El mismo día de Año Nuevo me pareció
que había que seguir peleando contra las frases de molde, por muy risueñas que estas resulten. ¿Feliz año? Bueno, seguiremos
trabajando en ello y deseándolo a los demás. Pero ayer me limité a preparar mi receta para una felicidad
transitoria. Una alegría en monodosis. Una manera cómoda de estar
en el mundo que no tuviera que compendiar necesariamente lo que
espero para el 2014.
Puse ingredientes y usé métodos de
cocción que no sonarán nada exóticos a la gente que conoce de sobra el
sabor de mis platos. Pero ahí va otra vez la receta. Yo no soy de
las que se llevarán a la tumba el secreto de las cosas ricas.
1. Despierta sin drama y acata la ruptura
involuntaria del sueño, aunque tus prejuicios sobre la vida sana te
culpen de estar durmiendo un número rácano de horas.
2. Ensaya el entusiasmo al saludar a las
criaturas que comparten tu techo. A tu padre, a tu novio, a la
persona que te despierta todas las mañanas meando como una
vaca, pero que todas las mañanas también se encarga de llenar y enroscar la
cafetera, porque sabe que a ti eso te asquea. A tu gato, a tu perro,
a tu canario, y por qué no, a la estampita de San Cristóbal, o a
esa foto de cuando tenías veinte bárbaros años y estabas delgado.
3. Sigue preparando el desayuno sin
meterle prisa a nadie. El cielo no crujirá si las tostadas esperan
por una vez a que suba el café.
4. Mientras coméis todos juntos, haz que
dure la resaca de risas de la noche anterior. Vanaglóriate de tu
vocación por la chorrada hilarante. Si en la cocina estáis sólo tú
y la nevera, mira por la ventana, o detente en los objetos que
adornan tu casa. Creo que no tardarás en percibir que la vida es una
cosa muy grande y muy rara.
5. Deja los platos sucios y las camas
para dentro de un rato, y acude a la cita con el sol. Quítate antes
ese disfraz de peluche desahuciado que es el pijama. Ponte guapa. Te
parecerá que el sol es de esos donjuanes que flirtean con la
camarera en cuanto tú vas un segundo al servicio, pero créeme, en
cuanto salgas de casa, lo tendrás absolutamente postrado, todo a tu
disposición.
6. Mientras te cambias de ropa, admira
tus pies, tus rodillas, el andamiaje gracioso de tus caderas.
Enamórate un poco más de esas piernas que expresan
tu voluntad y te sostienen. Compone poemas a tu paciente y agradecida piel. Proponle
matrimonio a tus manos, al encaje de bolillos de tendones y huesos, a
la bendita capacidad de agarrar, romper, escribir, acariciar.
7. Empieza un libro el primer día del
año, sin que te avergüence pensar que estás consultando
un oráculo. Yo escogí La vida simple, de Sylvain Tesson, una
historia sobre un retiro en Siberia. Este año pienso retirarme a mi
propio verano interior. Viviré con poco y, cuando me dé la gana,
cantaré a gritos y sin recato.
8. Acepta al gato cuando se te suba
encima e interrumpa tu lectura, tu escritura, tu costura o tu simple
galanteo con el sol. Acéptalo. Nunca se sabe cuándo querrás tú
subirte al regazo de alguien.
9. Levanta la vista y deja que la alegría
humedezca tus ojos. Es el primer día de enero. Las hojas tienen un
filo cortante de brillo y el cielo es azul – cotillón.
10. A lo mejor se cumple la amenaza del
viento o las nubes que oíste sin mucha atención mientras vestías
tu mesa de Nochevieja. Toléralo. La mansedumbre perfecta caduca
tarde o temprano. Apréndelo. Uno se vuelve grande aprendiendo a
mudarse del paraíso. Celébralo. Vendrán días gruesos y días
enclenques. Días grises y días siniestros. Guarda un fondo de
contento para ellos.
Me reitero en tu sabiduría, preciosa.
ResponderEliminarMe lo apunto todo.
ResponderEliminarGracias. Besos.
¿Meada de vaca?, ¿peluche desahuciado?... ¡me parto!. Gracias por la receta. Besos.
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