Joder, papá, estás más gordo, y no
hace ni dos semanas que me fui de aquí. ¿Qué pasa, que has leído
que la OMS recomienda el consumo de una ración diaria de natillas?
Esa boca, todo el día ronchando. Y, mira qué despensa, nada más
que cosas saladas y grasientas. Luego te quejarás de que os hacen
pagar las medicinas a los pobres jubiladitos. Pastilleros, drogatas.
Y digo yo, que teniendo todas las horas del día a tu disposición,
¿no te da la curiosidad de aprender a cocinarte, yo qué sé, algo
facilito, un gazpacho, un arroz con calamares? Porque un menú de
tres platos, sin posibilidad de controlar la lista completa de
ingredientes que bajan por tu buche... Oye, tienes las piernas
fritas. ¿No te puedes poner un pantalón largo para bajar al huerto,
o echarte una poca crema? Tonterías, ¿no? ¿Y YA ESTÁS CON LAS
ALMENDRITAS?
Y, tú, colega, no le rías las gracias.
Un cigarro le voy a dar a tu padre, cuando lo vea. Y lo que le digo a
él te lo digo a ti también. Que yo confío en la diligencia de tu
páncreas, eh, pero ¿de verdad tú crees que es buena idea someterlo
a treinta centímetros de salchichón, a estas horas de la noche? No
te hurgues tanto la nariz, que luego te sale sangre. En cuanto
volvamos a Granada te quiero en el médico. Me echo un amante. Ya
verás, si no. Pues sí que tiene que ver. Porque si no me tienes
respeto suficiente como para evitar causarme dolor mediante el cuidado de tus blancas
carnes, pues yo no te tendré respeto suficiente como para concederte
el usufructo exclusivo de las mías morenas. De verdad, que es
terapéutico, lo de enfrentarse uno a sus propios miedos. Es como
meterte un espectacular gol de chilena en propia puerta. Un subidón
de dopamina. Y otra verdad oceánica: apuntarte conmigo a la piscina
te vendría de escándalo. Desde el punto de vista físico y
psicológico. ¿O es que quieres andar con garrota dentro de veinte
años? Si llegas. Pues si no piensas ir al médico, te dejo.
Y, tú, ¿hasta cuándo vas a seguir
postergando lo de la Toscana? Ya, en cuanto se pase el verano.
Jujuju. ¿Y por qué no le pides a Vodafone un teléfono con
internet, si tanto mono tienes de leerme? Cuando vuelvas de las
vacaciones, te voy a poner deberes de escritura creativa. Para que te
sueltes. Moluscos, que sois unos moluscos. No sé de quién habré
sacado yo esta verborrea. Y tú, ya vale de regomello. Todo el santo
día dándole vueltas a la cabeza, como un hamster. Qué derroche de
energía. Y tú, piérdele el respeto a tu miedo. Y tú, no malgastes
tus horas con tíos meridianamente más tontos que tú. Y tú, es que
ese equilibrio perfecto entre sentirse cuidado y sentirse libre
quizás sea una utopía. A veces tienes que tolerar un diálogo
vacío, un beso de más, una pregunta tuya que se queda en el aire.
Lo suyo es que decidas qué valor colocas en lo alto del podio.
Y tú, qué lamentable que una mujer
brillante como tú se denigre a cada media hora de conversación.
Joder con la decadencia de Occidente, que nos hace crecer tan
vulnerables. Y tú, olvida un instante la presión de todo lo que
llevas leído, y date el permiso de hacer las cosas mal. Y tú, deja
de corregirte. Y tú, atenúa tus expectativas. La vida no son más
que fuegos artificiales que explotan justo cuando estábamos
parpadeando.
Y tú, Silvia, levanta de la cama. Abre
los ojos. Vacíate cuando escuches a la gente. Busca cualquier excusa
para subir otra vez las escaleras. Busca recetas para aprovechar esa
media lata de leche de coco. Léete los apuntes de narrativa. Léete
Las correcciones. Úntate crema otra vez. No te mires las
ronchas. ¿No ves que está todo en su sitio? ¿No ves que tú no
necesitas un sitio? No dejes para el mes que viene lo del vestido de
la boda. Hoy toca pescado ¿no? Corre. Nada. Haz esa llamada de
teléfono. Aprende. Exprime. Crea. Cree. Escribe. Escribe. Vive más.
Y deja que la gente viva como quiera. Aprende a ponerla a salvo de tu
amor, de vez en cuando.
Todo lo cual me confirma que, aunque la
reproducción mamífera y yo llevemos trayectorias contrarias, mi
instinto maternal está saciado. Ganas me están dando de llenar mi
armario de bambos (Bambo: en la Baja Andalucía, dícese de esa
bata estampada y sin mangas que constituye la pieza esencial del
uniforme de madre)
Me gusta tanto leer tus post, porque aparte de hacerme sonreir, reir, asombrarme...siempre me ayudan a cambiar un poquito el chip que he llevado puesto hasta ese momento, como cambiar el dial de una radio (perdón por hablar del pleistoceno).
ResponderEliminarHe sentido alguno de tus "cariñosos dardos" clavarse en mi frente. Ya podías mandarme un correico explicativo, porque me encanta que de vez en cuando alguien haga de madre y me dé una colleja cariñosa.
Ahí hay para todos.Ale a aplicarnos!.
ResponderEliminarBesos.
Mi adorada, respetada, Comillas, si mis dardos han ido a tu frente, ha sido por puro azar. Tú eres la última persona a la que se me ocurriría sermonear. En realidad, todos esos dardos me los dirijía exclusivamente a mí: a veces sorprendo en mi voz esa cháchara incansable de omaíta que desactiva las neuronas de hijos y maridos, y me doy un poco de grima
ResponderEliminar