miércoles, 22 de marzo de 2017

Wu wei*

 
No soy una persona especialmente organizada. No tengo el talante más práctico del mundo. No creo que fuera nunca la primera opción para una vacante en la que ante todo se valorase la capacidad gestora. Para según qué cosas soy un jodido desastre. Siempre meto la ropa en la lavadora con chismes en los bolsillos. Tiendo a perder y romper con una frecuencia preocupante. No sé lo que pago por casi nada. Nunca me acuerdo de lo que me han costado las compras. Mis rutinas siguen una especie de espiral mágica, no por un complot feliz de neurotransmisores, sino porque sencillamente no termino de entender el mecanismo de las cosas. El cuadro de luces. La fiabilidad de las sillas. Las tripas del fregadero. La formalidad del despertador. La frialdad de la nevera. El cerebro y el corazón de mi coche. Confío en que la realidad sea lo bastante pragmática por sí misma como para que no me venga a mí con demandas.

Y sin embargo, pese a esta vocación de cigarra, me sorprende la cantidad de energía cerebral que derrocho programando el tiempo, atiborrándolo de faenas como si los días fueran una casa y yo tuviera horror vacui. Llega la hora de acostarme, y yo me vanaglorio íntimamente de haber cumplido mis compromisos. Me he acercado a la tienda de productos ecológicos a comprar yogures y verduras que parecen una marquesa rural nonagenaria, de nombre sofisticado y aspecto pocho. He cocinado tres comidas dignas. Martes, jueves y sábado corro. Lunes, miércoles y viernes, al gimnasio. Menús acordes a la actividad física desarrollada. Dos post a la semana, si la inspiración responde a mis galanteos y la voluntad dura. Llega el fin de semana y yo sigo planeando, listando tareas, calibrando o no la conveniencia de seguir postergando una limpieza a fondo, pero fondo-fondo, de mi casa. Urdiendo sendas. Recordándome llamadas pendientes. Mirando con un ojo el rascacielos de tiestos vacíos del balcón y con el otro mis sobrecitos de semillas de hierbas, y cantándome cuándo-cuándo-cuándo. Estimando la solidez de mis días en función de las cosas hechas.

¿Acabo de pintar un cuadro de ansiedad, o es que es así cómo funciona la mente? A pesar de mis taras y de mi exceso de confianza, ¿soy miembro de una especie condenada a la diligencia? El tiempo es vacío, y los quehaceres, forma: cuadrados, triángulos, bolas que hay que insertar donde toca.

Resultado de imagen de meter figuras geometricas en huecos
Si no has jugado a esto de chico es que te han criado los monos de la selva

Y aunque esta laboriosidad permanente no me agobia, a veces me da por imaginar una agenda de no-actividades: sólo habría que escoger una forma de pasividad y, dándole la vuelta al juego, dejar que el tiempo la empapese. Minutos no computados filtrándose por los recovecos del reposo.

No hablar. No moverme. No navegar los huecos libres en una balsa de lectura. No esperar correspondencia del móvil.

No imaginar vidas ajenas. No escudriñar los distintos planos de mi vida a la caza de temas a los que meter mano narrativamente. No escoger a una persona y preguntarme qué estará haciendo. No enredarme con lo ya vivido. No glosar las experiencias del día.

No recordar las veces que esta semana se ha comido en mi casa pescado azul o legumbres. No planificar. No comer sin hambre. No forzar al músculo si ya no queda frescura. No comenzar cien cosas. No terminar otras tantas. No rendir pleitesía a la moral del esfuerzo. No avergonzarme cuando la voluntad flaquee frente a una falta de ganas.

No quejarme. No poner alarmas para acotar este tiempo de parada. No hacerle ni puñetero caso a las sirenas del dinamismo. No dar presumidamente por sentado que de mí se espera algo. No admitir bajo ningún concepto el bulo de que yo soy nada más que la suma de las cosas que hago.

* Wu wei: leed la Wikipedia, o a mi prima del alma, que de esto sabe tela más que yo. (Laura, sólo al llegar al último párrafo me he dado cuenta de que me habías poseído en lo escrituril)

3 comentarios:

  1. No he sido yo, ha sido el espíritu de lo chino, omnipresente y omnívoro, el que te ha atrapado, jajaja. En mis estudios chinescos no contrastados, he llegado a la conclusión de que no es el hacer muchas cosas, sino el AFÁN. Ay, ¡los conceptos chinos y su escurridiza definición! Besos mil, primica mía.

    ResponderEliminar
  2. La primera vez que escucho esta expresión: Wu wei. Según he entendido de lo que dice Wikipedia, nada que ver con la filosofía de vida occidental.

    ResponderEliminar
  3. Es que a veces vale mas no hacer que hacer
    Besos

    ResponderEliminar