sábado, 9 de abril de 2016

¡Funciona!

 
- Hay que ver el corazón, qué traicionero – dice – estás tan tranquilito durmiendo, y de repente...

Todo lo contrario, respondo. Hay que ver qué profesional y qué fiable. Los infartos son incidentes puntuales en una trayectoria impoluta. Latir, bombear, latir, contraerse y dilatarse, latir sin descanso, sin vacaciones ni días de asuntos propios. Mientras la conciencia se esfuma durante el sueño, y el sistema digestivo espera al siguiente turno, y las hormonas dejan de hacer sus piruetas un rato. Mientras ves en el sofá un par de capítulos de una serie, haces la compra o lloras picando cebolla; mientras cagas, te duchas o te desenamoras. Mientras se te ocurre que la vida humana probablemente sea un poco absurda. Desde que eras un embrión de cinco semanas, un gusano alienígena sin cabeza, hasta el the end de tu película. Todas las horas de todos los santos días. Y soportando suspicacias, encima: ah, el corazón, qué inconstante, qué poco cabal, qué caprichoso. "Adónde me llevas, corazón mío, ¿por qué nunca te conformas?" Cuando es todo lo contrario. Pom pom pom, tú quejándote de tus 35 horas semanales mientras él trabaja como un chino; pom pom pom, tu órgano más maquinal y monótono.

Apoyada en la pared del pasillo, sufro uno de esos ataques de pasmo tan intensos que parece que no van a dar paso nunca a la alegría. Estar vivo, tío, qué cosa. Todo eso funcionando ahí adentro, de forma autónoma y a su antojo. Da susto. Dentro de un instante tocará maravillarse y dar las gracias, pero ahora, joder, riñones, pleura, meninges... 

En la sección de Cardiología del hospital, los médicos se mueven a toda velocidad haciendo ondear sus batas como supermanes. Un par de atildados visitadores zumban alrededor suyo: nunca te fíes de hombres con zapatos de punta larga y cara más suave que la tuya. Enfermeras de todos los tamaños y grosores, todas elegantes en sus pijamas. Gente que se gana la vida escudriñando y arreglando cuerpos, apaciguándolos si no pueden otra cosa. Gente capaz de visualizar el mecanismo y de descifrarlo. Y a pesar de ese conocimiento, sigue charlando y se ríe, y bebe café de máquina. Si yo supiera lo que ellos, creo que perdería el juicio.

Pienso a menudo que en una de mis vidas alternativas más creíbles podría haber sido médico. Hoy en cambio agradezco no conocer los detalles de cómo  la vida se mantiene a sí misma. Prefiero quedarme con las ideas generales. Mirar los cuerpos que quiero con más fe que ciencia. Las orejas de mi padre están suaves como siempre, rosadas y calentitas. Su sangre le sigue siendo fiel, andando como puede por sus circuitos. Esta tarde al menos elijo no ser consciente del trabajo que le cuesta, ni de las zancadillas que puede encontrar en su camino. Lo que ahora toca es maravillarse.

2 comentarios:

  1. En la vida tomamos cientos de decisiones no solo sobre el presente tb sobre el futuro..y lo hacemos pemsando q solo depende de nosotros..pero lo mas importante..este cuerpo lleno de organos...de conexiones..a veces roma sus propias decisiones ajeno a nuestros pensamientos..deseos..
    Nos dice...estou aqui..cuenta conmigo para decidir..
    Besos silvia

    ResponderEliminar
  2. ¡El marcapasos! Ese gran invento.

    ResponderEliminar