Estos son días de sombrías llamadas a
destiempo y de acampar en Urgencias después. Días en que la ciencia ficción
consiste en hacer planes. Conjugar correctamente la palabra
vacaciones se nos olvida; intentar hacerlo en plural parece una burla:
juntos sólo vamos a viajar a los alrededores de una máquina de café
infame. Y sólo vamos a celebrar que nos hemos ido a
la cama otra noche sin derrumbarnos.
Y también son días en que la maravilla
nos crece por todas partes como pelusa bajo el sofá. Todo lo que
alguna vez nos pudo parecer banal o insuficiente. Todo lo que
completábamos con apenas un treinta por ciento de nuestra vitalidad.
Abandonarnos a la pereza es maravilla. Tumbarnos en la cama y andar
en calcetines por la pared. Mirar las gotas de lluvia que cuelgan de
la reja como si nuestro balcón fuera una clepsidra, o como si
quisiéramos comprobar la ley de la gravedad hasta la idiotez.
Atarme los cordones de las botas sin
agacharme es maravilla olímpica. Bajar a comprar tampones y huevos
para hacer un plum cake. El olor a plátano y coco que sale
del horno es una maravilla tan adictiva que quizás no tarden mucho
en tipificarlo como falta. Improvisar el menú de la semana con las
cuatro o cinco cosas que sobreviven en la nevera, o salir a comer.
Mojar sopas en plato ajeno y charlar de bichos como si no
hubiéramos dejado en la puerta del restaurante, en el mismo cubo que
el paraguas, una historia de dolor y de sacrificio.
Bailar en pijama la lista de reproducción
más chabacana de Spotify. Deshacernos la espalda viendo
vídeos de internet. Terminar Searching for Sugar Man con
corazones en lugar de ojos, en una imitación muy lograda del icono
de Whatsap. Concebir hacernos camisetas negras con la cara de
Rodríguez, el cantante casi santo que protagoniza ese documental.
Decidir que nadie establecerá por nosotros el contenido del éxito o
el fracaso. Escuchar esta canción y agradecer como conversos todo lo
que perdimos o lo que nunca llegamos a poseer.
Vedlo. Confiad en mi super-criterio. |
Confiar en que el cielo raso es algo que
está dentro de mí y no escondido tras el techo o sobre mi cabeza.
Hacer la cena con la convicción de que se aprende más de los planes
que se desbaratan que de los que se cumplen. Que no nos dé
remordimientos reírnos a medio paso de la angustia. Irnos una vez
más a la cama sin qubrar el pacto de lealtad.
Rodríguez... Grande, muy grande.
ResponderEliminar¿A que sí? Yo no lo conocía y me parece angelical.
EliminarYo terminé con la misma cara de icono asombrado-enamorado al terminar de ver Searching...
ResponderEliminarQuiero la receta del plum cake que casi puedo oler desde aquí.
La risa nunca nos debe dar remordimientos, ni a un paso de la angustia ni en medio de un mar de ella, donde a veces es capaz de sorprendernos.
Es que la risa se revela como el mejor invento de la humanidad justo en situaciones como esas.
Eliminar"Abandonarnos a la pereza es maravilla". Ahí, ahí. Disfrutar de unas fechas y de un clima que en condiciones generales induce más a la tristeza (o la melancolía) que a cualquier otro sentimiento, significa que estamos plenamente instalados en el cuarterón geográfico que nos ha tocado vivir.
ResponderEliminarEn cuanto a Rodríguez, a quienes guste ese tipo de feeling resulta obligatorio recomendarles también a Nilsson: seguro que todo el mundo recuerda "Everybody's talking (at me)"y la maravillosa película en la que viene contenida.
Me gusta tu frase del cuarterón, Paseante. Cuesta un poco aprender que uno elige más bien poco del lugar donde acaba y que todo lo demás es adaptarse.
EliminarY la maravillosa película en cuestión la vi por primera vez hace tan poco que todavía aplaudo.
Me encantó el documental del Hombre de Azúcar. Lo vi este verano después de que una amiga me lo recomendara hasta la extenuación.
ResponderEliminarDe entre las cosas que me encantan también están los plumcakes caseros y más si huelen a coco... Podría ser una nueva entrada de la Tasca de Sila ;)
Mmmm, post por encargo...Me encantan. Pero creo que ya he hablado alguna que otra vez de que el olor a bizcocho cociéndose en una casa es uno de los sinónimos más perfectos de bienaventuranza y amoor.
EliminarRodriguez apareció en una lista de Spotify hace unos meses y desde entonces lo tengo entre favoritos.
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