domingo, 25 de noviembre de 2012

2 x 1: Mis diez mandamientos

 
(Pido perdón de antemano: hoy traigo dos post al precio de uno, como el amigo Paco Principiante.)
 
El potaje de castañas del que hablaba en el primer post de este lote anda ya en proceso de digestión. He amontonado una pila de cojines sobre la almohada de mi cama, como si estuviera a punto de iniciar un periodo de dulce convalecencia. Lo cual no es completamente metafórico: las cinco horas de caminata que mi cuerpo humano se llevó ayer de regalo todavía no han sido del todo asimiladas. Y un bebé fantasma me está metiendo mordiscos en los ovarios. Hoy escribiré, pues, con las piernas en alto. Puedo ver cómo mis pies asoman por detrás de la pantalla del ordenador, que se mantiene en equilibrio sobre mi regazo. Y veo también la pared de enfrente, completamente vacía, salvo por el tono melocotón de la pintura.

Resulta que me he propuesto una labor mosaica (ver primera acepción del diccionario de la RAE). Voy a elaborar mis propias tablas de los mandamientos. Así: buscaré en internet fuentes tipográficas atractivas y gratuitas. Imprimiré cada uno de mis mandamientos en un folio. Compraré marcos y colgaré una composición de cuadros sobre mi pared vacía. Saldré en estilosos blogs de decoración. Y todas las mañanas, cuando abra los ojos, me toparé con las letras borrosas de mis mandamientos. No importa cuanto tarde en ponerme las gafas: a fuerza de verlos todos los días, ya tendré interiorizado su mensaje. La rutina de vestirme y desvestirme, de hacer las camas, de refugiarme en el dormitorio a escribir, se convertirá en mi catequesis. No podré olvidar ya cuáles son los principios rectores que, en esta etapa de mi vida, he decidido utilizar como guía.

  1. No pospongas la alegría.

    Puede que os suene, porque no es la primera vez que lo anoto. Está escrito con tiza roja en la pizarra que tengo en la cocina, y puedo asegurar que funciona. Muchas veces estoy picando cebolla, con ojos de Magdalena, quejándome para mis adentros de la humillante velocidad del tiempo. O estoy preparando la ensalada, reservando para mi plato el trozo más grande de aguacate, porque mentalmente sigo discutiendo con Jose. Entonces alzo la vista, y veo mi primer mandamiento. La sonrisa que sigue es automática.

  2. Alégrale a alguien el día.

    No importa de qué manera. Llama a tu padre, mándale un correo a tu amigo, no busques pelea con tu pareja. No pongas cara de mártir durante el desayuno. Pregúntale cómo le va el negocio a la panadera. No importa lo poco que dure: tu día valdrá la pena si puedes ser un lapsus de desahogo en el de otra persona.
  1. Dí que sí.

    Alguien te dice ven. Dí que sí. Alguien reclama tu ayuda. Dí que sí. Alguien tiene un plan. Dí que sí. Alguien pregunta “¿me quieres?”. Dí que sí.

  2. No te escapes.

    No hay suelo tan duro como para que no puedas enraizar. No coloques tu bienestar más allá de donde puedas alcanzar con las manos, o de donde puedas llegar con las piernas. Que la nostalgia no te envenene la sangre. No anticipes. Si quieres saber el tiempo que hará mañana, espera a asomarte a la ventana, mañana.
  1. Atiende más todavía.

    Un ojo no es lo bastante ancho como para que entre de golpe toda la riqueza del mundo.

  2. Identifica tus fuerzas. Tolera tu debilidad.

    No te dejes ganar por el discurso subliminal sobre ganadores y perdedores. No hay solamente una pregunta correcta en el examen de la vida. No compares tu puntuación con la de los demás. Compite sólo con aquello que desactiva tu plan de vida.
     
  3. Suelta lastre.
    Piensa en todas las cosas y en todos los hábitos de los que podrías prescindir, sin que tu vida se viera amenazada. Piensa en la cantidad de energía que empleas en mantener a esas cosas girando alrededor de ti, como basura galáctica.
  1. Haz cosas incómodas.

    El amor duele. Los amigos terminan por marcharse de la ciudad. Un coche podría atropellar a tu gato. Siempre habrá alguien dispuesto a reírse de lo que no te sale a la primera. Salir a correr es un coñazo. Hacer las compras en tu barrio es un coñazo. Volver cargado con las bolsas es un coñazo. Levantarse del sofá es un coñazo. Los cambios dan miedo. Implicarse supone un gasto de tiempo y energía. Los vínculos te atrapan. ¿ Es que vas a decirle que no a todo eso?

  2. Actúa de la manera en que quieres llegar a ser.

    No esperes a ser valiente, a ser locuaz, a ser divertido, a ser culto, a ser fuerte, a ser organizado, a ser brillante, para hacer lo que quieras hacer.
     
  3. Eres insignificante. Eres libre. 

    No tengo mucho más que decir. Aparte de que tu existencia particular es un porcentaje tan irrisorio en las cuentas del espacio y del tiempo, que lo que hagas o dejes de hacer tampoco tiene, al fin y al cabo, tanta importancia.

    (Antes de que busques tu propia pared vacía, y de que elabores las tablas de tu ley, lee el segundo post del lote, por favor!!)

10 comentarios:

  1. EN ESTE BLOG NO HAY CENSURA

    SÓLO TORPEZA

    Lo digo porque he borrado, sin querer, of course, el contenido del comentario que la tipeja de arriba me ha dejado en esta entrada, en el que comparaba el tono de mis mandamientos con artefactos de Paulo Coelho. ¡Y a pesar de ello me dice que le encantan!

    (MI mamá me amamantó con salfumán en vez de con leche)

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  2. Anónimo entre comillas26 noviembre, 2012 22:40

    Oye, reconoce que has hecho un 2x1 raruno. Éste lo empiezas hablando del potaje de castañas y calabaza del "primer post" y lo terminas aconsejando la lectura del segundo...¿Cómo se llamaba el de la cinta aquélla sin fin?
    Por favor, quiero la receta completa. Ayer me pusieron algo parecido como postre, pero estropeaillo por haber macerado en anís (¡puaj!) las castañas y me acordé de ti y más después, en el paseo por el inicio de la Vereda de la Estrella: espectacular y eso que mis pies, ya sabes, andaban a la par que los tuyos, deseando que se me ocurriera sentarme a elaborar mis propias tablas de la ley. Voy a empezar ahora...aunque me copio ya buena parte de tus mandamientos ¿hay que pagar royalties?

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    1. Nada de raruno, querida. Esto es como la arqueología: lo nuevo siempre queda por encima. No hay cinta de Moebius? que valga.

      La receta: sofríe cebolla (con un poco de fino). Echa las castañas del demonio, mal-pelada. Marea. Calabaza en cubos. Marea. Inúndalo todo con caldo de puchero de tu suegra, del que habrás apartado el pollo para incorporarlo luego desmenuzado. Deja que se cuezan las hijas de Satán. También le eché un restillo de espinacas cocidas que tenía en la nevera. Morir de amor es poco.

      (Reincidiste en domingo? Qué bárbara)

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    2. Anónimo entre comillas28 noviembre, 2012 22:11

      La hago esta misma semana. Tengo un cacho calabaza enorme, así que sólo me faltan las castañas. Lástima no haber comprado en Güejar. Insisto en que estaba espectacular. Mereció la pena reincidir (aunque ahora que nadie nos oye, estuve mucho más a gusto el día anterior).

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    3. mmmMMMMmmmm, GRACIAS POR LA RECETA!!!. Yo iba a hacer la misma solicitud.
      Me encantan tus mandamientos!.
      Besos!

      Laura

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    4. Queriduelas, me estáis dando la idea de crear una página de fiesbul con mis comiditas!!

      (En Güéjar mola más hurtar que comprar)

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  3. Sí,sí;sin querer dices.

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  4. Voy a imprimirlos y los colgaré en el frigo.

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