Estado de... ¿Qué palabra salta
inmediatamente al primer plano de tu cabeza? ¿Sitio? ¿Excepción?
¿Bienestar? ¿Cuentas? A mí me viene la palabra gracia de
manera infalible. Gracia. Repítela un par de veces. Tan redonda, tan
rica en significados. Es una de mis palabras favoritas. Gracia.
Das las gracias buscando los ojos del
camarero o de la dependienta y te sientes reconfortado, porque al
menos la cortesía que te enseñaron tus padres sigue operando. Otras
veces te tienes que conformar con dar las gracias, porque no sabes si
arrancarte un trozo de carne para darlo a cambio de lo que se te ha
regalado quedaría bonito. Pero de eso escribí hace muy poco.
Gracia: ese condimento prodigioso en el
habla con que cuentan algunos bienaventurados. Esa agilidad en la
respuesta, esa habilidad para abrir ventanas donde sólo parecía
haber paredes ciegas. Ese humor que te vence y te implica y te
contagia y te plancha las contracturas que la vida te ha ido
anudando.
Con gracia se mueven los animales, y
también las personas que no han sufrido el duro y perenne
aprendizaje del retraimiento. Así bailan los que no están siempre
pendientes de su efecto en el mundo. Así se desenvuelven los que no
tienen apuro por hacer mal las cosas a la primera, a la segunda o a
la tercera. Así vive la gente consciente de que la vida es una
partida trucada.
La gracia es una pincelada sutil en la
cara de alguien que a primera vista te había parecido un choco
bravío. Un núcleo de materia fundida bajo la corteza del alma. Un
calor imprevisto. Un tipo de belleza que no puntúa en los concursos
ni pueden sintetizar los fabricantes de cremas de lujo. Una energía
limpia y renovable. Una ausencia de lastre. La manifestación física
de la alegría.
Para los castellanoparlantes: Esto es un choco bravío. |
Vale. Ya sé que apenas si queda una
semana para que acabe otro año. Es el momento de cuadrar las cuentas
y de arrancar páginas emborronadas para dejarle espacio en blanco a
tu historia. Es el momento crucial de enfrentarte a la posibilidad de
que el año que acaba no haya sido ni más ni menos transcendental
que el anterior. También de amueblar de nuevo tu casa, restaurar tus
esquemas, adelgazar las grasas mentales y convertirte en un ser
diligente. Es el momento de hacer propósitos y anotar tareas
venideras, oh, zozobra, oh, ansiedad.
Pero yo este año paso. Nada de listas,
nada de proyectos embrionarios. En el 2014 sólo me propongo trabajar
para que la palabra gracia se encarne en mi vida. ¿Un plan
abstracto? Quizás. Pero ya encontraré la manera de intentarlo.
Pues sí, es una palabra realmente bonita.
ResponderEliminarAy... creo que no como chocos nunca más en la vida.
Me encanta tu plan, seguro que no te importa si lo comparto, aunque creo que la propia naturaleza es la que mejor puede llenar de contenido su abstracción.
ResponderEliminarNunca me han gustado los buenos propósitos de las listas.
Arduo trabajo, pero me aplicarse a el, desde hoy.
ResponderEliminarBesos.