martes, 12 de abril de 2016

Menú a 5´50


Tienes el cráneo igual de transparente que las pupilas. Los chicos siempre me dicen: vaya par de ojos azules que tiene tu madre. Y yo he pasado de querer partirles la cara a sentirme orgulloso, a guardarme para mí el secreto de que, si los miras según qué ángulo, tus ojos en realidad parecen blancos. Pues igual tu frente. No me cuesta saber lo que estás pensando. ¿Te acuerdas en el velatorio de papá, cuando por fin me atreví a decirte que había echado la preinscripción en la Escuela de Periodismo? Pues aunque supiste poner la cara de decepción que tocaba, porque eso suponía que te iba a dejar tirada con el restaurante, yo sé de sobra que por dentro estabas haciendo palmas. Loca de contenta de que tuviera un proyecto de vida. Créeme: veo tus pensamientos como a peces en una pecera.

Ahora sé, por ejemplo, que tras la excitación de volver a poner todo esto en marcha, te angustia la idea de estar timando a los clientes. Te avergüenza tener que cobrarles por tan poco como crees que ofreces. De primero, tus famosas patatas asadas. De segundo, lomo en salsa. Nada de opciones, ninguna cosa que no se pueda preparar de antemano. Pero qué vamos a hacerle. Allá donde pisas hay una trampa puesta por tu marido. El pobre no terminaba de creerse que los proveedores no eran exactamente sus colegas. Ya habrá tiempo de pensar en pasteles salados y lechuga fresca cuando las cuentas cuadren. 


Photo of the Week, March 1st, 2016. National Geographic Creative.
Amarás a National Geographic sobre todas las cosas.


Pero no te preocupes. Tienes el cielo de tu parte. Completamente blanco. ¿Sabes qué temperatura hace ahí afuera? Dieciocho bajo cero. He estado jugando en la calle a ver qué figuras adoptaba mi aliento. Como la gente hace con las nubes. Oye, y barro por todas partes. Vamos a tener que darle un buen fregado a esto cuando todos se marchen. Porque van a venir, que no te quepa duda, y van a dejar en tu suelo la media montaña que traerán pegada a las suelas. Entrarán maldiciendo y frotándose las manos. Dirán que tienen escarcha en vez de sudor, y lodo en las venas en vez de sangre. Y cuando huelan la comida de la que te avergüenzas, ya no querrán marcharse. Cruzar tu puerta es ser perdonado de la intemperie.

Se quedarán extasiados al ver la mantequilla derretirse, como si la menor demostración de calor les pareciera un milagro. Las feas patatas les traerán recuerdos de hogueras de hace muchos años, noches de historias de miedo, excursiones por el río en las que empezaron a actuar como hombres. Y las nueces de tu carne en salsa... Sabes que todo el mundo tiene un nogal en su parcela. Es como el protector de la casa. Todos llevan en sus cromosomas un mantel de hule y unos granos de arroz en el salero. Tu cocina es la de toda madre y toda abuela.

Todos te guiñarán un ojo en broma cuando les traigas un café y el pedazo de tarta. Han sido sus mujeres las que te han regalado calabazas y manzanas para hacerla. Todos preguntarán como caballeros viejos si la reproducción de Vermeer en la pared es tu retrato.

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