Tienes dos estrategias
posibles: dejar que el primer escalón de tu pirámide nutricional se
llene de palabras dulces, o imponerte un ayuno estricto. Silencio
crudo y sin condimentos.
En realidad, entre una y
otra tienes toda una gama de opciones híbridas. Esas premisas de que
hay dos tipos de personas, las que hacen algo y las opuestas: no las
soporto. Me cuesta tener paciencia con la dialéctica. Porque la vida
suele ser un continuo pegajoso y no es tan fácil darle forma. Pero
de vez en cuando podemos darnos el lujo de jugar al pasatiempo de las
alternativas simples. Fingir que todo es tan elemental como dividir a
la gente en dos clases: la que respira y la que ni un poquito.
Podemos pensar entonces que
ahora mismo hay dos tipos de personas.
Aquellas que deciden
nutrirse con mensajes de fuerza y aliento. La energía curativa que
contienen determinadas frases no se disipa cuando las pronuncian,
sino que permanece en torno a sus cabezas como el aura de los santos.
Dicen “todo va a ir bien” sin que la voz les vacile. Dicen “todos
juntos derrotaremos a este virus”, echando abajo las fachadas de sus
casas para sumarse a un recio, inédito espíritu comunitario. Dicen
que seamos valientes en esta situación crítica, y es como si esa
vida que en ocasiones, al meternos en la cama, nos parecía quizás
algo blandengue, se hubiera convertido en un relato de hazañas.
Dicen que somos héroes. Dicen y las palabras vuelven a ser
sortilegios. A veces funcionan y te elevan por dentro; otras se
mezclan con más y palabras y amenazan con producir empacho. Otras
simplemente desfallecen.
Luego están las personas de
oído duro que prefieren atenerse a los hechos. Y como los hechos son
en gran parte lo que se cuenta de ellos, no es raro que se les vea
perplejos. Y por eso callan y acallan. Tijeras en ristre, podan los
mensajes de frondosidades y se quedan con su esqueleto. Si hay que
encerrarse en casa y alejarse de las personas y los lugares que aman,
se hace. No ven en ello un acto heroico, sino imprescindible. No
terminan de creer que sea un sacrificio especialmente oneroso
permanecer en un lugar que, por poca suerte que tengas en estas
latitudes, al menos protege de los elementos. No salen a la compra
con pinturas de guerra en la cara. Escuchan que esto es lo peor que
les va a pasar en la vida y no pueden evitar sentir apuro, porque lo
humano presenta una variedad excepcional de estados no precisamente
amables. Piensan en Haití, en Siria, en el campo de
refugiados de Moria.
Entonces cruzan los dedos y
a lo mejor formulan mentalmente su propia versión de aquello que
decía mi abuela, y mi madre dice, y yo, que uso palabras y hasta sorbo su magia, pero que tengo más fe en el silencio,
he empezado a decir con frecuencia: que se conforme dios con esto.
Se nos sigue tratando como a criaturas cuando se usa esa dialéctica. "Que el niño se motive jugando a héroes y villanos". Pero a poco que despejemos el ruido, nos acercamos a al sentir que describes tan maravillosamente (la poda de las frondosidades me ha subyugado, prima). Un beso grande.
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