National Geographic: 125 años de amor |
Pues tú me dirás que hacemos aquí
entonces, si no abres la boca, ni quieres tomar nada. Para esto nos hubiéramos quedado en casa
viendo a Juan y Medio. Sí, disimula ahora, ponme otra vez esa cara
de duque de Alba, pero antes su programa te gustaba. Sisisisí, te
gus-ta-ba. Que era empezar la sintonía, la guitarra, las palmitas, y
ya te tenía encima, zumbando como los talgos. Y yo te decía: ¿qué
te parece este, Cosme? No tiene mala pinta, ¿eh? un viudo sin hijas, justo
lo que queremos. De solteros, nada, tan suyos, tan maniáticos. Y nada
de hijas, nadie que venga a enseñarme a dejar la tortilla medio
cruda, ni que revuelva los cajones en busca de la cartilla del padre.
Un viudo que nos trate como si fuéramos a morirnos cada vez que
vamos a por los mandados. Tú estabas de acuerdo con eso: ronroneabas
más alto, y yo te decía ¿a que sí, Cosme?, y tú grrrrr, grrrr,
riéndote ya con descaro, riéndome yo contigo, porque estaba claro
que nos bastábamos los dos solos para cuidarnos. Y luego yo te
decía: total, quién va a querer vivir con nosotros, conforme lo
tienes todo de pelos. Era nuestro teatrillo, porque antes en casa se
podía uno sentar hasta en el cubo de la basura.
Y yo que me he molestado hoy en cepillar el
abrigo... No está bonito dejar que la gente beba sola, ¿sabes? Le
hace sentir a una como si se estuviera revolcando en un charco. Ni
que tú vivieras del aire. Que sigo limpiándote la arena, ya que nos
ponemos. Aunque me odies por eso, y te metas debajo de la mesa cada
vez que lo hago. El duque de Alba, que ya ni come en mi presencia.
Pues mira que te digo: que soy yo la que compra y abre tus latitas, y soy yo
la que quita tu mierda de enmedio, y soy yo la que paga la estufa junto a la que
te pasas las horas muertas. Y si todo eso te parece un insulto a tu
dignidad felina, pues ya te puedes estar buscando billete para Kenia.
¿O es que se trata de eso? ¿Estamos
aquí porque no sabes cómo dejarme?