A veces el mutismo de la naturaleza me
irrita. Otras, cuando me sangran ya el corazón y el cerebro de
estamparme contra los lenguajes, pido asilo allí donde callan las
cosas y los individuos. En realidad nada deja nunca de comunicarse.
La red de micelios de los hongos obliga al ecosistema a entenderse.
Una nube de mensajes bioquímicos cuelga sobre tu cabeza y te
envuelve, y de alguna forma consigue que hasta tú captes sus
discursos. Pero a veces desearías que la vida no humana se dejase de
sutilezas. Que no fuera tan tímida, o tan celosa de sus verdades, y
contase lo que tiene que contar sin dejarse avasallar por tus
interferencias. Querrías escuchar y no imaginar que escuchas. No ser
más el ventrílocuo de lo que te rodea. Olvidar lo que has aprendido
en los libros y en las aulas, donde lo más verde que encontrabas
eran la pizarra y la bilis que te provocaba el encierro. Y así,
libre de emociones predigeridas y conocimientos previos,te gustaría
atender hechizada.
Porque es difícil que, por sí mismo, un
ser como Psilotum nudum consiga fascinarte. No tiene majestad,
no tiene belleza, no va a empezar nunca una conversación si tú no
lo incitas. Ahí lo tienes delante, esa hierbita refugiada en la
fisura de un bloque de arenisca que, él sí, es regio, es hermoso, y
tiene tantos matices de color que no para de hablarte. Ese es el
Psilotum, y no es una hierba, sino un helecho. Aunque no tenga
nada que ver con la copia categórica que en tu cerebro guardas de la
entidad helecho. Aunque verlo no te deje el menor regusto a
frondoso. Aunque te parezca una simple broza. Tallitos más pequeños
que mi mano dibujados por un niño de cuatro años. Para que Psilotum
nudum te convenza
necesitas estar iniciado.
Necesitas
que alguien te diga: mira a tu alrededor y señálame lo
más viejo que veas. No vale el
sol, ni tampoco el cielo. Si te atreves con esta pared de
arenisca, te equivocas. Hay algo
en tu campo de visión que es más antiguo que cualquiera de estas
piedras. ¿Y si te revelo que la respuesta correcta es: la
arquitectura obvia del Psilotum?
Un tallo que se divide en dos que se divide en dos que se divide. Sin
raíces, sin hojas. Psilotum
es el último mohicano de una cultura cuya senectud abruma. Primo
hermano de una especie pionera. Depositario del mayor episodio de
valentía que jamás haya visto la Tierra.
Ahora
voy a decirte cuatrocientos millones de años,
pero no pretendas hacerte una idea de cuánto tiempo cabe en esa
cifra. Simplemente, tu razón no ha evolucionado lo bastante como
para asimilarlo. Sólo precisas saber que en aquel antes impensable,
la vida era un asunto marino y la corteza terrestre, algo bastante
parecido a una distopía apocalíptica. El suelo estaba desnudo como
el de la Luna y la atmósfera no era respirable. Entonces, de algún
modo que te lleva a cuestionar si tu ateísmo no será porfía,
ciertas algas decidieron salir del agua. Y ese paso cambió para
siempre el planeta, con una fuerza sigilosa e imprevista mucho más
potente que la de cualquier meteorito. El alga se endureció y se
convirtió en una primera planta terrestre. Poco a poco la piedra
primigenia se fue fisurando, la superficie seca se tapizó de una
pelusilla verde y el oxígeno dejó de ser un gas de lujo. Piénsalo
friamente: antes. Antes de cualquier cosa que conozcas, salvo el sol,
el cielo, el agua y algunos tipos de roca. Antes de nuestras
preocupaciones y nuestros dolores. Antes de tu piel caliente. Antes
del primer útero. Antes de los pulmones. De los dinasaurios y los
insectos. De las flores y de los pájaros. De la madera. De una
atmósfera acogedora. De la sombra del bosque.
Antes
hubo una primera planta insignificante. Una hierbita ridícula. Una
broza. Un tallo que se dividió en dos y en dos y en dos, y así
hasta llegar a la lechuga y al león y a ti mismo. Pero ese diseño
primitivo se mantuvo. Pura simplicidad convertida en potencia. Un ser
sin raíces ni hojas que se aferra a la piedra, esa arenisca que
tienes delante o aquella primera superficie intratable. De ese diseño
es heredero el Psilotum.
Y esa es
la historia abrumadora que no se decide a contarte, porque, quizás,
después de ese primer capítulo fastuoso cualquier relato que venga
pueda no interesarte. Y sin embargo, Psilotum nudum
ahí puesto, en esa fisura de un bloque de arenisca en el extremo sur
de Europa, es señal y testigo de más aventuras. Hasta que Betty
Molesworth no descubrió justo aquí su presencia, allá por 1965,
este helecho insignificante siguió guardándose sus secretos para él
solito.
Así que era eso...Cuando el otro día leí aquí por primera vez el nombre de esta "criatura" y me dejaste sin conocer en qué consistía su misteriosa importancia, corrí a la Wikipedia y cercanías que me ilustraron muy poco.
ResponderEliminarY por fin hoy me entero de que "en el principio era el Psilotum..." y comprendo un poco mejor por qué sigues los pasos de Betty.
Creo que debería usted quedar a tomar el té con la Dra. Sassoon...
ResponderEliminarEstos videos los hizo ella en Kenia antes de que yo naciera (Pleistoceno superior)
https://www.prm.ox.ac.uk/brown.html
Ver su curriculum da mareos. Verla conducir su Land Rover a sus cerca de 90 primaveras, también.
Kisses from paradise!