domingo, 15 de abril de 2018

La nutria Esperanza



Desde hace algunas semanas la ciudad tiene una imitación más lograda de río, y no el habitual eufemismo. Cambio de ruta para ir al gimnasio, sólo para ver un ratito más largo trotar el agua entre su faja de cemento, opresiva. No es un gran espectáculo. El ritmo del corazón no se acompasa por fin con nada. No lo hace gorjear la belleza. Los arquetipos de lo silvestre, encriptados en el cerebro, no encuentran correspondencia con el paisaje. No hay aún verdadero río, pero sí al menos agua. Caída del cielo, derramada por laderas mondas, posada, blanco sobre blanco, sobre la montaña. Agua que oculta la vejación de su lecho de fábrica. Granada tiene un tajo ancho y casi siempre muy poca sangre.

No, no es un río. Algunos secos se merecen más ese nombre. Un río es agua que se dirige a alguna parte, y otras cosas. Es vegetación, croar y trino. Celosías de sombra y luz en la orilla. Alas traslúcidas, patas delgadas, huevos pegados a las piedras y al envés de las hojas. La bruma izada por mañanas frías. Muda y mandíbulas. Un continuo runrún de devorar, cambio y cópula. Es veleidad y certidumbre: una amenaza continua de avenida; una garantía de flujo. Hay que saber soportar los excesos del agua. A veces hay que esperarla con estoicismo, o hay que ir a por ella a lo profundo. A veces también hay que aprender a ahogarse. Corra el agua atropelladamente o se deslice, un río es una escuela de mansedumbre.

En su paso por el centro urbano al Genil le han amputado las riberas. Me recuerda a los pies vendados hasta la deformidad de las damas chinas. El agua encajada a la fuerza en su jaula de material impermeable. Demasiado liso, demasiado esquivo a las conversaciones naturales. No hay semilla que sepa abrir el cemento, ni un desliz de las paredes verticales. Nunca pierden su compostura hosca, nunca se dan al abrazo. Pero las nutrias encuentran agua y no pierden la esperanza. Y yo, consecuentemente, tampoco.

Me desvío un poco de mi camino por si hoy tengo suerte. Bajo en dirección a lo que ya no es vega, el sol en la cara, nubes como edredones. A veces el cielo tiene ese aire tan doméstico. Intento comprender los bloques de pisos como acantilados, el río un cañón como tantos, un ecosistema críptico que sólo necesita una dosis extra de atención y amor para ser descifrado. Y me aposto donde hace un par de meses se vio a la nutria. Zambulléndose una y otra vez en esta caricatura de río como si hubiera alcanzado agua prometida. ¿Jugando a pescar como juegan los gatos al cazar ratones invisibles? Alguien grabó sus retozos a la luz de las farolas. ¿Intuyó el animal en esa rara luz algún tipo de magia? ¿O simplemente aceptó lo que se daba? Subió explorando el curso de lo que ella no diferencia como río o no-río. Encontró una bañera y chapoteó en ella a su antojo. Como si cualquier lugar fuera bueno para ser nutria. Llevaba el río en sí misma y, en su escarceo, se lo donó a este canal urbano.

Yo quiero ver a la nutria para que me desmienta que estamos fuera de sitio. Que se puede nadar en cualquier parte. Que las semillas bravas pueden arraigar en cualquier cauce arisco. Que las relaciones naturales amputadas pueden volver a injertarse.


Al pie de un puente, por fin huellas, agua firmando el barro, y quién sabe qué pasajeros en las ramas muertas.


9 comentarios:

  1. Seguimos quitándole espacios a la naturaleza, ciudades cada vez más agresivas y sucias, árboles talados sólo por que sí, desperdicios a las aguas...

    Cuando pretendamos hacer algo será demasiado tarde.

    Saludos,

    J.

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    1. Yo soy algo más optimista, J. En lineas generales, cada vez hay más conciencia y menos tolerancia a hacer de los espacios compartidos un estercolero. Venimos de un pasado mucho más negro y pestilente.

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  3. Fantástica reflexión. Un niño de los de los 80 pudo ver cuando creció cómo se perdió todo en ese tramo de río que tanto le enseñó de pequeño; sus ranas, sus galápagos, sus culebras, sus ratas de agua.. todo de se perdió aséptico... como nuestras propias vidas.

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    1. Pero ahí estamos, pendientes de los huecos y haciendo lo que podemos para llenarlos, aunque sea con palabras.

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  4. Reconozco que uno de los días buenos en mi vida fue aquel que me encontré nadando una nutria en el puente romano de Córdoba. ¡Que ilusión! Aún debe quedar el video (por que eso había que grabarlo si no a ver quien me cree) entre copias de seguridad.

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    1. Busca y comparte, porfa!. Bicho adorable con movimientos de ninfa y cara de abuelito al que le sacas aguinaldos.

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  5. Precioso texto y comentarios ,yo soy uno de esos niños de los 80,de los que dejaban ladrillos en el río para coger cangrejos .

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    1. Si de tu río lo que ha desaparecido es el cangrejo rojo, no lo eches de menos. Pero mucho me temo que...Gracias por aladañ otro comentario precioso!

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