Las crisis de lectura son siempre un
drama, pero cuando ocurren después de una orgía, la cosa es todavía
peor. Has estado follándote*
salvajemente un libro durante un tiempo que, más corto o más largo,
a ti se te ha pasado como un suspiro. Y lo has acabado. Has ido
comiendo páginas, sin querer darte cuenta de cómo tu cuenta
corriente de iluminación y suspenso se iba quedando a cero y, de
repente, ya no te queda nada. Ningún amigo se pierde para siempre,
de esa manera tajante. Y hasta el amante más pasajero te deja una
mínima huella física, una señal como una medalla en el cuello, uno
de los botones de la camisa un poco más suelto. Pero cuando vuelves
definitivamente esa contraportada, y a veces lo haces con un ruidito
como de tapa de ataúd cayendo, entonces ni siquiera el recuerdo de
los momentos que has pasado leyendo, mucho más que leyendo, vale
para nada. Estás en números rojos. Y no se pagan facturas a golpe
de recuerdos. Te han regalado una vida más suculenta y más
estructurada que la que hasta ahora considerabas como tuya propia y,
sin más, te la han arrebatado.
¿Y qué es lo que sólo puede venir a
continuación? El desencanto. La parálisis. ¿Vas a sacar de la
estantería otra novela, sin dejar pasar un plazo de seguridad? Si te
respetas lo bastante como lector, no harás eso. Sería como si
Ferrán Adriá te pusiese una copa de nueces achicharradas con natuza
después de un festín supuestamente celestial. Pero no comprendes la
existencia sin llevarte uno o más libros a la cama, todas las
noches, sin sobarlos, sin sentir en la yema de los dedos el tacto de
unas páginas que a veces son pulidas como las mejillas de un niño,
y otras te recuerdan a la lengua de los gatos. Así que buscas
títulos que no le puedan restar méritos a lo que te acaba de robar
el corazón, pero que tampoco le falten el respeto a la literatura.
Que no sean ni mejores ni más absorbentes, pero que al mismo tiempo
funcionen como anestesia para tu vacío. Estás de luto, y ni se te
pasa por la mente mandar el muerto al hoyo con tanto descaro.
De esta manera es como terminas sacando
de la biblioteca libros que sólo te atraen por sus portadas; ensayos
ligeros sobre psicología o, pongamos, el arte japonés de la
papiroflexia; recetarios donde te topas por enésima vez con unas
milhojas de foie y manzana; la selección de artículos periodísticos
de alguien cuyas novelas no te tragarías ni en una celda del
castillo de If; libros que tratan sobre otros libros; a lo mejor un
volumen de cuentos no demasiado exquisitos.
Pasado un tiempo prudencial, decides
abandonar el luto riguroso, y empezar a usar ropa, qué sé yo, de
color marrón, o azul marino. Te atreves por fin con una novela. Una
novelita. Y las primeras páginas no te parecen malas, en serio. Pero
el roiboos o la pechuga de pavo tampoco te parecen exactamente
asquerosos, si los consideras de modo aislado. Los personajes de la
novelita te resultan simpáticos, o al menos pasables, pero es que no
son asunto tuyo, no te susurran al oído, no te dan patadas en la
espinilla, no te meten una mano debajo de las bragas. Terminas
dándote cuenta de que, más que leer, amontonas páginas. Haces
ejercicio. Entrenas el músculo de la lectura, porque sí, porque
dicen que eso es bueno para mantener el cerebro desatascado. Hasta
que llega un momento en que la grisura te supera. No puedes seguir
tragándote historias funcionarias. No te cabe en la cabeza el
concepto de excepcionalidad. No puedes comprender por qué hay gente
a la que se le permite publicar novelas de medio pelo destinadas a
convivir en las librerías, en la biblioteca, lomo a lomo, con esas
pocas otras que te han arreglado los circuitos que traías de
fábrica. Igual que no puedes entender que los idiotas se sigan
casando, cuando a ti, que eres tan lista y tan interesante, te han
dejado el corazón hecho una cuadra.
Pero, amiguitos, el tiempo todo lo cura,
y eso hasta Andy y Lucas lo saben. Cuando dejé en el mostrador de la
biblioteca Todo esto para qué (recuerdo: de Lionel Shriver),
y vi cómo unas manos con guantes blancos lo devolvían a su apretado
estante, me pareció estar asistiendo a un funeral. Los días
siguientes me eché a perder, y leí lo equivalente a tirarte dos
meses encerrada en tu casa, comiendo palitos de cangrejo con mayonesa
y sin, quitarte el pijama. O sea cientos de blogs no distinguidos con
la etiqueta de Blogs del Amor. Luego me rehice, y volví a la
biblioteca. Ya os lo conté en el simpático a la par que lamentable
post de los gatos. Pues bien, ni siquiera una autora recomendada por
Mi Futuro Marido Franzen me curó el desamor. Los Personajes
desesperados de Paula Fox y yo, lo siento, querido me cargan más
que Doña Cospedal. Pero hoy me complace anunciar que ya estoy
saliendo del bache. ¿La solución? La única llave maestra que abre
todos los cerrojos encasquillados de la vida. La ligereza. El humor.
La chispa. En cuanto le dé al botón de publicar y me eche al coleto
la ensalada, seguiré coqueteando con las Memorias de un amante
sarnoso, de Groucho Marx, y/o con El curioso incidente del
perro a medianoche, de Mark Haddon. En breve seguiré revelando
mis intimidades literarias.
*
Sí, Madrede, he escrito
la palabra que empieza por efe.
No lo podía haber descrito mejor... qué grande!
ResponderEliminarEl curioso incidente del perro a medianoche es bonito. A mí me gustó.
Un beso.
A mí me está pareciendo tan tierno que a ratos tengo que dejarlo.
EliminarUn besazo, bonita.
Como persona que también quiere casarse con Franzen, permíteme recomendarte intensamente "El Arte de la Defensa", de Chad Harbach. Muy grande.
ResponderEliminarY siempre te querré por haber escrito la expresión "follándote salvajemente un libro".
Eres genial. Sigue, sigue y sigue. Un besazo.
Mujer, si ya lo tengo apuntado, después de leerte. Eres asín de persuasiva.
EliminarY estoy yo pensando: puesto que las dos nos queremos casar con JF, y a mí me dan ganas de pedirte la mano cada vez que te leo, o sea, todos los días, ¿por qué no nos casamos entonces tú y yo?
Tú sí que sí que. Besos redoblados.
Genial el post. Muy gráfico. Después de tres semanas sin acabar un libro he terminado tres en dos días. ¡Como me jode esa sensación de vacio! Ese tiempo en el que te colocas frente a la estantería y tienes que decidir.
ResponderEliminarSuelo mezclar novelas con relatos y alternando comics. Nunca dos libros seguidos del mismo autor y viendo que te ha gustado emperaré pronto "Memorias de un amante sarnoso" que lo tengo en el kindle desde enero.
Lo de no leer dos libros seguidos del mismo autor es un must que se me olvidó. Es algo que jamás jamás jamás. Del de Groucho llevo poquerrimo. Y...recomiendas algún cómic?
EliminarMe gustan mucho las tiras de periódicos. Calvin y Hobbes junto con Mafalda deberían ser lectura obligada. Cualquier comics de Hugo Pratt (Corto Maltés es la hostia.) Y hace poco hice una entrada donde aparece una viñeta de "Bluesman" que estoy releyendo de nuevo. Todos los de Asterix y Obelix (aunque empiezan a flojear con la muerte de Goscinny) Le tengo un cariño especial a los comics de "Tartessos". Desde pequeño me encantan los superheroes y ahora mi nene tiene la misma afición así que en casa siempre hay alguno de Marvel o DC rondando en las esquinas. Ahora que es algo mayor también le dejo los de Frank Miller. (Aunque de esos no te los recomendaría a ti.) ¿Has leido Jeremiah, Thorgal, Durango, Akira...?
EliminarEsto... y me callo por que me estoy dando cuenta que hablo como un friki. Compréndelo tengo varios amigos a los que este tema le apasiona y me han contagiado algo. Solo un poco pero... ¡que si, que si! Que me callo.
Hablas como un apasionado, y por lo tanto no deberías forzarte a callar. Yo, fíjate, soy una friki de la gente apasionada.
EliminarY tengo que confesar con vergüenza que, de toda tu generosa lista, sólo he tenido la oportunidad de disfrutar con Mafalda, esa gurú, y con Astérix y Obélix, esos monstruos. Pero me comprometo a subsanar mi analfabetismo cómico.
Ah, bueno, y a Venecia me fui con la guía de los lugares imprescindibles según Corto Maltés. Esas patillas...
Eliminar¿Crees que era necesario?.
ResponderEliminarCastigada sin mirienda.
Copular = entomología sin alma.
EliminarHacer el amor = babas.
Locamente enamorada del libro = parcial.
Enfrascada = demasiado manido.
Entusiasmada = poco visual.
Delirando = exageración.
Ergo, era necesario. ¿Hay más tarta de manzana?
...y además no te pega.
ResponderEliminarClaro, no le pega a la parte de mí que conoces. Cuando no soy estrictamente una hija, digo po y lo que sigue, cojo y lo que sigue, pu y lo se sigue.
EliminarY mejor no sigo.
Yo me liquidé la semana pasada a tu Futuro Marido y aunque he de reconocer que mi entusiasmo es menor que el tuyo (no voy a competir contigo y/o con Marina para pedirle santo matrimonio) sí tuve la sensación al dejar para siempre esa familia tan especial de que abandonaba una casa, igual que me ocurre con la mía del pueblo, cuando vuelvo a dejarla, cierro la llave y no queda vida -visible- dentro.
ResponderEliminarDisfruté con "Las memorias del amante sarnoso". Cuenta cómo evoluciona "El curioso incidente del perro a medianoche", si merece la pena.
Hablando de efes, en la pe mili, yo vi pósters centrales del Penthouse literalmente hollados (con hache) y echados, así, a perder. Eso, si lograbas despegar las páginas.
ResponderEliminarEl de Franzen, una vez superada la mitad con no poco esfuerzo, resultó más cuesta abajo. Los libros y las películas debieran empezar por ahí, por la mitad.
El del perro me duró nueve cuartos de hora, a razón de tres sesiones de tres. A disco por sesión. Soy Eme.
Eres un chejoviano, Eme. Por lo de la mitad, digo. ¿Libertad, o Las Correcciones?
EliminarJope, podías hacer un libro/blog como el del Comidista, con canciones específicas para lecturas, en vez de para recetas.
(No creo que llegue yo a niveles de la mili)
Sería incapaz. Yo no soy de canciones, sino de discos. Mi lista de canciones favoritas no pasa de diez o doce, (por eso casi nunca me quedo con los títulos), mientras que discos favoritos tengo algunos más. Es raro y difícil de explicar.
ResponderEliminarManolo. (Yo es que también soy muy sincero y doy la cara, hala.)
Tampoco es tan raro: hay grandes novelófagos que son incapaces de llevarse a la boca un cuentecito pequeño.
EliminarAh, perdón. "Libertad".
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