Hoy te pido yo también un
voto. Con una punta de vergüenza, porque que levante la mano quién
no vea una papeleta electoral y piense en un folleto de esos que te
ponen en la mano por la calle y, sin echarle ni medio vistazo, tiras a la primera papelera. Te propongo un referéndum, entonces. Sobre
territorios que no existen y que no exigen identidades, así que no
creo que se pueda declarar anticonstitucional, así, a la ligera. Ahora mismo
te explico mi programa. Desde ya te digo que es probable que incumpla
mis promesas. He decidido ser súbdita de mi propia honestidad solamente.
Antes me permitirás que sea
tan impúdica como para volver a señalarme. Mírame, bajando la
cuestecilla que lleva del porche al huerto. Apenas veinte metros,
suficientes para que el gen recolector se desmadre en cada una de mis
células y encargue una segregación masiva de endorfinas a mi
cerebro. Saludo a cada planta, me meto en la boca cada fruto, flor o
hierba moderadamente comestible. Dejo que la lujuria áspera de las
higueras me posea. Llego a la capilla de los aguacates. Cuatro
árboles que han terminado solapando sus copas y creando debajo un
espacio para la devoción o el gozo.
Me agacho para superar las ramas
más bajas: soy una Alicia en zapatillas deportivas. Una yonqui del verde
traslúcido. Con suerte, sólo me sigue Zara, demasiado ocupada rebuscando la hojarasca en busca de aguacates caídos. Porque,
invariablemente, una voz inmemorial me ordena que trepe a cualquiera
de esos troncos. Y ahí, poco más o menos en la horquilla, es donde siempre me quedo varada, nostálgica de las ramas de arriba. Aún no
tengo fuerza ni osadía suficientes como para ser un buen simio. Y
siempre termina llegando alguien que me recuerda mi abultado y
humillante historial de caídas.
Pues así exactamente es
como me encuentro al respecto de mi penúltimo embrión de proyecto.
Atascada en una bifurcación, perdida entre sus ramas inferiores. Pasa
que cuando empecé a escucharme de nuevo un runrún de tripas
literarias, se me ocurrió la idea un poco necia de superar mi
desapego hacia la escritura creando un blog nuevo. Que viene a ser como
tener angustia y tomarse un emético. Pensé que, como mi vida entera
gira ahora mismo en torno al sudor y a la savia, estaría bien
abrirme las venas como los arces y soltar todo el jugo. Dejar
aparcados un rato los coches y subirme contigo, y tal vez otros cuantos, a las ramas. Tengo incluso registrado ,precisamente así, el
nombre del invento: andarnosporlasramas. No muy elaborado. Un
espacio diáfano y encandilado, donde poder decir verdes amenazados pero
tercos. Llevo años rastreando pistas para poder entender la
naturaleza, sin no demasiado éxito. Una aspiración un poco petulante: no se puede abarcar
absolutamente un sistema cuando una está adentro. Pero tengo en mí
ese impulso de ir olisqueando, como Zara, lo que anhelo. Creo que puede brotar algo hermoso y duradero en el mismo proceso de admitir y compartir lo que se desconoce.
La cuestión es: ¿otro
blog, demonios? ¿Es necesario? ¿Nos quedan, en este mundo de ir
resbalando por pantallas, no sólo las ganas sino la habilidad para
seguir leyendo? ¿Hay quien quiera subirse ahí arriba conmigo,
acaso? Si me haces saber que sí, cualquiera que sea el modo, aprenderé a
trepar aunque ello me acarree (más) callos en las manos. Si no, me
quedaré olisqueando en el suelo lo que tire el viento o los árboles descarten. Que, oye, también es un plan perfecto.
¡”Me subo contigo"!
ResponderEliminarYo también me subo! Encantada de “acompañarte”
ResponderEliminarYo también vengo, encantada.
ResponderEliminarSi te decides por otro blog... ¡Suerte! Espero que lo disfrutes como uno de esos regalos de reyes que no pides y es el que querías.
ResponderEliminarCreo que hay que dedicarle mucho tiempo a las pantallas y estoy en una etapa en la que me cuesta.
¡Esto se avisa! No uso el face personal y hoy de casualidad se me ha ocurrido echarle un vistazo.
ResponderEliminar¡A andarnos por las ramas se ha dicho!