domingo, 29 de mayo de 2016

Los Lances. 2016

 

Dos hombres caminan por una playa que es como nos gustaría la vida: larga y despejada de artificios, fácil de andar y firme. Siempre que voy paso frío, pero siempre me termino bañando. A lo lejos, los bloques de pisos parecen acantilados; los montes, acogedores como la casa de una abuela. A veces el cielo tiene un relieve imprevisto. A veces confundes la forma de África con algún tipo dramático de nube. Hoy veo calada la almadraba: un dibujo de boyas naranjas donde, quién lo diría, están a punto de pasar cosas. Espuma, sangre, lucha. Me gustaría verlo para honrar lo que como.

Pero la playa dura tanto que todo lo que ves parece un espejismo. Llegamos pronto, a la hora de los paseantes. Salen de la nada sensasionalmente como Omar Sharif en Lawrence de Arabia. Sólo pasado el mediodía la gente toma verdadera posesión de la arena. Y eso también es espejismo: no hay manera de ocupar tanta playa. En realidad podrías pensar que es el espacio el que toma posesión de ti y se te tumba por dentro. A pesar de la urbanización fea, los molinos de viento y los barcos, es la naturaleza la que manda.

Los dos hombres se pliegan. Un río desemboca ahí delante y ellos se darán la vuelta. No les apetece quedarse en calzoncillos para vadearlo. No llevan bañador: ninguno de los dos tiene alma playera. Si los ves por la espalda se dan un aire. Hombros un poco cargados, piernas delgadas y largas. Ninguno tiene padre ni hijo, y en esa carencia mutua parecen encontrarse. Si yo no los conociera, ¿pensaría que son familia? Uno moreno, el otro pecoso y pálido. Uno habla y habla, al otro cuesta arrancarle palabras. Los dos me quieren a su manera. Si me quitara las gafas de la costumbre, ¿se me ocurrirían otras razones para que vayan juntos?

¿Me resultarían tan prometedores como todos los demás que pasean? Salen de la nada, me embaucan con sus historias latentes y a la nada regresan. Una pareja de extranjeros viejos que me sonríen como si fuéramos espías. El chico solo que se ofrece a hacernos fotos: cómo no preguntarte por qué nos mira medio enternecido. Como si echara de menos ese contento de la manada. Como si fuera a guardarse una copia mental de la imagen para repasarla luego y tratar de inventar nuestras vidas. Todos somos yonquis de los otros. Criaturas singulares paseando por la playa.

2 comentarios:

  1. Quizá no exista una historia detrás de esos dos hombres, sólo circunstancia...

    Saludos,

    J.

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  2. ¿Y la circunstancia no es un cruce y un pegote de anécdotas interpersonales?

    Un abrazo.

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