Planeo. Sí, eso es. Si se
me pidiese a la ligera que describiera mi paisaje mental con una sola
palabra es lo que contestaría. Después no volvería a atender con
mucho respeto a quien lo hiciera. Sólo hace falta tener un ojo en la
cara para percibir que dentro de cada paisaje predominante hay otro
paisaje distinto, y otro paisaje, y otro. Pero a grandes y bastos
rasgos, yo planeo. Del verbo planear. Los significados reversibles me
chiflan.
Empiezo planeando en un
sentido, y termino haciéndolo en el opuesto. Cómo podemos
entendernos ni una sola vez, cuando hay palabras de dos filos,
palabras moneda, con dos máscaras complementarias como las del
teatro. Planeo: dibujo trayectorias antes de dar un primer paso.
Concibo, calculo, organizo. Vuelco mi atención hacia lo que todavía
no ha pasado, a lo que debe. Meto mis días en moldes. En fajas. En
camisas de fuerza. Quito de aquí y pongo allá, negocio conmigo
misma, hago equilibrios. Tengo una libretita en la que anoto lo que
voy a cocinar en siete o diez días. Tengo otra en la que acumulo
entrenamientos deportivos. Procuro que ambas libretitas rimen. Y no
soy ninguna Mozart. A veces la armonía me cuesta sudores. Otras en
el interruptor no hay modo off . Me voy a la cama y sigo
haciendo matemáticas con el tiempo. Me duermo como si viviera en una
estación de metro. Mi mente planea aunque se haya quedado sin
tareas.
Mi música suena ligeramente a trastorno. |
Pero también planeo: me
subo a un bucle de aire, extiendo las alas y me dejo. Hasta a mí me
parece que estoy quieta. Y sin embargo cabalgo el presente igual que
los buitres lo hacen en el cielo. Verlos volar computa como práctica
budista o taoísta. Su hacer sin hacer. Su abandono aparente a las
fuerzas externas. Podría parecer pasividad, y sin embargo.
Las alas largas, anchas del
buitre le impiden ser balístico e incisivo como los halcones,
acróbata como un azor esquivando ramas inapelables en el bosque.
Hasta que no cargas con un buitre no te das cuenta realmente de que,
sin tales alharacas, también su arquitectura es un prodigio. Su
cuerpo es un condenado lastre, de-mo-nios, y por eso su vuelo moroso,
más que el de aves ligeras, es una refutación perfecta del peso.
Los buitres saben hacerse el muerto en el aire. Yo creo que hay pocas
maneras de sentirse más vivo y en comunión. Hacerse mar y todo lo
que contiene cuando flotas. Hacerse cielo y todas sus criaturas si
sabes dar con la corriente térmica. Hacerte instante planeando de
esa forma.
Así que planeo. Y planeo.
Una máscara complementa a la opuesta. Un significado me compensa del
otro. Soy hormiga, soy buitre. Sé refutarme a mí misma. Tampoco
hace falta ser Mozart.
Los planeos mejor a favor del viento.
ResponderEliminarSe ahorra mucha energía, ¿verdad?
EliminarEl hombre planifica, la naturaleza dispone...
ResponderEliminarSaludos,
J.
Y te enseña a planear.
EliminarHa sido inevitable chismorrear en el cuaderno de entrenamiento. Calistenia y KB a tope. Mola mucho.
ResponderEliminar¿Calistenia? Más quisiera. Al ritmo que llevo seré capaz de hacer una dominada o un pino sin pared allá por...2035.
EliminarQueridos míos. No respondo vuestro amables comentarios no por flojera, como habitualmente, sino porque Blogger ha dejado de notificármelos. Qué feo está eso de robar cartas ajenas.
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