Echarle un vistazo solamente
a la carne de mis libros, no a su identidad ni a su alma, o a la
sociología que componen todos juntos, es comprender de golpe que
carezco del vicio del fetichismo. Mis sufridos libros son marineros
viejos, campesinos que quizás sólo consientan ponerse sombrero en
julio. Al poco de perder su virginidad, la tersura de sus cubiertas
se ha convertido ya en puro mito. Dentro hay rastros de lápiz,
rayajos fucsia si tengo pintadas las uñas, goterones de zumo de
níspero. Lugares significativamente frecuentados, cardenales,
desolladuras. A veces una hierba que nunca se reencontrará con su
nombre científico; a veces hasta un mosquito estampado contra el
fondo de mi propia sangre. Pero mi sombra no suele ser tan obvia.
Normalmente sólo es esa pátina oscura en paredes y muebles que van
dejando los gatos cuando caracolean de deseo o de gusto.
Así caracoleo yo y ensucio.
Honro pero no reverencio. Adoro a través del intercambio íntimo.
Venero de forma muy poco seria. Es que siempre me cuesta andar sin ir
toqueteando algo. Troncos, verjas, fachadas, hoja, piel, piedra.
Buena parte de mis inputs sensoriales los recojo a través del
tacto. No concibo filosóficamente lo intocable. Todo es amor y
materia.
Con esto quiero decir que,
si de entre las infinitas, estúpidas clasificaciones que podemos
inventar para separarnos los unos de los otros, elegimos la de doblar
o no los picos de las páginas, yo sería de las que sí, siempre,
por supuesto. Mi amor por los libros no es de tipo cortés,
precisamente. Aquellos con los que entablo idilios adquieren
rápidamente el aire de un primer trimestre de embarazo. A fuerza de
marcas y dobleces su cintura ensancha. Estoy tan colada por Las viejas sendas, de Robert MacFarlane, que creo que lo he dejado
preñado.
De gemelos. |
Hay quien se enamora de
quien llena sus vacíos, de su negativo perfecto. Yo debo de ser más
arrogante, y me enamoro de aquellos a quienes más o menos me
parezco. Los libros que me dejan huella fósil son aquellos que
querría, que podría, y perdón por la petulancia, incluso haber
escrito. El que hoy os presento es un acto de amor continuo al
paisaje, un hermanamiento desprovisto de ñoñería, una comunión
con los elementos y con los incontables pares de pies que hollaron
los caminos antes que uno mismo. Una psicogeografía narrada
con un lirismo delicado.
Cada página marcada me
interroga, me invoca y me azuza. Explica con precisión lo que soy
ahora o me guía para lo venidero como una brújula. Más adelante
iré compartiendo mis tesoros, las pistas de realidad que, igual que
el autor u otros hacen sucesivamente a lo largo del libro, he ido
recolectando al caminar por su senda. Hoy empiezo con esta:
Sarha significaba
originalmente “ sacar el ganado a pastar temprano en la mañana,
dejando que deambule y pazca libremente”. Más tarde el término
se humanizó para describir la acción de un caminante que salía a
pasear sin un plan o rumbo fijo y sin ninguna constricción.
Traducido a nuestro idioma sería algo así como “errar”,
“deambular” o “pasear sin prisa”, pero ninguno de estos
vocablos encierra los matices de escapada, placer e improvisación
que transmite la palabra árabe.
Nada más. Un
centenar de moscas se recortan a contrasol como pedacitos de cuarzo
volantes. Ahí afuera cantan pájaros cuyos nombres desconozco. El
verde gelatinoso de las hojas de las parras me reclama. El primer
abejaruco del año. Aprecio más lo transitorio que mis textos. Vivo
continua y gloriosamente en sarha.
El libro usado pero impoluto, ¿fue realmente disfrutado?
ResponderEliminarEl libro usado y ajado, ¿señal de verdadero placer?
Da para tema de congreso filosófico.
Saludos!
J.
El hábito no hace al monje, dicen. El aspecto no está relacionado necesaria e impepinablemente con el placer. Hasta yo tengo libros leídos, pulcrísimos, que me han marcado mucho mas de lo que yo los he marcado a ellos.
EliminarÉste no lo conocía, y tiene una pinta estupenda. Lo pillo en cuanto pueda. A cambio, otro que igual sí conoces y que también habla de esto de caminar para vivir: Salvaje, de Cheryl Strayed. Hay una peli sobre el libro, que está bien.
ResponderEliminarClaro que lo conozco: lo amé infinito y ahora lo recuerdo con un mmmm. Tengo por ahí algo escrito.
EliminarTengo en la cola " Sutree"...
Mi sarhanita preferida!
ResponderEliminarPLAS PLASS PLASSS!!!