Se interpone entre nosotros,
aparentemente inofensivo, ominoso. Tragándose como un agujero negro
las palabras. Hay objetos y situaciones que son el negativo de los
altavoces. Atraen hacia sí los argumentos y en vez de amplificarlos
para darlos al mundo, los amordazan. Secuestran la comunicación y
una, muerta de cansancio, ya no puede ofrecer más rescate. Se
claudica entonces; admites que eso está ahí, lo quieras o no, le
haces un hueco en casa. Y cuando vuelve a salir de él, del sitio
donde lo habías ocultado, procuras ignorar su presencia, no hacerle
el menor caso. Las palabras inservibles bullen adentro, como una
perdiz triste encerrada en una jaula. La paz de espíritu es un mito
cuando eso flota en superficie.
Para algunas parejas es un
escarceo, cualquier modalidad de caza furtiva. Para otras, una suegra
que restriega por las paredes su mierda. Un acuerdo imposible sobre
tener o no tener hijos. Una asimetría en el cariño. Un
desequilibrio flagrante de fuerzas. Nosotros, bendita fortuna, no
tenemos tales lastres. Un frasco de zanahoria: eso es lo que se
atraviesa en nuestro acuerdo.
No hay en él nada que no me
ofenda. Virutas impostoras que se hacen pasar por, pero que carecen
del sabor y del crujido de las zanahorias. El grosero azúcar
añadido. La demencial cantidad de energía que ha sido necesaria
para que esté en mi cocina ahora mismo. Para cosechar la materia
prima dios sabe dónde. Transportarla a sabe dios qué fábrica.
Pelarla. Rallarla. Cocerla. Envasarla. Volver a transportarla. No me
atrevo a estimar cuántas veces multiplica ese gasto de petróleo a
las pocas calorías de las que alardea la etiqueta. Para hacerme una
ensalada con zanahorias reales sólo tengo que asaltar el huerto de
mi padre o conformarme con la frutería. Y después usar manos y
dientes como cualquier herbívoro.
Y la tapa del envase. Este
asunto me tiene muy trastornada últimamente. Abro un frasco de
cristal, lo vacío, arrojo el vidrio adonde toca, no sé qué hacer
con la tapa. Me quedo varada en mitad de su historia. ¿Es una cosa
metálica, realmente? ¿De qué mina la han extraído entonces? ¿Qué
residuos ha generado? ¿Qué es la película blanca que la reviste
por dentro? ¿A qué cubo la tiro, demonios? Tirarla a uno u otro,
¿importa? ¿Es acaso posible reciclarla? ¿No será más bien un
gesto para aplacar la culpa? ¿Crecen en los vertederos arrecifes de
tapas? ¿Cuánto tiempo ha tardado en desaparecer de mi cocina el contenido del
envase? ¿Cuánto tiempo tardará el envase mismo?
Son preguntas tan de
parvulitos de conciencia ecológica que me enerva que se disipen en
el aire cargado de buenas intenciones y actos negligentes. Es una
especie de castigo de Sísifo. Siempre procuro recolectar o escoger
lo que considero menos lesivo. Siempre encuentro en el mismo carro de
la compra los mismos frascos, la misma montaña de conservas y
envases. Es más, siempre termino empujando un jodido carrito de
supermercado. Siempre claudico ante lo fácil. No soy lo bastante
autosuficiente. No voy de la frutería a la pescadería a la tienda
que sea que venda a granel, en peregrinaje. No sigo sermoneando a mi
novio ad infinitum.
Transijo. Que a veces es una
forma de pecado. Luego me toca arrepentirme. Miro a mi alrededor.
Todo lo que poseo y lo que me posee. Lo que digiero y lo que expulso.
Mi carne y mi aliento. Mi tiempo de recreo. Lo que me viste. Donde me
cobijo: ¿hay algo en mi existencia que no ofenda absolutamente a
nadie, en ninguna parte del mundo?
Me he tenido que reír. Después del susto del primer párrafo, el asunto no me ha parecido tan grave...
ResponderEliminarEl consumo irresponsable es gra-ve.
Eliminar¿Las tapas metálicas de los tarros de vidrio al contenedor amarillo? No lo sabía.
ResponderEliminarSi las tira al vidrio tampoco pasa nada. En la recicladora hay un imán que las atrapa después de romper todo el vidrio y antes de entrar en la cadena.
EliminarAmos, lo que se aprende. Gracias, ojos de rapaz nocturna.
Eliminar¿Las tapas metálicas de los tarros de vidrio al contenedor amarillo? No lo sabía.
ResponderEliminarVivir pensando que lo que hacemos/decimos/pensamos puede herir/ofender/enojar a otro/a no puede ser vivir.
ResponderEliminarSaludos,
J.
O lo contrario:puede ser empezar a vivir con respeto.
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