domingo, 20 de octubre de 2019

Mejor que contar ovejas


Sigo poniéndome al día contigo. Soy como uno de esos conocidos que te encuentras en la calle y se toman tu qué tal al pie de la ele, y no como una fórmula de urbanidad. Qué tal, y eres informado en abundancia sobre uñeros, desavenencias con los compañeros de oficina, huelgas de flora intestinal, cambios de armario.

Pregúntamelo. Qué tal.

Y cuando ya sabes que mi estructura física ha revelado por fin que donde tenía que haber cemento hay chicle, y viceversa, te cuento que estoy en proceso de hacer las paces. Con el dormir. Pero también con la vigilia. Porque en la vida real no hay Suizas. No hay territorios que mantengan mucho tiempo un estado neutral. Leí hace poco en este curioso libro que el sueño y la vigilia no tienen fronteras rígidas: que apenas estamos nunca dormidos del todo, pero tampoco del todo despiertos. Así que lo que pasa de noche se instila en el día. Añadir y viceversa ahora me sonroja por su obviedad.

El caso es que duermo mal a ratos, por culpa, creo, de esa hormona resentida que es la progesterona. O duermo poco. O poco y mal. Pero sobre todo poco. A veces me veo varada en la cama esperando a que suene el despertador con impaciencia de amante. Suele sonar a las 6:15. Podría levantarme y entrenar, o escribir un libro, o cocinar para toda la semana en esas horas de nadie. Pero servidora no es un unicornio ni una persona altamente efectiva. Cuando no duermo practico todas las variantes del decúbito y desbarato las sábanas. Antes encallaba en los por qué, y no sabía evitar entrarle al trapo a mi marrullera mente. Ahora procuro enfocar mi difusa atención, yonqui del modo alerta, en inventar y mantener mantras.

Ejemplo. Inhalo: pienso acepto. Exhalo: no retengo. Venga, hazlo conmigo, es preescolar de budismo. 1, 2, 3, a-cep-to. 4, 5, 6, 7, no-re-ten-go. Acepto estar despierta a las 4:30. No retengo la comodidad que acarrea la inconsciencia. Acepto que mi mente, advirtiéndome como una madre neurótica del menor peligro, real o imaginario, sólo intenta protegerme, y que esa es su función evolutiva. No retengo los pensamientos que en ella se proyectan. Acepto la rareza de la noche. No retengo el día, con su amparo. Acepto el deterioro y el desorden. No retengo aquello que me hace sentir segura y a gusto. Acepto no ser más. No retengo el tiempo escaso. Acepto la vida con todo su desgarro y su gloria. No me quedo ni una burbuja de oxígeno en los pulmones, no retengo la vida ni sus regalos.


Algo así. El bendito de mi colaborador acepta el agua sin retenerla.


Es una treta, claro, porque a esas horas el crecimiento personal me trae al pairo: me entrego mejor al ritmo del mantra que al contar de ovejas. A veces funciona y me amodorro, a veces suena el despertador y me dice hey, nena, y yo le echo los brazos al cuello con alivio. Pero quiero creer que algo ha cambiado ya en el cableado de mi cerebro.

Acepto el aire viciado y la falta de espacio. No retengo el milagro de la luz en la hoja de los árboles. Acepto el animal no del todo despierto que soy. Procuro ya no retenerme: la imagen que tengo de mí, la belleza fugaz que me atraviesa, el amor sistémico que siento.

5 comentarios:

  1. En mi caso hoy ha sido a las cinco de la mañana. Ayer fue peor. En fin...

    Por cierto, bienvenida de nuevo. Se te echaba de menos.

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  2. Gracias a ti, Suttree, conocí. David George Haskell y su "En un metro de bosque". Créeme: vuelvo sobre todo porque echaba de menos estas conexiones.
    La del maldormir...En ese libro que enlazo he aprendido que probablemente las siete-ocho horas canónicas de sueño continuado, básicas para vivir dignamente, son un camelo.

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  3. Yo no acepto ni retengo. No consigo quedarme en cama, dando vueltas, me agobia de una forma irracional.

    Antes me preocupaba. Ahora, algunos días me levanto a las 4, otros a las 5:30, otros, los muy escasos, a las 7.
    Hago otras cosas, leo, o vagabundeo por internet, o lo que sea. Lo he asumido y ya no me trae de cabeza como antaño... ya ni las causas busco, aunque lo que comentas de la progesterona me ha llamado mucho la atención.

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    1. Si lo asumes, pienso que lo aceptas, no dando un sí al hecho, sino haciéndole espacio. Me parece casi heroico que puedas levantarte a esas horas!
      Y lo de las hormonas reproductoras, qué vamos a decir: a veces dan ganas de decir que hasta la misma naturaleza es misógina.

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  4. Lo de preescolar de budismo me encanta. Yo ese tipo de cosas las recuerdo de un libro de Sánchez Drago, un imbécil si, pero que sabe vivir mejor que yo. (O lo mismo no.)

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