Ayer un niño al que no
conozco, pero al que quiero ya casi como a un sobrino, me ayudó a
identificar un pájaro. Ayudar no es el verbo exacto, porque supone
que yo tuve parte en el proceso. Y lo único que hice fue
preguntarle: Daniel, pequeño Adán, poniéndole nombre a los
animales del paraíso. Sería bonito que la iconografía ortodoxa y
toda la historia del arte estuvieran confundidas, y que dios en
realidad hubiera creado a su imagen y semejanza a un niño.
Tras un viaje exprés a
Granada para trabajar cuatro días raspados, ayer volví a mi
particular edén de las hierbas y los aguacates. Donde campo y salón
a veces se confunden. He usado las ramas de las higueras como un
sillón anatómico. Se me ha enfriado el té fisgando en la
complicada vida íntima de los mirlos. Ayer Nico pareció querer
contribuir con un regalo a los gastos de la casa. Gatos: adorable
fisionomía de peluche expresamente seleccionada para hacerse
perdonar su alevosía. Era un pájaro pequeñito, con un ojo muy
cerrado, como quien no está dispuesto a dejar entrar una verdad
dolorosa en la conciencia. El pico negro, afilado, diminuta daga de
juguete. Colores de discreción exasperante. Supongo que su
identificación no hubiera sido complicada para alguien sólo un poco
menos ignorante que yo al respecto. Daniel resolvió mi duda muy
rápido: tarabilla hembra. Qué portento. Su sabiduría no es
relativa ni crece al medirse con mi ignorancia. Es una cosa completa
en sí misma, flamante y luminosa, en la que no ha penetrado todavía
el ego.
Justo como mi analfabetismo
en cuanto a las pequeñas cosas que vuelan. Hay ahí un dolor y una
timidez de campesino que no ha aprendido a coser letras con hilos de
sentido. Pero no vergüenza. Desconocer algo vuelve a agrandar un
mundo que este siglo hiperexpuesto se empeña en recortar y volver
ordinario. Desconocer es tener toda la infancia por delante. Que un
niño de nueve años sepa lo que yo, jornalera y pretendiente de la
naturaleza, debería tener sabido no me causa bochorno. Es ver zonas
blancas sin nombres en los mapas. Leer con reverencia crónicas de
exploraciones. Soñar con llegar a ser aventurero, rastreador.
Construir trozos de vida en torno a ello.
En realidad está sólo dormidito, querido hater (con tu poquita de razón) de los gatos. |
Me encantaría salir al
campo, explorar con Daniel. Lo hago siempre que puedo con Diana.
Diana es mi hija imaginaria, la persona a la que mi nulo instinto
maternal, propio de una hormiga Drácula, niega la existencia. Suelo
permitir, con la zona del esternón agarrotada, que salga sola por
ahí afuera. Siempre llega con la camiseta y las rodillas y el culo
del pantalón y las uñas sucios de tierra. Tiene un dibujo florido
de arañazos que ni un futbolista tatuado. Procuro no regañarla,
porque mugre y rasguños son efectos colatelares tolerables. No le
hago un caso desmedido cuando se da porrazos. Yo me he dado más de
los que la numeración arábiga es capaz de cuantificar, y aquí
estoy, irrompible y sin demasiado miedo al daño. Sólo soy dura con
ella cuando se muestra caprichosa. La gente confirma por lo bajini
que nunca debí reproducirme.
Me importa un carajo: Diana
crece sin darse importancia, no vacila, sabe más que yo de la vida y
a pesar de ello aún piensa que soy la reina de las amazonas. Yo a
cambio contemplo embobada su adherencia a las cosas, su mirar y
comprender despojado de pautas. Pega la nariz al suelo y cuando
encuentra una araña que no ha visto antes, no deja de dar por saco
hasta dar con su nombre. Tiene intimidades con todas las criaturas.
En su mente no entran todavía categorías ni abstracciones. Sabe que
debajo de esa viga abandonada vive el señor sapo. Sabe que los
vilanos son paracaídas de semillas y frutos, y sin embargo sopla
dientes de león encandilada, como si no supiera y todo fuera un acto
de magia. Sabrá tanto como Daniel y me chivará cuál es este y
aquel pájaro. Yo bendeciré todas las veces que hagan falta mi
ignorancia. Será la forma de recordar que procure parecerme siempre
a ellos, los niños que todavía saben.
Strange "water hack" burns 2 lbs overnight
ResponderEliminarWell over 160 000 men and women are utilizing a simple and secret "water hack" to drop 2 lbs each and every night as they sleep.
It's proven and it works every time.
Here are the easy steps for this hack:
1) Go get a clear glass and fill it with water half glass
2) Proceed to use this awesome hack
so you'll be 2 lbs thinner the very next day!