El animal descansa pero, al mismo
tiempo, está preparado, como un león con los ojos entornados en la
estepa africana, o como un cocodrilo inmóvil, a la espera de una
presa desprevenida, capaz de ponerse em acción al instante. ¿Cuál
es la fisiología de este estado de descanso y preparación? ¿Lo
hacemos también los seres humanos?
(“Diario de Oaxaca”. Oliver Sacks)
¿Oportunista,
echar mano de una cita el día en que su autor ha muerto? ¿O unas de
esas curiosas carambolas en las que la realidad cuaja de repente como
la clara de un huevo? Acabé ese libro esta mañana, y esta mañana
me hurgó la pincelada sobre la fisiología del descanso. Luego, en
los instantes de desconcierto que siguen a los puntos finales,
jugueteé en internet con mi móvil, y me enteré de que esa criatura
admirable había muerto. Como si leer fuera una cosa de vida o
muerte, y el lector una especie de parca.
Pero para mí la cita es desde luego
oportuna. Mi mochila viajera muestra la dentadura en un rincón de mi
cuarto. Junto a ella las botas de montaña hacen crujir sus nudillos.
Mañana me voy a ver montes que yo no he escogido: dos modalidades de
descanso. Descansa mi animal resignado al zoológico urbano. Y
descansa mi apego por lo húmedo y lo frondoso. Las sierras adonde me
dejo llevar no son complacientes. No van a engatusarme con verdes
blandos ni a darme la bienvenida con abrazos de hierba. Su aridez se
me colará por cada poro y arrasará mi vocación de ternura. Los
pinos me gustan apenas con los ojos cerrados, cuando el sol calienta
su resina y destila licores que podrían dar positivo en un control
de alcoholemia. Los pinos me gustan en una playa, o en suelos rudos
donde lo vegetal tiene el arresto feroz de un marine. Fuera de ahí,
los pinos en masa son el ejército romano. La cuadrilla criminal de
Hernán Cortés y compañía.
Y ahí es donde voy. No he puesto muchas
pegas. No es mansedumbre. Es que necesito descansar del prejuicio de
que un paisaje es bueno si se parece al que yo prefiero. Prepararme
para que mi gusto sea inclusivo y generoso, y no un sesgo.
¿Pasado mañana? Nooooo. |