viernes, 29 de mayo de 2015

Track 7 : No me lo habría guardado para mí




Sólo es una mujer con un pelo fantástico a la que no he visto en mi vida. Espeso y en cascada, con un movimiento propio que expresa viveza en cada hebra. Del color de las cucharas buenas de tu abuela. Si es que tu abuela tuvo alguna vez cucharas buenas, o cosas que sólo sacara de un cajón los domingos. El gris luminoso de las películas mudas y la ausencia de complejos. Una mujer que camina así por la calle, tiesa y elástica como una caña y con una cabellera en la que no queda rastro del color de la infancia nunca podrá hacerse vieja.

O más que vieja, decrépita. Alguien que decidió no teñirse nunca las cañas tal vez con veintidós años debe de saberlo todo sobre la fugacidad. El color y la tiesura se escapan, y no hay nada digno que puedas hacer más que dejarlos marchar sin reproche y despedirlos con la manita. Puede haber ese acuerdo de mínimos con el tiempo: tú no niegas su poder, él no te impone impuestos desorbitados. Le ofreces tu cabellera castaña y a cambio te permite mantener una espalda con garbo. Nada mejor que estar a buenas con el tiempo que te ha tocado.

Pero a mí el futuro de esta mujer no me importa. Cómo, si está dejando de importarme el mío. Sólo quiero seguir mirando su pelo. Qué precioso y qué libre. Imponente como un elanio. Me gustaría ser capaz de decírselo. Llevo siguiéndola un rato, señora, y creo que tiene usted un pelo precioso. ¿Qué mirada me echaría? Se creería que estoy trastornada. Me daría con educación las gracias y cambiaría inmediatamente de acera. Buscaría una cámara oculta. Tantas cadenas nuevas en la tele, y tanta gente queriendo hacerse famosa en Youtube.

Sería algo muy raro y ser raro es malo. Mirar a la gente con fijeza, una impertinencia. Admirarla francamente te vuelve sospechoso. No hay que hacer nunca esas cosas. ¿Acaso tu madre es una mona de Gibraltar? ¿O es que no aprendiste nada en la escuela?

Diréis que no tiene nada que ver con la mujer del pelo precioso, pero cada vez que escucho la canción del principio pienso en concretar mi particular utopía. Siempre elimino el tráfico y la arquitectura urbana posterior a los años sesenta; el aceite de girasol en los bares, los asesores políticos y la codicia. Pongo árboles e islas de silencio, libros gratis por todas partes y albaricoqueros; borro cemento, tiendas de chinos y hasta el último par de sandalias masculinas.

Pero en realidad siempre me he conformado con menos. Un mundo utópico sería aquel en el que no temiera revelarle a una persona todo lo que admiro de ella. Aunque no la conociera de nada. Aunque no nos fuera dado ir más allá del límite que sabemos . En el que nunca llegara a arrepentirme de no haber dicho a tiempo cuánto me maravillaba tu piel, o qué pelo tan bonito tenías. Si podíamos ser amigos. Si no te incomodaba que también te quisiera un poquito. 
 

4 comentarios:

  1. lectoraadicta31 mayo, 2015 09:53

    Me gusta el segundo párrafo. Voy a intentar ponerlo en practica.

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    1. Yo también. Que las cremas buenas son muy caras y llevan petróleo.

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  2. A mi ultimamente me van saliendo, y una mezcla compuesta de un poco de pereza y un más de ganas de aceptacion profunda de lo que pasa en mi, me tienen asi, dejando que salgan mientras noto que la gente cuando me habla se va fijando en esas pocas hebras plateadas. Y yo me imagino en unos años segura de mi, combinando mi mata blanca con un pintalabios rojazo y qué quieres que te diga, me tienta mas que estar condenada a la brocha y al tinte. Veremos... Besazos

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    1. Pero si a ti las canas te irían de miedo. Yo te veo: plateada y esbelta no como una caña sino como un abedul. Lo de las raíces...huye de eso. Te lo pido con toda la cara desde la negritud de mi pelo.

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