El cielo sabe que no soy
persona que descuelle por su limpieza. En general voy bastante
aseadita. No se me suele ver con churretes en la cara. Me cambio de
ropa interior diariamente. No huelo ni a feromona ni a producto
químico. Voy hecha prácticamente un pincel, si se me contempla en
distancias medias. Pero si te dejo acercarte a menos de un metro, y
créeme que voy a dejarte, porque soy confiadota en lo físico, verás
a lo mejor un lamparón casi imperceptible en mi camiseta. Qué le
vamos a hacer: no suelo comer ni sentarme como las damas, ni tengo
suficiente sabiduría doméstica como para borrar para siempre toda
huella de interacción entre la realidad y mi ropa. No soy
especialmente aficionada a volver la casa del revés para fregarle
alma y tuétano. No suelo acechar la mugre oculta. Más bien me ciño
a lo visible o perceptible con el resto de sentidos. Eso en lo que se
refiere a la limpieza y a mis otras relaciones con el mundo.
Y sin embargo, hace un
tiempo que tengo fijación por la idea de vivir limpiamente. Sin
dejar un reguero de mierda, perdón, detritus, a mi paso. No pretendo
serle tan leve a la tierra como para que las hierbas se vuelvan a
enderezar al pisarlas. No fantaseo con habitar una utopía higiénica.
Soy un animal y los animales dejan rastros. Lo que busco es que el
entorno digiera mi presencia fácilmente, sin causarle ardor ni
flatulencias ni arcadas.
Y hay tantas formas por las
que una puede dejar de hacerse un poco menos indigesta. De
pensamiento, palabra y obra. Si tuviera que esbozar mis propios
mandamientos de limpieza, me diría:
1. No elucubrarás. Harás
siempre por que tu mente se adapte a la realidad y no al contrario.
Se comienza imaginando los motivos o intenciones de la gente y se
acaba hundida hasta el cuello en una fosa séptica de prejuicios.
2. No mentirás ni usarás el
disimulo para camuflar tus intereses. Las mentiras son como las
pipas: seductoras y adictivas, porque ayudan a adornar ratos vacuos.
Pero dejan las aceras hechas un cristo y si no sabes manipularlas
(también es mi caso) pueden obstruirte el apéndice.
3. Dosificarás tu uso del
verbo. No abusarás de la cháchara. No violentarás los silencios.
No te dejarás caer en los pegajosos brazos de la maledicencia.
4. No pronunciarás una queja
que no venga acompañada de una propuesta efectiva de mejora.
5. Harás por que tus valores y
tus actos concuerden siempre. ¿Una perogrullada? Hazlo y luego me lo
cuentas.
6. Evitarás en lo posible lo
superfluo, sin necesidad de llegar a nivel amish (Compra a
granel, haz tus yogures, busca comercios en los que te envuelvan el
jamón en papel de estraza. Repudia baratijas manufacturadas. Por el
amor de dios, usa tus cosas hasta que se gasten)
7. Seguirás el rastro de tus
elecciones. Interrogarás acerca de su origen y su destino a lo que
te alimenta, te cubre, te asea, te sirve, te adorna, te entretiene.
Buscarás rimas entre su historia y tu ética.
8. En lo que se refiere al
corazón, al juego y al aprendizaje, procurarás desenvolverte cada
día como si fueras una criatura nueva. No embadurnarás el presente
con chorreones de expectativas futuras o cicatrices del pasado.
9. Aplicarás conciencia y
compasión a tus actos.
10. Amarás la amabilidad por
encima de todas las cosas.
Con lo fácil que hubiese sido algo así como: "no tirar plástico al suelo" , o "el desodorante es efectivo si hay una ducha previa". ¡No! Tenía que ser un decálogo para pensar. ¡Cachis en los mengues!
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