domingo, 26 de febrero de 2012

La grima (III)


(Post que habría publicado ayer si, en medio de su manufactura, un señor no me hubiera secuestrado para ponerme en la casa de mi padre, a ver si se me cura el resfripe a fuerza de contemplar mar y naranjas. “Resfripe”: dícese del estado intermedio entre refriado y gripe, que aniquila sólo el 45 % de las capacidades psicofísicas del afectado, lo que le impide calzarse las botas de monte, pero no darle a la cabeza en busca de tontunerías que, con toda probabilidad, no le interesen a nadie)

Supongo que sacar una tercera entrega de la Historia Universal de la Grima resulta un poco excesivo. Sobre todo porque no me considero una persona especialmente melindrosa. No voy por la vida como si todo me oliera a caca. Creo. Si fuera así, tendría arrugas, y las fosas nasales siempre dilatadas, y oyes, que yo me miro en el espejo, y veo una carita cándida como la de Heidi. ¿Será la cara el espejo del alma? ¿Tendré, por el contrario, las entrañas podridas? Me parece que no puedo elegir: tengo que votar por la segunda opción. Porque, de todas las entidades grimosas de la existencia, la gente que abusa de los refranes se lleva medalla. Así que, sin más preámbulos, tiremos de lista otra vez. Venga, amiguitos, vamos a envenenar un poco el aire.

  • Así que los refranes, claro. Un pueblo en cuyo acerbo relucen perlas como “En boca cerrada no entran moscas” o “Quien bien te quiere te hará llorar”, se merece un porvenir de relaciones sexuales con ladillas, y de corrupciones mezquinas del tipo robar folios de la oficina/abrir y semidevorar tabletas de chocolate del Carrefour/reutilizar hasta seis veces los posos de una cafetera.

  • La elección de la reina drag del Carnaval. Es gracioso, porque tanto a mi medio pomelo como a mí el Carnaval nos produce escalofríos. Será que no somos muy verbeneros. Sólo que a él le lo que le da miedo son las máscaras narigudas del veneciano, y yo no puedo ni mirar a esos engendros con cuernos de porespán y plataformas de medio metro, cuyos movimientos obscenos de pelvis TVE se empeña en retransmitir desde Tenerife. Como si con ello pretendiera borrar su pasado de mi-limón-mi-limonero. Esos labios perfilados a diez centímetros del contorno real de la boca. Esa orgía de purpurina. Esa ausencia absoluta de pelo. Es diabólico.

  • Isabel Preysler. ¿Soy la única persona en el mundo que piensa que esta señora ha sido sobrevalorada de manera flagrante? Su elegancia...Bueno, hasta Carmen de Mairena terminaría por ser elegante si se hubiera casado consecutivamente con el cantante latino más famoso de todos los tiempos, con un marqués y con un ministro de Economía. Su misterio... Por amor de dios, ¿sólo por tener cara de china, y pinta de hacer guarrerías chinas para cazar maridos? Su glamour...Si vendió su imagen por un puñado de ferrero-rocheles, que es la cosa más asquerosa que concebirse pueda (es que las avellanas me dan casi tanta grimita como la mencionada señora) Sus pactos con el diablo... Isabel, querida, revisa las clausulas del contrato, porque el Maligno te la está pegando. Si no me crees, fíjate en el el cuello de iguana que te han sacado en los últimos vídeos de los programas del corazón.
  • Las caras a tope de bótox. Cosa más horrible no ha podido inventar la industria química, aparte de las sopas de sobre y el napalm. Que digo yo que mucho más honroso será parecerse a una iguana, que al fruto de los amores contra natura entre Camilo Sesto y la duquesa de Alba. ¿Por qué a todas (y todos) se les termina poniendo cara de pan Bimbo?

  • Las espinas del pescado. ¿Por qué no hay placer sin remordimiento? ¿Amor sin impuestos? ¿Aventura sin pánico? ¿Por qué mi malagueñez no me alcanza para disfrutar del pescado sin pensar, impepinablemente, que voy a morir con una raspa atravesada en la garganta?
  • Planchar. Si yo cometiera un crimen de alturas edípicas, recomendaría a las autoridades del inframundo que me impusieran la pena de planchar la ropa infernal por toda la eternidad. A ver, se da por sentado que el canon estético es una cosa cultural que varía con los vaivenes de la historia. Entonces, ¿cuándo demonios vamos a conseguir que la arruga sea elevada a los altares del arte? ¿ O es que sólo a mí me pasa que, por cada arruga que plancho, salen ciento?
  • Ya que andamos con castigos eternos, la catequesis. Que quede claro que esta es una grima retrospectiva que ha perdido el poder de afectarme. Pero sólo de imaginar la cara de espanto con la que debí de llegar a mi casa, una tarde de hace, caracoles, unos veinticinco años, me dan ganas de meter a mis padres en un geriátrico. Yo era una tierna criaturita fantasiosa e impresionable que alimentaba las incipientes riquezas de su mundo interior a golpe de Julio Verne y Las 1000 y una noches. ¿Qué efecto pensaba mi catequista que iba a causarme su descripción del infierno? “Para siempre...” “No puede ser. ¿Para siempre, siempre?” “Sí,para siempre, fuego, fuego y más fuego, para siempre”. Hacía tanto frío en aquel cuarto trasero de una parroquia mohosa de Málaga, que casi te daban ganas de cometer algún pecado mortal para estar cerca de la lumbre hasta el fin de los tiempos. A mí la catequesis me parece una forma no muy sutil de maltrato infantil. Ahora veo mis fotos de comunión, y no me sorprende que el fotógrafo me pillara con esa cara asustada. Me salió hasta una calentura en el labio.
  • La movida. Si a las pintas deleznables de los años ochenta le sumamos la retórica de la juventud loca, más la pose de malditismo, más el supuesto glamour de las noches de sexo y coca a gogó, más la nostalgia de la inocencia arrasada por el sida y los Consejos de Administración, más los cardados de Pedro Almodóvar, ¿qué nos queda?: arrrgghhh, la grima total.
  • Que me toquen el ombligo. Me entra una mala leche insondable. Un verdadero horror existencial. Nick, si me rozas esa zona cero en nuestra noche loca, te degüello y borro todos tus discos de mi ordenador.
  • Los cruceros. Se merecen dormir, todos, en el fondo del mar. Sin más.
  • Las clientas del supermercado del Corte Inglés. Con sus chaquetas de paño verde botella, con el camafeo de la abuela Dorita en la solapa, y los pendientes de perlas auténticas, con sus largos dedos de bruja acabados en afiladas uñas color coral, señalando a unos salmonetes grandes como tiburones, que cuestan lo mismo que un carro de la compra cargado hasta los topes en el Mercadona. Con sus mechas casi blancas. Con ese aire que da lavarse la cara con agua bendita.
  • El labio incorrupto de Aznar. Los mítines. El sabor a Fairy del cilantro. La sección de deportes del Telediario, y sus símiles floridos. La Feria de Abril. Los regalitos chorra de boda. Pasar el trapo del polvo. Angelina Jolie. Las manitas de cerdo con pelos. Internet, que es hipnótico e infinito. La gente quejica a la que todo le da grima.




8 comentarios:

  1. Bien, bien, bien. Menos en lo de las avellanas, que es el fruto seco que mejor me cae, porque quiso ser almendra y se quedó en otra cosa, de acuerdo en todo. Drag queens, bótox, refranes (sobre todo en las pelis españolas, donde NUNCA faltan), Jolie... Yo añadiría a Paulina Rubio, Shakira y todas esas hechas a puñados, como a golpes de palustre. Cantautores-coñazo-la-clavo-cada-vez-que-mesocurre-algo. Etccc.
    Soy M.

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  2. Hija prometo no usar nunca más el refranero...bueno sólo alguna que otra vez.
    Por cierto por qué tanta grima si expresan rápido y claro lo que quiero decir?.Volveré a usarlos siempre que los necesite.

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  3. Anónimo entre comillas27 febrero, 2012 22:27

    No es que seamos muy melindrosos; es que parece que la gente hiciera grandes esfuerzos conseguir que se nos arrugue la frente y sí que lo consiguen, sí. Como M, los suscribo todos, especialmente carnavales, feriasdeabriles, rocíos, corpus, sanfermines, fallas...ah, y esa ¡tomatina!, por favor, si pudiera rellenar los tomates con piedras...
    Un consejo: ¿Has probado con el rape, el rodaballo, gallo de San Pedro y demás pescados cuyas espinas no molestan?
    Y una confesión: fui catequista; pero debí ser mala en la labor encomendada y creo que mis pequeñas víctimas no debieron salir tan asustadas como tú, porque luego me costó conseguir que dejaran de ir a darme el tostón a mi casa; un par de ellos querían casarse conmigo, angelicos.

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  4. Es que una catequista guapa debía de tener mucho morbo. ¡Virgen Santa! ¡Más morbo imposible! Hacerla caer en el fango del placer... ahhh.

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  5. hola: a mi muy pocas cosas me dan grima, pero eso de elevar las arrugas a la categoria de arte me gusto, no se por que razon a mi se me pegan las arrugas y las manchas

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  6. M., las avellanas son cacahuetes gordos y mantecosos con complejo de superioridad, total, porque a alguien se le ocurrió la estúpida idea de echarlas a la Nocilla, en vez de usar anacardos, que son como los entrecots de los frutos secos.

    Madre, los refranes son la mueerte por su sonoridad casposa.

    Comillas, ¿rodaballo, rape? Mi lómina, y la educación que tú sabes que me ha dado la señora de arriba, me impide traerme otra cosa de la pescadería que no sean caballas y sardinas. Y que sepas que estoy en tratamiento desde que me enteré que fuiste catequista. ¿Tú no escuchas el silencio de los corderos, desde entonces?

    Anónimo, anónimo, qué precocidad perversa la tuya; que a la catequesis se va con menos de diez años, hombre...

    Soy yo, si no hay nada que te dé grima, eres zen auténtico y, por lo tanto, mi ídolo.

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  7. Llevas razón, bloguera: tener la sensación de que si tragas te morirás con la espina que se ha quedado clavada en algún lugar más allá de tu campanilla y si no tragas no harás otra cosa más pensar en que te asfixiarás en pocos segundos es un poquito desagradable. Aunque aún recuerdo la cara de la médica sudamericana de urgencias cuando un cateto como yo le dijo que "me había tragado una raspa". El Tro.

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  8. Querido Tro, ¿te ha pasado Eso? A mis brazos

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