Vamos también en procesión. Perro,
gato, yo, un puñado de insectos. Me llevan en volandas como a una
Virgen, aunque sea todo lo contrario, porque no tengo hijo y no tengo
más que dolores solidarios, y porque. No tengo que dar más
explicación. Humana entre criaturas de la tierra y el aire: híbrida.
A veces estoy tan libre de mí misma que me siento un árbol que
anda. Nico y Bola me preceden como heraldos. Gata marrullera y perra
lánguida, tan diferentes en temperamento y tamaño que parecen dos
cowboys imprevistos. Nico, camafeo. Bola, Orson Welles, unidas
en alguna empresa sin nada que perder ni demasiada esperanza.
Me portan a mi iglesia, me dejan en mi
nicho. Envuelta en mi incienso favorito. Dentro del naranjo el olor
marea como un escape de monóxido de carbono. Aspiro con avaricia: si
un depredador diera conmigo mi carne sabría a azahares. Tomad y
comed. También aquí hay algo santo.
Soy burlona, dios no me entra en el
cerebro, pero mi corazón no tiene ni cinco gramos de cinismo. Cuando
me meto debajo de los árboles estoy a punto de creer en que algo que
sólo puede ser bueno provee. Miro con arrobo las naranjas que mejor
saben del mundo. Un par de grados más ácidas que dulces, esa es la
combinación que me gusta. ¿Cuántos litros de agua han bombeado las
raíces, cuánto en la tierra se ha desmenuzado a un nivel
microscópico, cuánto sol para producir cuántos cientos de kilos de
azúcar? ¿Cuántos metros cúbicos de compuestos volátiles para
atraer a cuántos insectos y a este ser humano que parece que está
callado pero en realidad canta?
Podría quedarme hora tras hora inmersa
en este lugar vivo y no pasaría sed ni hambre. Me parece una buena
premisa para establecer santidades. Comerse una naranja en su misma
fábrica se parece bastante a la eucaristía. El árbol dentro de mis
células, el sol, la lluvia, la el planeta desecho en sus minerales.
Es bastante abrumador, pensar así el alimento. Fruta, hierba,
músculo que una vez corrió, saltó, voló, nadó. Es una
generosidad tan radical, de unas dimensiones y un alcance tan
desmesurados, que no me extraña que hubiera que revestirla de mito y
liturgia para poder seguir comiendo como si fuera un acto
insignificante.
Mi padre ve mis zapatillas fucsias
asomando por debajo de la copa y me pregunta qué haces ahí debajo.
Nada, simplifico. No es fácil contar así como así que lo sigo
intentando. Entender. Descifrar el juego de luces y sombras, la
coreografía de los bichos. Que de pronto la naturaleza se revele y
me explique sus procesos. Por qué este año hay más abejas que
otros, según mi padre. Por qué los nísperos parecen haberse
librado del tizne. Por qué ese peral de ahí, en plena floración,
ha empezado a secarse. Cómo se comunica entre sí este mundo de
criaturas sutiles, qué sumas y restas y multiplicaciones y sinergias
se dan infatigablemente para que yo mire lo que miro, huela lo que
huelo y me embriague. No es sólo curiosidad, ni sólo esperanza
práctica (quiero que se acaben los crímenes de la agricultura y que
dejen de morirse mis árboles). Es la única manera que tengo de
interrogarme por el sentido.
Que sí, fotógrafos finos. Hasta yo sé hacer fotos mejores. Pero en esta estaba casi el rayito de la revelación |
Tus naranjos revolotean a mi alrededor con esa sabiduría innata que tiene la naturaleza de trabajar a su ritmo. No sé dónde leí que habrá personas para quien la naturaleza es su religión. Yo fui feliz entre naranjos, almendros y olivos en la isla de Mallorca gracias a la generosidad de unos amigos que compartieron conmigo el placer de pasear bajo sus árboles, comer una naranja directamente del árbol, acariciar los frutos, agradecer esos litros de agua de las raíces, ese sol, y esa fuerza creativa. Un placer leerte y tenerte como fuente de inspiración en mi L'illa del Ter. https://lilladelter.blogspot.com.es/
ResponderEliminarFelicidad en la misma frase que árboles frutales, islas y amigos parece tan fácil. Un placer revolotearte y pasear por tu isla.
EliminarCreo que es la primera vez que hago un comentario en un blog de este tipo, pero reconozco que me he vuelto bastante fan del tuyo (escribes muy, muy bien). Te hago un regalo: busca el libro 'En un metro de bosque', de David G. Haskell. Ya me lo agradecerás.
ResponderEliminarTe lo digo a ti y se lo digo a Dolors: no tengo vergüenza por responder comentarios cuando ya ni pega. Pero no me quería quedar con las ganas de decir que acepto encantada el regalo y que agradecer es uno de mis hobbies favoritos.
Eliminar