- Hay que ver el corazón, qué
traicionero – dice – estás tan tranquilito durmiendo, y de
repente...
Todo lo contrario, respondo. Hay
que ver qué profesional y qué fiable. Los infartos son incidentes
puntuales en una trayectoria impoluta. Latir, bombear, latir,
contraerse y dilatarse, latir sin descanso, sin vacaciones ni días
de asuntos propios. Mientras la conciencia se esfuma durante el
sueño, y el sistema digestivo espera al siguiente turno, y las
hormonas dejan de hacer sus piruetas un rato. Mientras ves en el sofá
un par de capítulos de una serie, haces la compra o lloras picando cebolla; mientras cagas, te duchas o te desenamoras. Mientras
se te ocurre que la vida humana probablemente sea un poco absurda. Desde que
eras un embrión de cinco semanas, un gusano alienígena sin cabeza,
hasta el the end de tu película. Todas las horas de todos los
santos días. Y soportando suspicacias, encima: ah, el corazón, qué
inconstante, qué poco cabal, qué caprichoso. "Adónde me llevas,
corazón mío, ¿por qué nunca te conformas?" Cuando es todo lo
contrario. Pom pom pom, tú quejándote de tus 35 horas semanales
mientras él trabaja como un chino; pom pom pom, tu órgano más
maquinal y monótono.
Apoyada en la pared del pasillo, sufro
uno de esos ataques de pasmo tan intensos que parece que no van a dar
paso nunca a la alegría. Estar vivo, tío, qué cosa. Todo eso
funcionando ahí adentro, de forma autónoma y a su antojo. Da susto.
Dentro de un instante tocará maravillarse y dar las gracias, pero
ahora, joder, riñones, pleura, meninges...
En la sección de Cardiología del hospital, los médicos se mueven a
toda velocidad haciendo ondear sus batas como supermanes. Un
par de atildados visitadores zumban alrededor suyo: nunca te fíes de
hombres con zapatos de punta larga y cara más suave que la tuya.
Enfermeras de todos los tamaños y grosores, todas elegantes en sus
pijamas. Gente que se gana la vida escudriñando y arreglando
cuerpos, apaciguándolos si no pueden otra cosa. Gente capaz de
visualizar el mecanismo y de descifrarlo. Y a pesar de ese
conocimiento, sigue charlando y se ríe, y bebe café de máquina. Si
yo supiera lo que ellos, creo que perdería el juicio.
Pienso a menudo que en una de mis vidas
alternativas más creíbles podría haber sido médico. Hoy en cambio
agradezco no conocer los detalles de cómo la vida se mantiene a sí
misma. Prefiero quedarme con las ideas generales. Mirar los cuerpos
que quiero con más fe que ciencia. Las orejas de mi padre están
suaves como siempre, rosadas y calentitas. Su sangre le sigue siendo
fiel, andando como puede por sus circuitos. Esta tarde al menos elijo
no ser consciente del trabajo que le cuesta, ni de las zancadillas que
puede encontrar en su camino. Lo que ahora toca es maravillarse.
En la vida tomamos cientos de decisiones no solo sobre el presente tb sobre el futuro..y lo hacemos pemsando q solo depende de nosotros..pero lo mas importante..este cuerpo lleno de organos...de conexiones..a veces roma sus propias decisiones ajeno a nuestros pensamientos..deseos..
ResponderEliminarNos dice...estou aqui..cuenta conmigo para decidir..
Besos silvia
¡El marcapasos! Ese gran invento.
ResponderEliminar