jueves, 13 de abril de 2017

Naranjo santo

Vamos también en procesión. Perro, gato, yo, un puñado de insectos. Me llevan en volandas como a una Virgen, aunque sea todo lo contrario, porque no tengo hijo y no tengo más que dolores solidarios, y porque. No tengo que dar más explicación. Humana entre criaturas de la tierra y el aire: híbrida. A veces estoy tan libre de mí misma que me siento un árbol que anda. Nico y Bola me preceden como heraldos. Gata marrullera y perra lánguida, tan diferentes en temperamento y tamaño que parecen dos cowboys imprevistos. Nico, camafeo. Bola, Orson Welles, unidas en alguna empresa sin nada que perder ni demasiada esperanza.

Me portan a mi iglesia, me dejan en mi nicho. Envuelta en mi incienso favorito. Dentro del naranjo el olor marea como un escape de monóxido de carbono. Aspiro con avaricia: si un depredador diera conmigo mi carne sabría a azahares. Tomad y comed. También aquí hay algo santo.

Soy burlona, dios no me entra en el cerebro, pero mi corazón no tiene ni cinco gramos de cinismo. Cuando me meto debajo de los árboles estoy a punto de creer en que algo que sólo puede ser bueno provee. Miro con arrobo las naranjas que mejor saben del mundo. Un par de grados más ácidas que dulces, esa es la combinación que me gusta. ¿Cuántos litros de agua han bombeado las raíces, cuánto en la tierra se ha desmenuzado a un nivel microscópico, cuánto sol para producir cuántos cientos de kilos de azúcar? ¿Cuántos metros cúbicos de compuestos volátiles para atraer a cuántos insectos y a este ser humano que parece que está callado pero en realidad canta?

Podría quedarme hora tras hora inmersa en este lugar vivo y no pasaría sed ni hambre. Me parece una buena premisa para establecer santidades. Comerse una naranja en su misma fábrica se parece bastante a la eucaristía. El árbol dentro de mis células, el sol, la lluvia, la el planeta desecho en sus minerales. Es bastante abrumador, pensar así el alimento. Fruta, hierba, músculo que una vez corrió, saltó, voló, nadó. Es una generosidad tan radical, de unas dimensiones y un alcance tan desmesurados, que no me extraña que hubiera que revestirla de mito y liturgia para poder seguir comiendo como si fuera un acto insignificante.

Mi padre ve mis zapatillas fucsias asomando por debajo de la copa y me pregunta qué haces ahí debajo. Nada, simplifico. No es fácil contar así como así que lo sigo intentando. Entender. Descifrar el juego de luces y sombras, la coreografía de los bichos. Que de pronto la naturaleza se revele y me explique sus procesos. Por qué este año hay más abejas que otros, según mi padre. Por qué los nísperos parecen haberse librado del tizne. Por qué ese peral de ahí, en plena floración, ha empezado a secarse. Cómo se comunica entre sí este mundo de criaturas sutiles, qué sumas y restas y multiplicaciones y sinergias se dan infatigablemente para que yo mire lo que miro, huela lo que huelo y me embriague. No es sólo curiosidad, ni sólo esperanza práctica (quiero que se acaben los crímenes de la agricultura y que dejen de morirse mis árboles). Es la única manera que tengo de interrogarme por el sentido. 
 

Que sí, fotógrafos finos. Hasta yo sé hacer fotos mejores. Pero en esta estaba casi el rayito de la revelación

4 comentarios:

  1. Tus naranjos revolotean a mi alrededor con esa sabiduría innata que tiene la naturaleza de trabajar a su ritmo. No sé dónde leí que habrá personas para quien la naturaleza es su religión. Yo fui feliz entre naranjos, almendros y olivos en la isla de Mallorca gracias a la generosidad de unos amigos que compartieron conmigo el placer de pasear bajo sus árboles, comer una naranja directamente del árbol, acariciar los frutos, agradecer esos litros de agua de las raíces, ese sol, y esa fuerza creativa. Un placer leerte y tenerte como fuente de inspiración en mi L'illa del Ter. https://lilladelter.blogspot.com.es/

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    1. Felicidad en la misma frase que árboles frutales, islas y amigos parece tan fácil. Un placer revolotearte y pasear por tu isla.

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  2. Creo que es la primera vez que hago un comentario en un blog de este tipo, pero reconozco que me he vuelto bastante fan del tuyo (escribes muy, muy bien). Te hago un regalo: busca el libro 'En un metro de bosque', de David G. Haskell. Ya me lo agradecerás.

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    1. Te lo digo a ti y se lo digo a Dolors: no tengo vergüenza por responder comentarios cuando ya ni pega. Pero no me quería quedar con las ganas de decir que acepto encantada el regalo y que agradecer es uno de mis hobbies favoritos.

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