Nunca he sabido muy bien qué
responder a esa pregunta de cuestionario tontorrón acerca de qué
superpoder me gustaría disfrutar, si hubiera elección posible. Para
empezar dudo bastante – y las tramas de X-men están conmigo
– de que un superpoder pudiera aportar una alegría limpia. Una
potencia personal más allá de las capacidades de un humano medio
seguramente multiplicaría por cinco o diez la cuota de soledad, de
por sí jugosa, con la que uno nace. Poder leer las mentes de los que
te rodean, marearte con ese barullo cacofónico, y que a cambio nadie
te comprenda. Ser invisible, fisgonear en las vidas ajenas, y darte
cuenta de que no era preciso renunciar a la materialidad para que tu
peso en ellas resulte insignificante. Teletransportarte para
descubrir que la imaginación es una fiera hambrienta a la que
siempre le parecerá deseable cualquier lugar distinto de aquel en el
que te encuentras. Tener una fuerza tan descomunal que dar abrazos te
asuste.
Sin embargo, hace unos días
me topé por ahí con una frase que, estampada en algodón, no
engendraría quizás la camiseta más cool del mundo: Calm
is a superpower. (Escribo esto y a la vez busco las imágenes que Google asigna a este mantra. Rectifico: hay posibilidad de
merchandasing). Ajá, me digo, la calma. Ese es el superpoder
que yo elijo.
Mejor: ese es el superpoder
que me elige. Los deseos grandes rara vez tienen una réplica a su
altura. Por eso me parece más hermoso imaginar que los superpoderes
van por ahí, flotando por el éter, buscando un poco distraídamente
en quién encarnarse. Y así es cómo estoy yo en mi balcón otra
vez, elucubrando si los barrotes me broncearán las piernas con un
diseño de código de barras. O a pique de llevarme una falange por
delante mientras pico cebollas, porque con la canción que está
sonando la cohesión entre mis células se afloja. O admirando cómo
mi famélico jazmín aguanta en sus tallos el embate del viento, la
carga de unas gotas de lluvia bien gordas. Es cuando una nubecilla de
calma pasa por mi ventana y me descubre. Y calcula que, pese a ese
fondo inquieto que la tranquilidad de mis costumbres y gestos sólo
disimula en parte, yo podría resultar un acogedor envase. Y entonces
el superpoder me toma, más o menos como cuando la araña radiactiva
pica a Peter Parker.
Y pasa lo que también en
X-men te han contado. Que al superpoder hay que hacerle un
hueco apañado para que no se roce mucho con tus estructuras y las
dañe. Que hay que aprender a modularlo. Te cambia, pero tú también
tienes que cambiarlo. Porque de lo contrario se vuelve ingobernable:
si te descuidas, la calma puede convertirte en roca y hacer que todo
te importe una mierda. Todos estos días la entreno, por tanto.
Embrido mi calma, le pongo luego las noticias, y no permito que se
desboque ante las cifras diarias de unos muertos que, pese a curvas
descendentes, hace tan poco que han dejado de ser personas que no
deberían ser ya puro número. O ante las imágenes de los que
reivindican airadamente el retorno de sus libertades individuales,
envolviéndose sin notar el sarcasmo en una bandera que. oh,
sorpresa, tal vez no nos represente a todos.
Y así, domesticando a mi
superpoder, impidiendo que me domine y me vuelva impasible, es como
puedo disfrutar de su pasajera gracia. Gracias a ella puedo darme
cuenta de que no es ni siquiera ético que, en medio de tanta
exuberancia – los pulmones intactos, la casa amable aunque modesta,
las necesidades cubiertas, la hoja nueva de los árboles – dedique
una atención desmedida a lo que me falta.
De pequeño me impresionó bastante una extraña película en blanco y negro -francesa para más señas-que se llamaba "Garú-Garú El Atraviesamuros" Al protagonista le pasa algo al enamorarse que por ensalmo, tiene la capacidad de filtrarse a los sitios por las paredes(tuviera el espesor que fuera) Yo era muy aficionado a los lugares antiguos y enigmáticas ruinas y a la mayoría de esos sanctasanctórum no se podía acceder.[A día de hoy conservo esa pasión de "Indiana Jones"] Me dí cuenta de que hubiera deseado para mi "Ese Carisma"(y aún lo anhelo) En cualquier caso, tienes mucha razón , y eso es esencial, que sea cual sea "la Cualidad Anómala" elegida, debemos cuadrarla en Nuestras Perspectivas Interiores.
ResponderEliminarAmistosamente,
M a e s e
Acabo de descubrir que era Garú. Siempre he pensado que el nombre era Magoo.
EliminarDomesticar el poder de la calma. ¡Me encanta ese último párrafo!
ResponderEliminarYo siempre quisé ser como Lobezno, reconozco que con Jumper me cambió un poco el gusto.