jueves, 10 de enero de 2013

Thermomística

 
Ahora entiendo bien el primer cosquilleo en el ego del que es captado por una secta. Cuelgo el teléfono en el Carrefour con una sonrisa gorda que me ilumina la (ya de por sí iluminada por la sección gourmet) cara. ¿Era ella?, pregunta Jose. Era ella, responde esta monja tibetana en la que estoy a punto de convertirme. Ella es Toñimix, mi presentadora. Mi líder. Toñimix me acaba de contar que ya ha encontrado alguien que guíe mi desamparado deambular por el mundo de la Thermomística, aquí, en Granada. A partir de ahora deposita mi cuidado en las manos solícitas de Patrimix. Que sólo un día después me llama para invitarme a una primera clase, y presentarme a otros novicios como yo.

¿Cómo, que todavía hay alguien que no se ha enterado? Ovejitas descarriadas, ¿no sabéis que me he venido del pueblo con la Thermomix puesta?¿Y que la he pagado a tocateja, con dos ovarios, y bastantes más euros? Es posible que esta noticia bomba contradiga el tono de aquel post deplorable en el que esbocé un plan para obtener el aparato mediante sablazos a amigos y familiares. Pero creedme, el año nuevo me ha cambiado en materia pecuniaria. El mismo día 31, cuando el 2012 ya había recibido la extremaunción, y yo ayudaba a poner la mesa para la cena, me caí del caballo como San Pablo: yo quería ese cacharro. Me habían hecho una muy buena propaganda, y gente que me conoce de sobra, y que me quiere, juraba y perjuraba que éramos almas gemelas, la Thermomix y yo. Tenía pasta de sobra para comprarlo. Y eso es exactamente lo que iba a hacer, en cuanto amaneciese el primer día hábil.

Pero, pasada la euforia de la Nochevieja, la conversión no fue tan espontánea. El mismo día uno, la parte más austera de mi raciocinio consideró que, si llevaba cerca de quince años cocinando con cazuelas, sartenes y salpicones en la hornilla, con resultados bastante aceptables, bien podía pasarme otros tantos, o más, dale que dale a la cuchara de palo. Mi mundo no necesitaba un cacharro más, ávido de electricidad. No necesitaba establecer un nuevo vínculo emocional con un objeto. Y podía pasar perfectamente sin atarme a una enésima posesión. Una, dos, trescientas veces cavilé; ochocientas eché mano de argumentos ecológicos y psicosociales de semejante calaña. Y así, abogando por una vida sencilla, me ocultaba a mí misma que lo único que me retenía para comprarla eran los más de mil euros de gasto.

El segundo día del año, justo antes de salir de excursión por Despeñaperros, abrí al azar un libro de Vila-Matas que estaba leyendo mi tía, y me topé con una referencia al sórdido personaje automático al que uno termina imitando día tras día. No pude evitar sentirme aludida. Rápidamente identifiqué a ese personaje del que yo no consigo desprenderme: su cháchara mental, que ensucia como con mocos hasta la cuestión más trivial. Su incapacidad para decidir de manera tajante. El hábito de dejarse influir por discursos heredados. Su actitud gazmoña y campesina frente al dinero. Con la leche de mi madre aprendí que el dinero es una cosa muy seria y digna de todo respecto. Que era vital no causar el menor quebranto a ese ente abstracto que duerme en el banco.

Así que, de vuelta ya al pueblo, y por gusto de divorciarme de mi personaje, fui por la tarde al cajero, y sin pega alguna, saqué los mil dichosos euros. Los deposité en un bolsillo del abrigo de Jose, que es mucho más cuidadoso que yo, y gesticula mucho menos con los brazos. Y al rato los saqué de ahí para ponerlos en la mano de mi prima Ana, que hacía de intermediaria. Tan simple como eso. En total, el dinero estuvo en mi mano no más de veinte segundos. Como billetes del Monopoly. No existía antes de esa transacción. Y ahora, milagro, se ha convertido en ese cacharro que me ha hecho cambiar toda la disposición de la cocina. Una cuenta corriente es una cosa tan matemática, que se parece bastante a la nada.

Ayer mismo saqué a la criatura de su caja, con una reverencia casi religiosa. Merodeé en torno a ella, temerosa de ponerle encima mis patosas zarpas. Y, poco a poco, la desmonté, estudié sus partes, y la fui lavando, concienzudamente, como si la preparara para un bautizo, o una boda, o un entierro. Pulsé sus botones. La sentí ronronear de gusto, y poco me faltó para creerme el Doctor Frankenstein. Y luego le ofrecí una primera ofrenda. Un kilo de cebollas. La froté como a la lámpara maravillosa. Y en tres segundos, la hortaliza del diablo quedó reducida a escombros, que ni en Hiroshima se vieron tan pequeños. Quise llorar. Y ya no pude echarle la culpa a los gases azufrados de la cebolla.

Sólo tengo una pega: el nuevo personaje automático que he creado. Sinceramente, me preocupa su estabilidad mental. No puede dejar de pensar en la elaboración de dos, tres, hasta cuatro recetas simultáneas. Deambula por la página Facebook de Thermomix. Cuenta las horas que le quedan para conocer a sus acólitos. Se pasa el día con ganas de llamar a su prima y a su tía, que fueron captadas previamente, para chismorrear con ellas sobre la liturgia del invento. Le molesta encender la hornilla aunque sea para poner la cafetera. No sé, creo que se ha dejado caer en las redes de una secta.


Mi tesssoooro


10 comentarios:

  1. A mi hermana se la han traido los reyes y está flipando con la suya.

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    1. Eh, pues te vienes a la demostración a mi casa, no a la de tu hermana, que me hagan regalos a mí!!

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  2. Anónimo entre comillas10 enero, 2013 22:34

    Muerta de risa por todo el contenido del post: tus elucubraciones sobre el significado del vil metal (el caso es que algunas me suenan, jajaja) sobre la secta, tus familiares, acólitas convencidas ya, la gurusa granaina que te han asignado, esa ilusión de niña con su regalo de Reyes, tu primer contacto con "tu tesoooro", no carnal, claro, conociendo tus inclinaciones más bien vegetales...
    Que digo yo que la compañía Vorwerk bien podía pagarte unos bien merecidos eurejos por la publi.
    Espero reirme mucho más a costa del invento...

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    1. Es que en realidad mi gurusa de la vida eres tú.

      Y esta mañana, en la classe de bienvenida, he estado a punto de levantarme y dar referencia de mi actividad internáutica reciente respecto al aparato. Quiero el libro de la cocina al vapor YA.

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  3. He oido hablar de los milagros de este trasto.Algun dia, despues de hacer el análisis concienzudo sobre el valor del dinero, que tu has hecho, para convencerte a ti misma y adquirirla...tambien yo tendré una.

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    1. Me puedes copiar el análisis, y comprártela mañana mismo

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  4. Congratulations!!.
    Preparando ojos para el engrose de "La Tasca de Sila", que, por otro lado, también los tengo puestos en una futura thermomistificación de mis platos.
    Tengo amigas, no fans, sino yonkises del aparatejo.
    Y, oye, si vuelves por estos lares, tell me!

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    1. Lo de yonkis...teniendo en cuenta lo pulverizadito que deja el pan, el queso, el chocolate, el azúcar, me da que imaginar.
      (Es que me llevaron por un tour infinito de primos y tíos damieleños. La próxima me escapo. O te espero por aquí)

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  5. Que contenta que estoy de que la tengas!,lo de la secta me encanta,se lo diré a Toñimix,que bueno...eres genial!

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    1. Tenemos que intercambiar recetas en clave temperatura/velocidad. Los demás, pobres profanos, no se enterarán.

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