Hoy he visto piornos en
flor. Y ningún humo intentando evadirse de esta tierra. Sólo
retales de niebla entre las cosas sin forma. Campos
insólitamente tranquilos. No hace tiempo ni humor para andar
quemando. La rama del olivo no se desarticula tan fácilmente en sus
elementos, no se deshace demasiado pronto en calor, agua y dióxido
de carbono. El sol que la engordó no recuperará aún la energía
invertida. Que espere. No siempre puede ganar la banca. Cerezos, en
flor también, en las faldas de la sierra. Cuando llegue el tiempo
compraré kilos como para rellenar un colchón y dormir sobre rojo y
dulce. No habrá nada más imperioso que meterse esa modalidad
perfeccionada de sol en la boca.
Y he visto una oropéndola
dando su habitual volantazo raudo, como si se avergonzara de su
propio lujo, como si la hubieran vestido y maquillado para una fiesta
en la que no se sentirá cómoda. He olido rastros de zorro. Me
levanto la gorra como señal de respeto cuando atravieso sus rutas
explicadas. Un día les pediremos a los zorros que nos cuenten cómo
lo hacen: cómo insisten en ser a pesar del cartucho y el lazo. Cómo
parecen morir con la sonrisa puesta. Cómo se echan carreras a sí
mismos y siempre salen ganando. También he visto la primera amapola
del año.
Dudo mucho mientras hago
este pequeño inventario. Me da apuro resultar desconsiderada en
plena desdicha. Florecitas y bichos, ¿no? Vete a una UCI, so necia.
Llévate al campo a los abuelitos moribundos. Háblale del sol a las
enfermeras, a ver si no te restriegan por la cara una mascarilla que
ya hace días deberían haber desechado.
Pero allá adonde pisan mis
botas llevo mi compasión conmigo. Y voy tomando nota para contarte
luego que el curso natural de las cosas no se ha interrumpido, aunque
al asomarnos a nuestras ventanas nos lo parezca. Que la primavera
está ahuecando sus plumas para secarse como un pollito recién
nacido. A pesar de las heridas recibidas el planeta no desfallece.
Todo se sigue empeñando en ser como ha sido hasta ahora. Se abrirá
el resto de flores; se vestirán robles y castaños todavía
desnudos; nacerá todo lo que está programado para nacer; madurarán
los frutos. Te cuento pero sobre todo me cuento a mí misma que la
muerte es una más entre las estaciones de un ciclo. Que hoy queda un
día menos para que salgamos afuera y el sol nos seque y absuelva.
Te da apuro, dices. Pues yo agradezco esas pinceladas del campo y sus criaturas que acabo de ver a través de tus ojos.
ResponderEliminarPues no sabes qué consuelo.Un beso así de grande.
Eliminar