domingo, 19 de abril de 2020

Palabra de abuela



Tienes dos estrategias posibles: dejar que el primer escalón de tu pirámide nutricional se llene de palabras dulces, o imponerte un ayuno estricto. Silencio crudo y sin condimentos.

En realidad, entre una y otra tienes toda una gama de opciones híbridas. Esas premisas de que hay dos tipos de personas, las que hacen algo y las opuestas: no las soporto. Me cuesta tener paciencia con la dialéctica. Porque la vida suele ser un continuo pegajoso y no es tan fácil darle forma. Pero de vez en cuando podemos darnos el lujo de jugar al pasatiempo de las alternativas simples. Fingir que todo es tan elemental como dividir a la gente en dos clases: la que respira y la que ni un poquito.

Podemos pensar entonces que ahora mismo hay dos tipos de personas.

Aquellas que deciden nutrirse con mensajes de fuerza y aliento. La energía curativa que contienen determinadas frases no se disipa cuando las pronuncian, sino que permanece en torno a sus cabezas como el aura de los santos. Dicen “todo va a ir bien” sin que la voz les vacile. Dicen “todos juntos derrotaremos a este virus”, echando abajo las fachadas de sus casas para sumarse a un recio, inédito espíritu comunitario. Dicen que seamos valientes en esta situación crítica, y es como si esa vida que en ocasiones, al meternos en la cama, nos parecía quizás algo blandengue, se hubiera convertido en un relato de hazañas. Dicen que somos héroes. Dicen y las palabras vuelven a ser sortilegios. A veces funcionan y te elevan por dentro; otras se mezclan con más y palabras y amenazan con producir empacho. Otras simplemente desfallecen.

Luego están las personas de oído duro que prefieren atenerse a los hechos. Y como los hechos son en gran parte lo que se cuenta de ellos, no es raro que se les vea perplejos. Y por eso callan y acallan. Tijeras en ristre, podan los mensajes de frondosidades y se quedan con su esqueleto. Si hay que encerrarse en casa y alejarse de las personas y los lugares que aman, se hace. No ven en ello un acto heroico, sino imprescindible. No terminan de creer que sea un sacrificio especialmente oneroso permanecer en un lugar que, por poca suerte que tengas en estas latitudes, al menos protege de los elementos. No salen a la compra con pinturas de guerra en la cara. Escuchan que esto es lo peor que les va a pasar en la vida y no pueden evitar sentir apuro, porque lo humano presenta una variedad excepcional de estados no precisamente amables. Piensan en Haití, en Siria, en el campo de refugiados de Moria.

Entonces cruzan los dedos y a lo mejor formulan mentalmente su propia versión de aquello que decía mi abuela, y mi madre dice, y yo, que uso palabras y hasta sorbo su magia, pero que tengo más fe en el silencio, he empezado a decir con frecuencia: que se conforme dios con esto.


1 comentario:

  1. Se nos sigue tratando como a criaturas cuando se usa esa dialéctica. "Que el niño se motive jugando a héroes y villanos". Pero a poco que despejemos el ruido, nos acercamos a al sentir que describes tan maravillosamente (la poda de las frondosidades me ha subyugado, prima). Un beso grande.

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