifestación física de la alegría.

Para los castellanoparlantes: Esto es un choco bravío.


Vale. Ya sé que apenas si queda una semana para que acabe otro año. Es el momento de cuadrar las cuentas y de arrancar páginas emborronadas para dejarle espacio en blanco a tu historia. Es el momento crucial de enfrentarte a la posibilidad de que el año que acaba no haya sido ni más ni menos transcendental que el anterior. También de amueblar de nuevo tu casa, restaurar tus esquemas, adelgazar las grasas mentales y convertirte en un ser diligente. Es el momento de hacer propósitos y anotar tareas venideras, oh, zozobra, oh, ansiedad.

Pero yo este año paso. Nada de listas, nada de proyectos embrionarios. En el 2014 sólo me propongo trabajar para que la palabra gracia se encarne en mi vida. ¿Un plan abstracto? Quizás. Pero ya encontraré la manera de intentarlo.

3 comentarios:

  1. Pues sí, es una palabra realmente bonita.

    Ay... creo que no como chocos nunca más en la vida.

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  2. Anónimo entre comillas24 diciembre, 2013 22:21

    Me encanta tu plan, seguro que no te importa si lo comparto, aunque creo que la propia naturaleza es la que mejor puede llenar de contenido su abstracción.
    Nunca me han gustado los buenos propósitos de las listas.

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  3. Arduo trabajo, pero me aplicarse a el, desde hoy.
    Besos.

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