La
lana empieza a intuir que pronto será desterrada de la ciudad. El
calendario se alinea de forma benevolente con la edad que cada uno
cree tener en su interior. Y en las ramas desnudas y en los troncos
casi se puede escuchar un jaleo tenso de savia parecido al de las
puertas cerradas del Corte Inglés, el primer día de rebajas. El
arranque de la primavera es un tópico, un almibarado y necesario
tópico que me sirve de excusa para resucitar una etiqueta, la de las
Metatonterías, que hace tiempo me empezó a resultar
sospechosa. Escribir sobre el propio acto de la escritura, con ser
una propensión maníaca propia de los que nos dedicamos con más o
menos furia a esto, no deja de ser tampoco una demostración de
autocomplacencia. Mamá, mira lo que hago, parece que
gritamos, cada vez que nos dejamos arrastrar por la perplejidad, o el
embeleso, o la vanidad de nuestra propia dedicación (¡y hasta
hablo en plural, mamá!). Cuando en realidad no es raro que,
mientras escribimos de que escribimos, o de por qué y cómo y contra
qué y para qué escribimos, nos asalte la sospecha de que no estamos
sólo celebrando el milagro, sino también disimulando que ese día
la atención consciente o la inventiva andan cortas de existencias.
La metaliteratura es justificación, y vive puerta con puerta con el
onanismo. Y, sin embargo, qué demonios. Qué viva el amor propio.
Mamá, yo he venido aquí a hablar de mi blog.
Hace
unas entradas hice una alusión de pasada a lo que esta criaturita
mía no es. Es algo que tengo bastante claro. No es una cátedra
desde la que pontifico sobre una especialidad en particular. No es un
púlpito para ningún credo. No es un escaparate, aunque a veces
puede que me exhiba un poco. No es un confesionario. En cambio, me
cuesta más definir lo que es este blog. No
es enteramente yo, ni es un espejo nítido y fiel del ser humano que
soy. En mí hay mucho más desorden, más ruido, más
desconcentración, puñados de nebulosas, automatismos, embriones de
sensación que a veces nacen y a veces se quedan en abortos.
Podría
decir que esto es una especie de plagio algo retocado de mí misma.
Un extracto puesto en orden de mi propia experiencia. De las cosas
que aprendí y sigo aprendiendo. De las instrucciones que me voy
dando para vivir cada vez con más soltura. De mi deambular. De mucho
de lo que me aprieta la garganta o me masajea los tobillos. De
trastos de anticuario. De cicatrices y paisajes. De manías. De
chorradas. De todos los planos de luz, y todos los asombros, y toda
la belleza aguda que voy recolectando y que tengo que compartir,
porque a veces duele tener tanto, y porque a lo mejor queda alguien
que necesita ejemplos concretos y detalles para darse
cuenta de la cosa
inconcebible que es estar vivo, y tener un par de ojos y un par de
piernas, y la capacidad para reconocer los nombres de las cosas.
Aunque
sepa que cualquiera podría echarme en cara que mi experiencia no es
tan interesante ni mucho menos tan decisiva como quizás yo me crea
(no porque viva mi vida como un marmolillo mediocre, sino porque
nadie es en realidad tan fundamental para nadie) a mí me colma
regalarla. Tengo una conciencia aguda del amor y del absurdo y de la
suerte. He conocido la decepción. Me he dejado colonizar por la
soledad. Conozco unos cuantos sobrenombres para el desamparo. He
estado aletargada. Me ha devorado la pena. He intuido que la vida es
un timo de la estampita. El dolor me ha dejado muda. Quiero, he
querido, no he sido capaz de querer, me han dejado de querer, no me
han correspondido. Voy tirando. Voy aprendiendo. Voy bailando. Me
gustan los juegos. Siempre quiero mejorarme. Me adiestro. Me educo.
Compito conmigo misma. A veces me daba miedo pensar que carecía de
dirección. Muchas más intenté olvidar el hecho de que, por muy
abultada que esté nuestra agenda de contactos, vivimos solos, y
moriremos en una soledad tan vasta como para aniquilar las palabras.
Pero siempre seré un animal gregario. Siempre querré volver a
sentirme en comunión con otras personas. Siempre querré sentirme
menos sola.
Y
lo más seguro es que a ti te pase lo mismo. Cómo no, si todos
venimos al mundo con esa programación de serie. A lo mejor te sigue
picando un enamoramiento que no llegó a resolverse hace mil años. O
vas por la calle, y el juego de reflejos en los escaparates de las
tiendas de repente te parece lo más bonito que has visto en tu vida.
O tienes una espina clavada en la garganta, y no sabes cómo sacarla.
O sientes una masa en el pecho que no logras nombrar. A lo mejor te
gusta reunir pruebas de que lo que a ti te pasa le pasa también a
todo el mundo. A lo mejor simplemente te gusta comer acompañado.
A
mí me pasa, y por esa razón leo, y por eso también escribo. Porque
me gusta compartir mi mesa: abrir mi casa, servir una comida
preparada con todo el amor y toda la atención de los que soy capaz,
compartir un rato de comprensión y juerga con mis amigos. Y así es
como me gusta entender este blog. Como una oportunidad para brindar
hospitalidad.
Siiiiiiiiii. Me supergusta tu blog. Me rio un monton, me rescata de mi propio amaneramiento y me recuerda diariamente lo linda que eres.
ResponderEliminarY tú, sin necesidad de blogues y diretes, me supergustas a mí.Ele.
EliminarSiiiiiiii. Me supergusta tu blog...
ResponderEliminarEs un placer compartir esta comida que preparas con todo el amor y toda la atención de la que eres capaz, aunque tengamos que ver que hay personas que no saben digerir alimentos a los que no están acostumbrados. Pobrecillos.
Podría pedir a nuestra querida artesana que me bordara, con su primoroso punto de cruz, la parte del párrafo 4º que va desde: "Tengo una conciencia aguda..." hasta "Siempre querré sentirme menos sola." y tenerlo como bandera.
Le iban a salir callos (más) a nuestra pobrecita. Si quieres te hago un cartel. Recuerda que me he hecho una experta del cutrecartel.
EliminarTú también me supergustas infinito, y el cielo sabe que no es pasteleo.
A esto es a lo que me refiero siempre.
ResponderEliminarSe te da muy bien, cariño, se te da muy bien. Me gusta que compartas tu punto de vista, aunque sea tuyo y particular y te pueda parecer poco importante.
Un besito.
Ni más ni menos interesante que el de cualquier Homo sapiens. Con la excepción, quizás, del Dalai Lama.
EliminarUn beso todavía más gordo por seguir ahí a pesar del cerrojazo.
Me repito más que el ajo-lo sé-, pero es que no se me ocurre decir otra cosa:¡Me ha encantado este post!.
ResponderEliminarGracias por proporcionarnos tan buenos ratos.
Qué guapérrima estás en la foto. Me gustan tus comidas con ajo!
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