sábado, 17 de enero de 2015

Echar una mano

 
Llevaba los zapatos de puntera larga de las bodas, y una chaqueta de cuero tipo aviador que podría haberle dado en otro contexto un aire enrollado. Quería vestirse bien para su primer trabajo. Aunque en realidad no tenía ni contrato. Tan sólo le echaba una mano a su primo, y quién sabe cómo era recompensado: pasta, algún porro, experiencias un poco más serias que el botellón de los sábados. Pero el trato debía de ser generoso. Nadie echa una mano en cosas así el primer día del año.

Tampoco es que tuviera que hacer mucho. Cuando tocaba, abría la puerta trasera del coche; ayudaba a cargar con el peso; se encargaba de las flores. Sobre todo estrechaba manos, y permanecía cerca de su primo en los momentos más escabrosos del curro. No se lo había dicho con palabras, pero sabía que él lo necesitaba a su lado. Que se sentía muchas veces como un médico dando una mierda de diagnóstico. Y ya que no hacía mucho más, procuraba hacerlo con esmero. Daba la mano como si a la otra persona fuera a servirle de algo. Poco a poco iba depurando la técnica: apretaba demostrando consuelo, más que un vigor inapropiado; miraba obligándose a creer que el que tenía enfrente podría ser su hermano. Lo hacía tan bien que a veces le afectaba. El puto método Stanislavski.

Y a veces le parecía que se estaba excediendo, y que si su primo lo pillaba con esa cara tan compungida, tal vez no volviera a llamarlo. Él procuraba ser más flemático. Compasivo sin aspavientos. Lo más neutro posible, aunque las mangas del traje le quedaran largas, y tuviera el aspecto de un niño que se pinta un bigote y se prueba la ropa de su padre. Podía escapársele un gallo, pero su rictus era profesional y educadamente empático. En esos momentos de emociones frágiles,decía, no era raro que un gesto se malinterpretara. Alguien podía pensar que poniendo esa cara de pena te estabas burlando. Alguien que se había mantenido sólido hasta entonces a lo mejor se derrumbaba. Y había que protegerse contra eso si querías conservar el trabajo.

Pero él todavía andaba en prácticas, y no había echado el cuero necesario. Claro: ese que lloraba al otro lado del cristal podía ser su amigo. Y este cuyo rostro nadie vería nunca más podría ser su padre. Sin duda de aquí a unos años le tocaría a él ver cómo un tío con cara de palo accionaba el horno crematorio. Quizás lo que le pagaba su primo no compensara tanto.

11 comentarios:

  1. Hay trabajos mas o menos chungos. Pero yo creo que todos enseñan algo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La vida es un trabajo muy chungo. Y a lo mejor sales de ella sin haber aprendido gran cosa.

      Eliminar
  2. Sí, enseñar enseñan. Pero creo que hay que ser de una pasta especial para según cuales. Y este chaval, por mucha chupa de cuero que se haya puesto, parece que es un buen rockero, de los de corazón sensible en el fondo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hace mucho tiempo imaginé a ete personaje con un carácter mucho más cínico. Pero luego me lo encontré cara a cara y sólo había piedad en su mirada.

      Eliminar
  3. Me da muchísima ternura cuando alguien "se viste para la ocasión", la que sea. Coge la ropa de los domingos y adelante. Y a la legua se le nota que está tratando de dar la imagen que se le supone sin los resultados que él se cree.
    Me ha gustado está incursión En el taller. Me admira tu prosa.
    Besis!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Te reto a que escribas otros ejemplos de esa gente a la que se les nota la carnecita frágil debajo del uniforme.

      Gracias, bonitis, por el piropo.

      Eliminar
  4. Me gusta ese "saber estar" del chaval. Esa cualidad que parece que escasea.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bueno, la criatura no sabía aún estar del todo como se le presuponía.

      Eliminar
  5. Anónimo entre comillas20 enero, 2015 23:26

    Cualquier hombre al que le quedan muy largas las mangas de la chaqueta me produce esa ternura que nos cuenta Laura. ¿Cuándo se la compró? ¿para qué? Seguro que iba sólo.

    ResponderEliminar
  6. Hola, soy yo: he regresado, casualidad o no estoy trabajando para el equipo de asistencia,pero no soy agente de asistencia y me siento identificado con el chaval y he pasado por esa misma situación, pero a mi el traje me queda bien de manga

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Eeh, qué de tiempo. Se echan de menos tus andanzas y tus historias.

      Eliminar