Míralos.
Pobrecillos. Cómo arrastran los pies, cómo se les dobla el espinazo
con el peso de las mochilas, los maletines, las bolsas de la compra.
Mira qué rodales de sudor en los sobacos. Sus caras cerradas. Los
ojos de cabestro en el Rocío. Pero, un momento, aquí hay algo raro.
Soy yo la que va camino del trabajo, con paso cantarín. Son ellos
los que vuelven del aula o de la oficina. ¿Dónde está su alivio?
¿A santo de qué mi júbilo? Quizás ellos no tengan más remedio
que aplazar el suspiro de tregua hasta la hora de acostarse, cuando
hayan conseguido tachar por lo menos seis de las diez tareas que a
las siete de la mañana apuntaron en su agenda mental. Tal vez yo me
frote las manos ante la perspectiva de sentarme por fin un rato, en
la silla del jefe.
Porque
esta mañana volvió a sacarme de la cama una orden apremiante. Es
curioso, pero mis momentos más trascendentes revolotean siempre en
torno a la mesilla de noche. Estoy poniéndome el pijama, y me
sobresalta la turbación de vivir, y de que otro día se descuente de
mi lista de días finitos. Suena el despertador, y rápidamente me
conecto a la rueda del tiempo. Quizás no sea la filosofía más
adecuada para conservar intactos los depósitos de calma, pero cuando
ahora me despierto a una hora que huele, aunque sea de lejos, a
mañana, me obligo a no remolonear. Tenía permiso para volverme a
dormir, cuando el despertador sonó para Jose a las seis y media,
pero no quise aprovecharlo. Porque esa es la única manera que se me
ocurre para ahorrarme la impresión de que entre la hora de
levantarme y la de acostarme sólo me ha dado tiempo a un parpadeo y
medio. Impresión que, pese a todos mis empeños, persistirá.
Total,
que es como si este jueves hubiera venido con una oferta de 2 x 1.
Ahora, haciendo el recuento de todo lo que me ha mantenido en fluido
movimiento a lo largo del día, me acuerdo de un diario que tenía mi
hermana cuando todavía era una niña fornida. Tenía las hojas
azules y un candadito expresamente diseñado para ser violado, cosa
que yo hacía con la esperanza de encontrar secretos y herejías.
Pero sólo puedo recordar que uno de los días que anotó, mientras
estaba de campamento en Soria, comió macarrones con tomate. Y esos
macarrones tan triviales, vistos ahora a una distancia de veinte
años, me dan tanta ternura que me apetece imitar el estilo casi
estadístico del diario que aún los guarda. Así que
06:45:
Domesticando mi torpeza mañanera, he conseguido desayunar unos
huevos revueltos con coco y canela.
07:30:
No ha salido el sol todavía, y ya he vuelto a colgarme de las
páginas de otro libro de Steinbeck, yonki perdida de los tonos
irónicos y amables de “Viajes con Charley”.
08:15:
¡Ya he descuartizado la calabaza!
08:43:
Mientras la verdura sudaba en la sartén, yo me he dado al placentero
arte del exterminio. En mi cocina conviven más especies de seres
vivos de las que estoy dispuesta a tolerar. El kéfir Rodolfo es un
individuo genéticamente modificado, no cabe duda. Si no, no entiendo
cómo sobrevive con vitalidad china a los largos periodos en que dejo
de alimentarlo, y cómo se reproduce a ritmo de “terminaré
engullendo carne humana en vez de leche”. Ergo
todos los Rodolfos Jr. han ido a parar al congelador. Y la polilla de
la harina... A ver, ¿quién la bautizó así, un estudiante de
primero de Biología colocado de formol? ¡Qué poquita atención le
puso a sus costumbres!. La polilla en cuestión (Sitotroga
cerealella)
gusta de la harina, en efecto. Y de la avena. Y de las almendras. Y
del mijo. Y de las nueces. Y del chocolate, por dios. Una sibarita.
Yo no tengo sueldo suficiente para sustentar a tanta fauna.
09:17: Muero de hambre. Que las paleolíticas me corrijan, pero las proteínas no sacian tanto. Por suerte, he conseguido rescatar tres nueces de las fauces omnívoras de mis polillas.
09:40:
Decepción. Ya no quedan plazas para el club de lectura de la
Universidad, en el que volcaba cierta esperanza de reencontrar esa
hermosura que tuve este verano: hablar sobre libros con gente lista.
10:20:
Buscando dos libros en la Picasso, para un regalo.
10:52:
Sigo buscando.
11:15:Sigo
buscando. El despecho me lleva a comprarme tres libros. Los tres para
mí. Ninguno de los que buscaba. Puedo decir, como descargo, que mi
bulimia literaria le da de comer a gente muy necesitada. Libreros.
Psicólogos con ínfulas poéticas. Profesores de talleres de
narrativa.
11:49:
No sólo de letras vive la mujer. Los pescaderos del mercado están
apáticos. Ninguno me ha ofrecido ni un miserable “ qué gambas
tengo, primor”. Hoy me siento rumbosa, o a lo mejor es que la
hiperactividad me está pasando factura. Pero hay que seguir
redistribuyendo el capital. Y los pescadores de Huelva que han
acercado estas lubinas salvajes a mi orilla se merecen mis euros y mi
respeto mucho más que esos fabricantes de pescado obeso de las
piscifactorías.
12:15:
Hay un hechizo en la calle Varela. La semana pasada estuve a punto de
pedirle salir a la princesa de la tienda ecológica, y hoy me he
enamorado del italiano seriote y cortés que me ha pesado medio kilo
de raviolis de ricotta y acelgas.
13:02:
Umm, sí, ahora pongo a cocer en mijo. En cuanto huela y sobe mis
tres libros. 13:37: Pues esto también podría ir a la carta de La
tasca de Sila.
14:04: ¿quién ha dicho que los cereales dan sueño? 14:37:
demasiado rápido cambié yo el polo del uniforme por camisas de
manga larga. 14: 49: Míralos. Pobrecillos. Cómo arrastran los
pies...
(Y
de 15:00 a 21:30 hice planos, fui simpática con otro de mis jefes,
bajé a la calle a comprar melocotones, colé este textito de
estraperlo, pestañeé...Y, fíjate, ya estoy en pijama de nuevo.
¿Dónde irá a parar ahora este día?)
Genial tu hiperactivo dia!, y que bueno el disfrute y cuidado de lo cotidiano!. Ni qe decir que DEBES engrosar La Tasca de Sila...pero cuando el fuego lento de tus textos así lo pida: a su amor todo.
ResponderEliminarMuases.
Laura
Ah, Laura, qué puñalá trapera esa del "fuego lento de tus textos"... Más siquiera yo que hacer comida rápida literaria! Un beso
ResponderEliminarNorl!, iba por lo cuidados que estan...y porque lo bueno no se fuerza. Frecuencia correcta, para mi gusto.
EliminarBss
Y yo iba por que soy leeeenta escribiendo, y me desconcentro con todos los electrones que pululan por el Universo!
Eliminar+bss