lunes, 9 de julio de 2018

Estrategias de vuelo



Planeo. Sí, eso es. Si se me pidiese a la ligera que describiera mi paisaje mental con una sola palabra es lo que contestaría. Después no volvería a atender con mucho respeto a quien lo hiciera. Sólo hace falta tener un ojo en la cara para percibir que dentro de cada paisaje predominante hay otro paisaje distinto, y otro paisaje, y otro. Pero a grandes y bastos rasgos, yo planeo. Del verbo planear. Los significados reversibles me chiflan.

Empiezo planeando en un sentido, y termino haciéndolo en el opuesto. Cómo podemos entendernos ni una sola vez, cuando hay palabras de dos filos, palabras moneda, con dos máscaras complementarias como las del teatro. Planeo: dibujo trayectorias antes de dar un primer paso. Concibo, calculo, organizo. Vuelco mi atención hacia lo que todavía no ha pasado, a lo que debe. Meto mis días en moldes. En fajas. En camisas de fuerza. Quito de aquí y pongo allá, negocio conmigo misma, hago equilibrios. Tengo una libretita en la que anoto lo que voy a cocinar en siete o diez días. Tengo otra en la que acumulo entrenamientos deportivos. Procuro que ambas libretitas rimen. Y no soy ninguna Mozart. A veces la armonía me cuesta sudores. Otras en el interruptor no hay modo off . Me voy a la cama y sigo haciendo matemáticas con el tiempo. Me duermo como si viviera en una estación de metro. Mi mente planea aunque se haya quedado sin tareas.

Mi música suena ligeramente a trastorno.


Pero también planeo: me subo a un bucle de aire, extiendo las alas y me dejo. Hasta a mí me parece que estoy quieta. Y sin embargo cabalgo el presente igual que los buitres lo hacen en el cielo. Verlos volar computa como práctica budista o taoísta. Su hacer sin hacer. Su abandono aparente a las fuerzas externas. Podría parecer pasividad, y sin embargo.

Las alas largas, anchas del buitre le impiden ser balístico e incisivo como los halcones, acróbata como un azor esquivando ramas inapelables en el bosque. Hasta que no cargas con un buitre no te das cuenta realmente de que, sin tales alharacas, también su arquitectura es un prodigio. Su cuerpo es un condenado lastre, de-mo-nios, y por eso su vuelo moroso, más que el de aves ligeras, es una refutación perfecta del peso. Los buitres saben hacerse el muerto en el aire. Yo creo que hay pocas maneras de sentirse más vivo y en comunión. Hacerse mar y todo lo que contiene cuando flotas. Hacerse cielo y todas sus criaturas si sabes dar con la corriente térmica. Hacerte instante planeando de esa forma.

Así que planeo. Y planeo. Una máscara complementa a la opuesta. Un significado me compensa del otro. Soy hormiga, soy buitre. Sé refutarme a mí misma. Tampoco hace falta ser Mozart.

7 comentarios:

  1. Los planeos mejor a favor del viento.

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  2. El hombre planifica, la naturaleza dispone...

    Saludos,

    J.

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  3. Ha sido inevitable chismorrear en el cuaderno de entrenamiento. Calistenia y KB a tope. Mola mucho.

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    1. ¿Calistenia? Más quisiera. Al ritmo que llevo seré capaz de hacer una dominada o un pino sin pared allá por...2035.

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  4. Queridos míos. No respondo vuestro amables comentarios no por flojera, como habitualmente, sino porque Blogger ha dejado de notificármelos. Qué feo está eso de robar cartas ajenas.

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