Oye, Nico, voy a contarte la historia de
tu vida, ya que por detrás o por delante de hoy, anda cerca tu
cumpleaños. Tal día como este lunes o como el sábado pasado
notaste quizás un primer amago de luz a través de los párpados.
Nadie de quien te conoce estuvo allí para registrarlo. Y fíjate,
ahora guardas el secreto de tu nacimiento con tanto celo como una
folclórica. Eres todo un personaje. Por eso pregunto, ¿te
parecerá una impertinencia que me apropie de lo que te ha
ocurrido, y que lo arregle, lo adorne y lo tergiverse como me
parezca? No creo. Al fin y al cabo, careces de la habilidad para
entenderte a ti misma como ser separado de su medio y atravesado por
el tiempo. No puedes contarte tu propio cuento. Así que seguro que
te sorprende saber que hay otros ojos capaces de reunir en una
corriente todas las gotas sueltas de tu experiencia. Abre bien tus respingonas orejas. Esta historia tiene aventura y drama suficiente
como para mantenerte un rato quieta.
Verás. Tu vida ha estado marcada por la
suerte y por el espacio. Ni más ni menos que como la de cualquiera.
Yo misma no sería quien soy, ni me narraría de la misma manera, si
en vez de nacer y crecer donde lo hice, me hubieran parido en Chile o
en Nigeria. También el azar se ha encargado en parte de trazar mi
camino. Me ha hecho distinta a cada encuentro aleatorio que terminó
resultando crucial. Pero, mira, mis cambios de rumbo han sido como
suaves meandros. En los tuyos, en cambio, se dibuja un violento
zigzag. Por lo menos en tres ocasiones tu vida se ha puesto patas
arriba.
Y si no, imagínate si unas manos
desconocidas no te hubieran dejado encima del contenedor de basura
donde luego fuiste encontrada. Imagina si no hubieras tenido bastante
hambre o frío o desesperación cuando tuviste a alguien cerca, si no
te hubieras quejado con la suficiente elocuencia como para que
alguien reparara en ti. Imagina si hubiera sido cualquier otra
persona menos compasiva. Imagina dónde estarías ahora. Olvido
que no sabes imaginar. Déjame entonces que te lo explique: no
estarías en ningún sitio. Habrías muerto demasiado pronto, dentro
de aquella cajita sin cruces ni RIP. O tal vez te hubieran arrojado
con negligencia, todavía viva, pero dormida, a las fauces del camión
de la basura.
Pero el azar se alió con el sitio donde
te abandonaron, y ahí fue donde tu historia cambió. Te conocí a los
pocos días. Eras más bien cabezona, y tenías los ojos
hinchados y oblicuos como uno de esos falsos extraterrestres de
Roswell. Bonita, bonita, no eras, con esa perilla blanca que te daba
un aspecto de Padre de la Patria. Pero ya empezabas a manejar tu
genio para encandilarnos, cada vez que te agarrabas al biberón como
si fuera una litrona, o cuando buscabas una sombra de persona sobre el suelo del patio, si en una mañana templada como
estas del joven octubre te dejaban a pleno sol. A mí me dolía un
poco mirarte, tan frágil, y sin embargo, tan apegada a una vida que
aunque demasiado corta, ya había sabido mostrarse perra. Me conmovía
tu empeño en tener un futuro, y lo incierto que era.
Llegó entonces tu segundo golpe de
suerte. Otra persona distinta de la que te salvó la vida decidió
hacerse cargo de ti. De repente te apareció una madre adoptiva. Te
puso tu simpático y ambiguo nombre de leyenda del pop. Te llevó con
ella a su guarida minúscula de Madrid. ¡Madrid, Nico, a una
buhardilla donde apenas si había oxígeno para una persona que
tampoco abultaba tanto! ¿Verdad que no estuvo mal tu segundo cambio
de escenario? Tu infancia transcurrió entre aquellas paredes unidas
incompresiblemente por más esquinas de la cuenta, en un Disneyland
poblado de estanterías y mesitas y cables y maletas. Aprendías a
una velocidad que asustaba, a fuerza de estímulos. Te dormías con
el runrún de los helicópteros en el cielo y de la música en el
ordenador, seguro que con la imagen de la ventana abierta todavía
impresa en la mirada. Debías de soñar con la ciudad de tejados que
se amontonaba en las entrañas de la ruidosa ciudad de los humanos.
No sé si te dio tiempo a cumplir
aquellos sueños urbanos de exploración. Porque antes quizás de que
te hicieras completamente con tu abigarrado medio, la vida de otros
te trajo una nueva mudanza. Tu mamá adoptiva tuvo que marcharse en
busca de un coto donde la caza no fuera tan raquítica, ni hubiera
tal competencia. A punto estuvo de quedarse, que lo sepas, porque la
idea de dejarte le partía el corazón. Ahora formabas parte de una
familia, y aunque a veces no lo parezca, los humanos no hemos
aprendido a romper de raíz los vínculos que nacen del
cuidado. Tu mamá tuvo que irse a trabajar a Inglaterra, y como no te
estoy mintiendo, te pasó lo que le pasa a los niños cuyos padres
pasan demasiadas horas en la oficina, en el hospital, en el taller,
en el supermercado. Fuiste a parar rebotada a la casa del abuelo.
Y allí es donde has cumplido tu primer
año. Francamente, yo no sé cómo a estas alturas no te puede la
fatiga. Tantas idas y venidas, gente que aparece y desaparece,
lugares cada vez más prolijos, tantos aprendizajes. El abuelo y tú
empezáis a quereros como Heidi y su respectivo. Aunque no le vuelven
loco los de tu especie, él te tolera, porque eres algo especial para
su emigrada hija pequeña. Un secretito: aunque te vocee porque
siempre te enredas entre sus piernas cuando baja las escaleras, yo
creo que te quiere también. Estás demasiado viva como para pasarte
por alto. Y a ti se te ve salvajemente feliz, con todas esas polillas
que suenan en tu boca, cuando las atrapas, como un sonajero, con todo
esa ausencia gloriosa de esquinas y de techos. Con tanta hierba y
tantos troncos que desafían tu habilidad de trepar, y tantos
escondites donde jugar al rey de la selva. Con esos otros animales
con los que aprendes a cambiar miedo por convivencia. Con
tantas oportunidades para desarrollar tu propio ser ágil. Con tanto
suave calor como de aquí en adelante encontrarás dentro de la casa.
Con tanta suerte y tanto espacio y tanta familia, ya.
Feliz cumpleaños, Nico. Espero que por
fin hayas encontrado tu sitio.
Por favor, no me saquéis ya de aquí |
Como puños...Vida mia!
ResponderEliminarMelodramática
EliminarQué bonito plimica!!!
ResponderEliminarCada vez escribes ain mejor????????
Me encantan tus interrogaciones.
EliminarEs curioso el apego que llegamos a tenerle a un animal al que ni siquiera teníamos en mucha estima.
ResponderEliminar¡Felicidades para Nico!
Conmigo lo tienen fácil, porque yo les tengo, a gatos, a búhos y a otras criaturas, una estima a priori que ni el amigo Félix.
Eliminar¡Qué suerte tuvo la preciosa Nico! Y su familia de que llegara a nosotros, tan bicho, tan encantadora...
ResponderEliminar¡Felicidades!
Y para que veas que no me tiro el pegote, mándame la solicitud de colaboración de Por Patas
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