domingo, 25 de septiembre de 2016

Esta vez no huyo


Hace dos días se cerró una puerta. Mientras estuvo abierta, vi a través de ella otra vida posible. No es que me entretuviese mucho mirando. Gracias a lo que sea, soy capaz de entretenerme de un montón de maneras. Qué demonios, supongo que gracias a mi propia alegría, compuesta de talentos e incompetencias. Tengo curiosidad y tengo levedad, no sé muy bien si eso es una ventaja o una tara, y además sólo veo bien de cerca. Diseccionar el futuro como si fuera algo sólido no es tarea para miopes. Y yo me distraigo hasta con el dibujo de mis venas.

El caso es que no me demoré en ese umbral. Sólo a ratitos, y sólo como si estuviera poseída. Detrás de la puerta vi mis bosques y el aire color pastel de los lugares húmedos. Todo eso lo usó una Silvia del pasado para segregar nostalgia. Ahí es donde puedo vivir mejor, me decía esa criatura. Lejos de los bloques de pisos y de los atascos. Dentro del verde sin arriates. Lejos de los tabiques finos. Cerca de la madera y el humo de leña. Lejos del ruido y de la gente. Cerca de unas cuantas personas. Es que aquella Silvia fue una gran constructora de mitos. Solventes y duraderos como las cosas que se hacían en la era analógica. El mito de que siempre hay un lugar mejor, allá lejos. El mito del hábitat ideal donde la persona al fin fructifica. El mito de que cambiar siempre suma.

La Silvia de hoy es más realista. Convive con esos mitos porque les tiene cierto cariño. Son como esos cachivaches de tu infancia que guardas en los altillos. Peluches mohosos, libros de texto y cuadernos de ortografía. No sirven para nada pero no tienes tripas para mandarlos a la basura. La Silvia de hoy se pregunta por qué el adjetivo “realista” tiene un matiz peyorativo. ¿Será parte del legado de Steve Jobs? ¿Otro síntoma de la patología consumista? Tira lo que tienes y cámbialo por otra cosa. Sueña, aspira, persigue.

Pero la realidad es un asunto complejo y tan difícil de agarrar como una trucha salvaje. A este y al otro lado de las puertas. Y me da la impresión de que los mitos solamente simplifican. Idear un lugar mejor es como creer en el paraíso. Buscar un atajo para llegar al futuro. Desistir de pescar el presente con las manos. Cambiar de escenario en lugar del guión de tu obra.

Por eso he dejado que esa puerta se cierre. Desde la inacción he decidido no participar en un concurso de traslado. Lo que significa que he ido dejando correr el plazo sin planteármelo muy seriamente. A la larga me ha parecido una forma de plantearlo. ¿Podría haberme mudado a lugares muy queridos? Podría. Pero si no he corrido es porque no tenía prisa. Ningún mito venía azotándome con su látigo.

3 comentarios:

  1. Cuando el presente, llámale presente a ese ente llamado gente que me rodea, no me gusta, suelo nombrar a plutón. Llévameaplutón, se le pone una almohadilla de estas modernas de las redes sociales y alivio los pies que pisan suelo apestoso. Sueño con un lugar que sé que no existe, pero en mi imaginación consigue airear este real realísimo paisaje que a veces huele mal, me pincha, me incomoda y me fastidia la calma. Lo que sí es cierto es que, como narras, ya no voy corriendo detrás de mi propio látigo correteando por ciudades, bares, ojos o incluso penes donde pueda, por fin, vivir bien! ... Pero sí he salvado el aire de esos sitios, lo único que tenían de reales aquellos escenarios a los que quería huir para encontrar ohdiosmío, la salvación y realización!... Cuando dices 'convivo' con ellos, esa Silvia que convive se parece a esta Ana. Convivir o salvar lo que aporta de aquellos destinos añorados como única patria del ser.
    Bueno, eso, algo así. :)

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    1. Lo que pasa es que yo he añorado y sigo añorando lugares que me pincharon y de los que ya me escapé. Eran otros tiempos, era otra yo, con menos herramientas a mano y menos solidez, pero el sitio era un sitio con todos sus mierda! y sus tropezones y sus #ojalaselolleveuntsunami,y no una pócima o una salvación.

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  2. He venido a leerte de nuevo... Hoy mismo he vuelto a añorar rincones de mierda, tropezón y tsunamis. Yo, con más herramientas, más solidez y más de todo que antaño. He vuelto a añorar un rincón estúpido, absurdo e infumable. Tonta del culo? Un poco sí. No del todo porque, como dices, ya sé que no son pócima, ni salvación ni porfinpuedodescansar.

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