domingo, 6 de mayo de 2012

Vaya nivelazo


(Esto... Empecé a escribir la siguiente chorrada ayer por la noche, a una hora en la que mi cerebro estaba a punto de desconfigurarse. A eso de la una menos veinte hizo Pooom, finalmente, con tal resultado destructor que esta noche ni siquiera he soñado. Hoy estaba dispuesta a hacer acto de contrición, escribiendo alguna cosita medio seria. Pero entre el paseo de la mañana, y que “El paciente inglés” me ha vuelto a clavar en el sofá, pues, fíjate, que se me ha escurrido el día. La vida y sus aluviones, qué hacemos)

Tengo unas poquitas ganas de escribir, y cierta sensación de compromiso de la que no consigo desembarazarme. Y tengo un problema: no sé me ocurre nada. De nada. Nothing. Niente. Rien de rien. Lo poco que circula por mi mente me da una pereza tipo “voy a ponerme a fregar la campana extractora”. A saber: cómo me gustaría ser de mayor (guiri). Gente a la que debería llamar por teléfono (ha dejado de llover – que, por cierto, lo de que sólo llueva en fines de semana y fiestas de guardar empieza ya a parecerme sospechoso. ¿Quién no quiere que haga mis actividades al aire libre? ¿Mi sufrido cachorro? ¿Rajoy? ¿Standar & Poor's? - que ha dejado de llover, digo, así que la melancolía post-siesta se ha disipado). Historias que pululan alrededor de los objetos que me rodean (Mi casa es pequeña, como sabe todo – ejem – Internet, y me rodean más cosas de las que mi incipiente espíritu austero puede asimilar. Si me pusiera, a esta hora, a preguntarme quién diseñó la guirnalda de flores de mi mantel, de dónde salió la arena con la que se fabricó el cristal de la mesa, qué manos pasaron las hojas por los libros prestados de la biblioteca, etc, me daría la hora de desayunar)

Así que voy a cometer un acto casi tan deleznable como el Botellódromo de Granada. Algo que debería ser estrictamente vigilado por la Unesco. Algo que debería suponer la expulsión de la blogosfera. Algo que debería estar penado con la pudrición inmediata de las yemas de los dedos. Voy a responder uno de esos cuestionarios que, para quitarle un poco de caspa, llaman de Proust. A mí me ese nombre me da ganas de hacer pipí. Me suena a cuestionario del Pronto. ¿Que por qué no me voy a dormir, si no tengo nada mínimamente interesante que ofrecer? Mmmm. Porque las neuronas responsables del control de calidad de lo que escribo se han largado a quién sabe qué lugar soleado. Y porque tengo toda la Saturday Night Fever metida en el alma, y me apetece pasearme por el lado cutre de la creación. Aviso. Voy:

¿Cuál es su idea de la felicidad perfecta?
No sentir necesidad de tener ideas sobre la felicidad perfecta. Aunque leo por ahí que el intenso de Ralph Fiennes contestó a esta pregunta con un “Nadar desnudo en el mar”. Así que, por mi parte, añado: nadar desnuda en el mar...con Ralph Fiennes.
¿Cuál es su miedo más grande?
Despertarme un día y darme cuenta de que no puedo mover las piernas, porque empiezo a padecer los síntomas de una esclerosis lateral amiotrófica, que en un año escaso me condenará a ser un cerebro absurdo aislado dentro de un bloque de cemento.
¿Cuál es el rasgo que más deplora de usted mismo?
La frecuencia con la que me descubro deseando estar en otro sitio.
¿Cuál ha sido su mayor atrevimiento en la vida?
Pues teniendo en cuenta que no soy una Paris Hilton, la verdad, supongo que la vez en la que conduje siete horas (cuatro de ellas en un coche prestado, porque al mío lo violaron unos chusmosos sevillanos) para encontrarme con un señor lisboeta que conocía de media noche, cuatro tiernos correos y cinco charlas por el Messenger, sin saber que no me iba a encontrar con una cálida bienvenida.
¿Cuál considera que es la virtud más sobrevalorada?
La sinceridad. La coherencia. El perfeccionismo. La seguridad.
¿Qué es lo que más le disgusta de su apariencia?
Que ando con mi redondo culo salido del eje vertical propio del cuerpo humano. Y las ojeras de oso panda. A las rodillas les doy un aprobado muy raspadito.
¿Cuáles son las palabras que más usa?
Sí. Me chupa un pie. Me meo. Cuándo-vas-a-secar-los-cubiertos.
¿Qué es de lo que más se arrepiente?
De haberme pasado media vida en duermevela, entre ensoñaciones y ensimismamiento.
¿Cuál considera que es su estado actual de ánimo?
Fluctuante entre la aceptación y la esperanza feroz. Con ganas.
¿Cuál es su posesión más preciada?
Mi salud (qué mona soy)
¿Cuál considera que es la peor miseria?
Qué desgraíta, gitana, tú eres, teniéndolo tó. En serio, no ser capaz de levantarte de la cama, porque no tienes ganas de nada, y casi se te ha olvidado respirar. No, no me ha pasado. Pero lo he visto de cerca, demasiado cerca.
¿Con qué personaje histórico se identifica?
¿Ahora tengo que bucear en cinco mil años para encontrar alguien con quien me identifique? Qué rollazo. Además, con la mano en el corazón, que si me identificara realmente con alguien, ese alguien no habría pasado a la Historia. Pero me gustaría llegar a ser como Marco Polo. O como José Celestino Mutis, que fue un cura gaditano muy tranquilito que terminó apareciendo en los billetes de dos mil pesetas, por el hecho moloncísimo de cruzar la mar océana en busca de plantas que sus paisanos peninsulares no conocían. Y encima estudió un montón de lenguas indígenas, y le mandó listas de vocabularios a Carlos III y a Catalina de Rusia. Me encantan estos datos dieciochescos tan estilizados.
¿Cuál es la cualidad que más le gusta de una mujer?
Las preguntas de género me revientan seriamente. Me gustan las mujeres que no hacen profesión de la circunstancia aleatoria de haber nacido mujeres. Las que jamás serán capaces de decir “como mujer, puedo decir que...”
¿Y en un hombre?
(Y dale). Hombres que cuentan lo que les pasa por el corazón. Los autosuficientes en materia doméstica. Los que arreglan cosas.
¿Quién es su héroe de ficción?
Cualquiera de los cronopios de Cortázar. Bueno, y por seguir siendo mona, Scheherezade. O como quiera Alá que se escriba.
¿Cómo le gustaría morir?
Partiendo de la base de que etc (partir de la base: que me corten la cabeza), quizás con 113 años, muy cansada y sin cuentas pendientes.
¿Qué apodos tiene?
Oye, ¿de verdad Proust respondió a esta? ¿Y qué dijo, “Bizcochito del Sena”? Mi abuelo me llamaba Chivita.
¿Dónde y cuándo es feliz?
Yo ya había quedado conmigo misma en que la felicidad no debe hacerse depender del dónde y del cuándo. Pero como eso no es muy periodístico que digamos, pues enumero (ojo, la lista puede llegar a ser empachosa): con el sol en la cara en una plaza donde no se escuchen coches. Recién levantada. En la playa. Cuando acabo de comer y no tengo que fregar los platos. Tumbada en la hamaca de cuerda, en el porche de la casa de mi padre. Cuando llega la hora feliz en que la luz se pone naranja, y estoy todavía en el campo. Bajo la sombra de un quejigo que tenga la hoja nueva, y el tronco blando de musgo. Riéndome de chorradas con ciertos amigos. En el peaje que da paso al puente 25 de Abril de Lisboa. Escribiendo. Recién duchada. Cuando el horno empieza a liberar todos sus benditos olores. En cualquier lugar con mucha hierba y mucho silencio. Cuando vuelvo de la playa, con la cara caliente y arena en el pelo, y sobre el mantel de cuadraditos azules me espera salmorejo y tortilla de patatas. Junto a una casa baja, blanca, con un tejado bordado de líquenes y matojos. Leyendo y leyendo. Etc. etc.
¿Cuál es el rasgo de personalidad que menos le gusta de un hombre?
¿Cómo? ¿No hay paridad para esta pregunta? A la Junta de Andalucía va a ir el cuestionario de Proust. No puedo con los hombres (y las mujeres) quejicas. Con los demagogos y las demagogas. Con los que hablan como si fueran entendidos de cosas de las que no saben nada. Con los incapaces de desarrollar talentos y capacidades que no aprendieron en sus casas.
¿Qué o quién es el más grande amor de su vida?
Esta pregunta es peliaguda, ¿eh? Aquí el cuestionario cae de boca en el amarillismo. Así que me volveré a poner requetemona, y diré que palabras y árboles.
¿Cuándo miente?
Cuando me hacen preguntas peliagudas y amarillistas. Cuando minimizo la ventana de Internet en la oficina, y finjo que estoy trabajando con denuedo. Cuando vienen visitas a la casa-isla de mi padre, y tengo que poner buena cara.
¿Cuál es su idea de la muerte?
Fundido en negro. Y nada más.
¿Qué no perdonaría?
Huy, qué va. Soy capaz de perdonarlo to-do. Comprendo que el corazón humano es intrincado, y encima tengo mala memoria. Todo lo perdono, menos el arroz con liebre y el perfilador más oscuro que el pintalabios.
¿Qué le hace reír?
Soy de risa tan fácil que doy grima. La gente que cecea. Los imitadores de Rajoy. Ya he dicho por ahí que las orejas peludas. Montarme en los pies de Jose, y que, de esa guisa, me dé un paseo por la habitación. Los chistes cortos y malos. Un programa de radio del Yuyu que se llama o llamaba “Los bordes del área”.
¿Qué le hace llorar?
La conjuntivitis. La banda sonora de “El paciente inglés”. El final de “Los puentes de Madison”. Lo rápido que se llena el cubo de la basura para los envases. La Costa del Sol. La gente que choca contigo por la calle, y ni te mira cuando te disculpas, como si fueras una farola. La gente incapaz de escuchar. La cara que se le está poniendo a Lara Dibildos. Un cajón lleno de pastillas. Y esta canción, que por fin he conseguido colar:


 En realidad, tengo los ojos un poco secos.

¿Cuál considera que ha sido su mayor logro?
A mí me parece que haber aprendido a andar es la bomba. Si no se me admite esta, haber aprendido a conducir (teniendo en cuenta las n+1 clases que me tuvieron que pagar mis papás. Qué vergüenza. Debería haberme buscado un trabajito). Haber superado el nivel patológico de timidez que padecía cuando era pequeña.
¿Para usted qué es un buen insulto?
El silencio hostil por respuesta. Que alguien te tache de mezquino.
¿Cuál es su idea de la fidelidad?
Una fuerza magnética, natural, que te impulsa a buscar la cercanía de algo o de alguien, sin normas ni restricciones, mediante un movimiento completamente libre y envolvente. Algo que incluye, que suma y abraza.

(Chimpón. Hubiera sido más gracioso si lo hubiera contestado haciéndome pasar por George W. Bush o la misma Paris Hilton. O Hitler. O Jesucristo. Me estoy metiendo en berenjenales)

2 comentarios:

  1. lectoraadicta08 mayo, 2012 11:51

    Me interesa tu cuestionario.Voy a contestarlo.

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  2. Qué exigentes sois los escritores con vosotros mismos. Para una lectora como yo, y una vez picada a esto de tu blog, lo mismo nos dá lo que escribas con tal de (como dice mi madre) llevarse algo tuyo a los ojos. De hecho, no será raro que haya algún post que hayas elaborado con muchas ganas y que luego la gente haya reaccionado de una forma muy neutra y también, por supuesto, a la inversa.
    Así que, símplemente escribe...y disfruta con ello, que eso sí que se transmite.
    Besitos!
    Laura
    PD.: El siguiente post, sin título, me ha gustado mucho!. Jó, cuántas cosas se quedan a veces por decir!. Si te apetece comunicarte, hazlo y ya está!

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