domingo, 13 de marzo de 2016

Cuando tengamos la misma edad


Me pasa como en esta canción que canturreo de camino al gimnasio con alegría hipócrita, porque tengo memoria. Que nací demasiado tarde para ciertas cosas. Piénsalo bien: el resultado de tu vida no depende tanto de lo que hagas con tu tiempo, como de que te lleves bien o mal con el tiempo de esas cosas. Las que terminas pensando en mayúsculas. Si mi tiempo no hubiera ido persiguiendo como un chucho abandonado al de M., yo no sería quien soy ahora. Si hubiéramos sabido bailar sin pisarnos, mi paisaje actual se esfumaría. Lo que estoy viendo por la ventana mientras escribo. La dulce compañía en la habitación de al lado. Tal vez la misma escritura.

Por suerte ni en tu vida ni en la mía tiene competencia El Ministerio del Tiempo. Todavía. Nadie vendrá a poner patas arriba tu decorado de causalidades y casualidades. Nadie remasterizará tu historia. Ahí se quedan sus desacordes y su ruido.

En cambio, los libros a veces sí esperan. Para algunos de ellos naciste demasiado tarde. Eras demasiado novata cuando los encontraste y los comprendías sólo a medias, o te parecían estar escritos directamente en esperanto. Ese idioma que vive en la punta de la lengua y que al final siempre se despeña. Algunos de ellos los dejaste para siempre de lado. No hubo ni habrá ya manera de superar la disonancia de edades. Otros los aparcaste, y ahora son algunos de ellos los que te persiguen como un chucho abandonado. Tú los recoges, les quitas pulgas y mugre. Y entonces te llevas la sorpresa: por fin sois contemporáneos.


Tengo una edad entre medias de ambos.

Eso va a pasarme con el de la derecha. Ahora mismo resuena en mí como una canción que creo conocer pero de la que no recuerdo la letra. Terminaré por cantarla. Tengo plena confianza. Ya me pasó con el de la izquierda. Ese libro cuyas cubiertas un día tuvieron alguno de los colores de un vestido de novia. Lo paseé por mil sitios mientras iba creciendo. Lo llevé a la playa, lo metí en bolsos y mochilas, traté de entenderlo bajo quejigos y pinsapos. Levantaba la vista de la página, miraba a mi alrededor como si todo fuera nuevo, y a diferencia de lo que podía esperar respecto a M., pensaba te daré caza algún día. Hoy lo repaso y me digo ah, era eso. He rellenado con mis propios ejemplos lo que entonces me parecía abstracto.

También La mujer de pie y yo llegaremos a acoplarnos. Lo compré porque al abrirlo en la librería di con esta frase: Toda la dicha que puedo anhelar en este mundo cabe entre este árbol y mis ojos. Inevitable encontrarnos.

8 comentarios:

  1. En primer lugar, cómo me gusta la canción y el vídeo, y ganas de ir a un parque de atracciones para que sea como en una película. Y qué bonito que vaya solo, y que esté aprendiendo a hacerlo.

    En segundo lugar, no lo recuerdo. Esto quería ser una enumeración pero me he quedado corta. ;)

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    1. Con su cara de haber tenido un amigo invisible hasta los veintisiete y haberse dejado de hablar con él por una novia invisible. Da ternurita.

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  2. Me encanta la canción!! Ahora a mi cerebro le toca procesar cómo de la misma fuente ha tenido conocimiento, además, del Baile del Serrucho.
    Respecto a los libros, talmente, así como leer el mismo en dos momentos de la vida. Lo que dices: cuestión de crecimiento.
    Besos, resalá.

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    1. Procesa: la fuente es mi culo bailongo y tolerante que no emite más juicio que el del ritmo. Terminarás dando serrucho, serrucho, serrucho.

      Muchos para ti.

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  3. Yo a veces pienso incluso que nací demasiado pronto; y por eso siempre me ha gustado rodearme de gente más joven. O quizás yo también lo sea y mis padres me mintieron...

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    1. O quizás la edad importa una eme y antes o después uno hace lo que puede.

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  4. Nos has revolucionado a todas con la canción, maja.

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    1. Pam pam pam - aha - pam pam pam - aha-...Y ya no hay manera de escapar.

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