Hasta
el viernes pasado, zumba sólo era para mí la tercera persona
del singular del verbo que le aplicaría al Ben Affleck de Argo
(B.A. lampiño = puaj; B.A. con barba = mmm). Desde entonces, la
zumba es mi destino. Porque me veo. Colgando mi uniforme de color
mortecino al que le sobran yardas de tela, y sustituyéndolo por microshorts fluorados tan elásticos como un globo.
Comprándome un montón de cadenas de oro. Pintándome mariposas y
palmeras en unas uñas extralargas. Dejándome el pelo a lo afro,
para conseguir ese toque entre modernito y lascivo. Mudándome a
Florida. Poniéndome unas buenas domingas de plástico. Yo me veo.
Tras un par de clases nada más, la zumba me ha reconfigurado las
conexiones cerebrales. Ya cuento las horas que me separan del
siguiente chute de perreo y sudor.
No os
voy a ilustrar sobre lo que es la zumba, porque los señores de Wikipedia están esperando como guácharos hambrientos a que os deis
un paseo por sus entradas. Sólo añadiré que, aparte de una
coreografía de ejercicios aeróbicos acompasada a un puñado de
ritmos latinos de dudosa virtud, la zumba es algo así como el
equivalente contemporáneo de las experiencias orgiásticas ligadas
al culto del dios Diónisos (Llevaba queriendo perpetrar una frase de
esta calaña desde que inauguré el blog). Veréis. Un montón de
mujeres de todas las edades, representantes de todos los modelos
fisionómicos, jirafa junto a hipopótama, pera junto a manzana, pandereta junto a guitarra, atestan una sala rodeada de espejos.
Hablan entre ellas, chismorrean, se estudian las unas a las otras,
establecen una despiadada competencia por el espacio. Entonces entra
en la sala un muchacho de espalda hipertrofiada, alegre y ambiguo,
dando pasos resueltos hasta el rincón donde se disimula un aparato
de música.
Y
empiezan a sonar los tambores. Po pom pom po, po pom pom po. Y, sin
transición, las amables tías abuelas, las maledicentes amas de
casa, las estudiantes, las que en una hora estarán devorando
tostadas blandas de margarina y mojadas en un café artificalmente
edulcorado, se convierten en bacantes. Se disuelven en el grupo y en
la música. Olvidan su torpeza. Obvian su poca gracia. Son tantas, y
la música tiene un compás tan primitivo, que la timidez resulta
superflua. Las hay que llevan los pasos en negativo, y que a pesar de
ello siguen bailando. Las hay que sonríen como dementes mientras
baten las palmas. Si por la distancia y el barullo no alcanzan a
distinguir los pasos de Baco, sus discípulas se imitan entre sí,
admirándose. Y se mueven de una manera que las obligaría a taparse
los ojos con los dedos entreabiertos de una mano, si acaso se viesen
en un vídeo grabado con cámara oculta. Mueven lo que en sus tiempos
sólo movían las muy putas. Aparte de María Jiménez. Porque se han
vuelto inmunes a la cohibición. Se han desprendido de sus roles de
trabajadora, esposa, madre, amiga. Se han escapado. ¿Que cómo lo
sé? Bueno, porque yo era una de esas bacantes. Y también yo bailé,
patosa y con gracia, como sólo lo hago a oscuras en el salón de mi
casa.
Al
acabar la clase salgo con la nuca sudada y las mejillas encendidas
como después de. No necesito mirarme a un espejo para saber que mi
sonrisa de embriaguez me vuelve más guapa. Emito calor. Ahí está
la clave. Ya os he dicho alguna vez que la generación de calor
orgánico me parece un milagro. Uno come, digiere, respira y se
mueve, y en el proceso va funcionando como un reactor. Si yo creyese
en divinidades monoteístas o paganas, ese calor sería para mí una
huella del dios.
La
misma huella asomó en mi piel también tras la primera clase de
yoga. Bueno, desde aquí te lo digo, Laura, el día en que consiga
acompasar esas posturas demenciales con una alternancia de
respiraciones que mi monitora considera innecesario explicar, ese día
alcanzaré el nirvana. Y entonces dejaré de escribir y de depilarme
y de respetar los códigos legales. ¿Me gustó? ¡Pardiez, por
supuesto que me gustó! Tanto, que al final hasta conseguí vencer mi
proverbial, mi altanera timidez, y sumar un vacilante aunque sonoro
om al que salía de otras ocho gargantas. Y no fue una
chorrada ridícula, como en cualquier otro momento hubiera estado
dispuesta a firmar, sino un modesto acto de comunión. Mi voz dejó
de ser mi voz, y unida a las demás, se convirtió en un instrumento
impersonal.
Esa
misma sensación de arrobo me llevé a mi casa, después de la clase
de yoga, después de la zumba bravía. El gozo de volver a mí,
después de dejar de tener absolutamente presente mi papel en el
mundo durante una hora escasa. Volver, y darme cuenta de que por
debajo de mis juicios y de la calibración continua de mí misma, y
de mis expectativas y mis exigencias, late un precioso calor vivo.
Ohhh, que guay suena lo de la zumba! Me he reído con tu descripción y la entiendo perfectamente! Soy yoguera también y es cierto, la sensación después de la clase es alucinante, así que si la sensación que deja la zumba se parece, tiene que ser genial!
ResponderEliminarBesos!!!
La frase orgiástica mola mucho!
Se parecen como la cara cómica y la cara trágica del teatro griego, por seguir con la pedantería. Pero la sensación de limpieza posterior si que es similar.
EliminarBesos, yoguiblogger!!!
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarHabrá que probarla, la zumba digo.
ResponderEliminarFíjate que te vendría muy bien para trabajar lo del sentido del ridículo, amiga.
EliminarYuju!!!, voy a tener que probar la zumba, que no eres la primera que habla de ella con ese entusiasmo. Me ha encantado la frase que te tenías reservada, jajaja.
ResponderEliminarAl respetive yóguico, se me hace que te has decantado por el hatta, porque los kundalineros rayamos la cansinez de tanto "inhala a este lado, exhala cuando hagas esto otro", etc...Pero mola que te haya gustado y sobre todo, que vayas probando y probando.
Ah!, en kundalini es ONG...jajaja. Parece un capricho sistintivo, pero tiene su lógica. Ya te lo contaré en otra ocasión.
Muas!
No, si vamos a terminar creando un grupo zumbista
EliminarNo sé ni por qué me he decantado, si te digo la verdad. Al final he decidido acudir a las clases que dan en el mismo gimnasio de la zumba. Cutre, i know, pero práctico. Lo que pasa es que la primera clase me la dio una profe tan novata como yo, y parece que el rollo pulmonar se le pasó con el nervio. Ayer ya vino la titular, y habló más en hindi que en román paladino. Espero ansiosa tus lecciones.
Namaste
Tía, ¿te has ido a zumbar y no me has dicho ná? jajaja
ResponderEliminarMira que cuando vi un reportaje sobre el "inventor" que se ha forrado con la broma pensé "yo quiero hacer esa chorrada", pero bueno...
Esperaré a ver cuántas sesiones aguantas para decidirme.
Zumba with me, plis, plis, pliiiis.
EliminarCon lo bien que lo pasamos moviendo el pandero a la oriental.
Pienso aguantar hasta que se me ponga el culo para partir nueces.
Ahora andas de zumba! No puedo dejar de envidiarte, a ver si un día de estos me atrevo.
ResponderEliminarUn beso desde el otro lado del Atlántico
Jo. a mí sí que me da envidia el otro lado del Atlántico.
EliminarBesos desde el Medsiterráneo.
Hola, no voy a ir de anónimo, me llamo Alfredo, y me encanta descubrir tu libreta en las que escribes tus notas. Tendrén un millón de defectos, lo reconozco, pero tengo la virtud de dar la cara y ser sincero.
ResponderEliminar¡Vaya, has descubierto la pólvora!
La verdad es que a una boda la mayoría va por compromiso, otros van por que no les queda más remedio y otros por que lo siente. Quizás pueda darse el caso de que otros no tengan donde ir y se cuelen para robar o para inflarse de comer (de niño me colé a muchas para lo segundo, ahora no, te lo juro).
Pero no creo que obliguen a nadie a ir a una boda, ni siquiera a los novio. Como a tí te invitaron, si acaso no querías a ver dicho: NO.-
Me habían dicho una vez que escribes muy bien. Lo que no entiendo es que una boda de un amigo, que te invitó y a la que fuistes de manera voluntaria te sirva de argumento para escribir sobre las bodas. ¿Acaso no has ido nunca a una boda antes?.
Me alegrará mucho cuando quién te invitó lea tu escrito.
Sabes, mientras no me tomen de la mano y obliguen para algo seré responsable de mis actos.-
¡Vaya, encimas te descocas, bailas hasta que puedes y enseñas tus bragas, y te permites el lujo de ser una ignorante de las boda, y a todos los demás son pantomimas¡
!Es que eres única¡ No. Solo que presumes de sentir lo que sientes cuando igual otros siente sus cosas y se las callan, pero respentan, por que fueron voluntarios.
Ahora sé quien es la pantomima, pos mú bien que escriba y yo sea un burro.
Mmmm, qué digo, qué digo.
EliminarBueno, yo sólo he escrito un post sobre bodas, sobre una a la que fui voluntaria porque me hacía mucha ilusión y porque quería y sigo queriendo a los novios, aunque he ido a bastantes como para saber que el rito en sí podría mejorarse, y que hay cosas que se siguen haciendo porque las hace todo el mundo. Porque ese es el esquema.
En aquella boda, no. Los puntos del esquema fueron similares a las de otras, y sin embargo, los novios los cumplimentaron con tal emoción, y quedó tan claro que les salían naturales, que espero que cualquiera que haya leído ese post, desde su mismo título, haya entendido que yo compartí esa emoción. Y que, más que de nadie, me reía de mí misma y de mis prejuicios. Prefiero entender así la pantomima.
Digo esto por si acaso, Alfredo, te referías a aquel post, y no al lucero del alba.
Por cierto, ya que vas a un juicio de incendios que no lean tus notas, porque vas a quedar como "cagancho", y nos avergonzarás al resto. No te preocupes, la próxima irmeos otros...
ResponderEliminary gracias por tus consejos de "profesional" médica de la salud; no me quiero quitar ningún lunar de mi cuerpo, pero seguro que si vas detrás de mi no me alcanzas..
ResponderEliminarme llamo alfredo vélez quesada (avq)o jefe 3, yo no voy a cambiar mi commportamiento sobre las personas, pero para mi tu eres "x"
ResponderEliminary la próxima vez, ya que tienes la posibilidad de ver un águila, que no sea ella quien espere a que te limpies los ojos
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