Me desplomo en la cama a la hora de la
siesta pensando que durante la tregua voy a encontrar una manera de
expresar la impotencia. Pero sigo igual al despertarme. Con una china
en el cerebro que no sé excretar en palabras. Es el punto álgido de
la invalidez: no poder hacer nada y ni siquiera poder contarlo. No me
sale. Me quedo muda al intentar expresar técnica o sentimentalmente
que mis bosques están enfermos de cáncer.
Mis bosques, sí. Hace poco
alguien me escribió algo tan hermoso que por poco lloro al leerlo.
Me acuerdo de ti cada vez que veo árboles. Supongo que el
contenido de este blog tiene algo de culpa. Pero mi nombre significa
lo que significa. Da igual que no me trague el cuento de que los
nombres te señalan. Yo he convergido azarosamente hacia el mío. A
mis padres Silvia les sonó bonito, y a mí me suena oportuno. Sabes que para mí el árbol es un modelo de presencia. Que quiero
convertirme en algo así de autónomo y generoso. Nunca me acuerdo de
que algo me falta cuando estoy bajo uno de ellos. En un bosque soy parte
de algo. Soy de ellos y ellos son míos. Tengo derecho a usar ese pronombre.
Por eso cuando se trata de comunicar la
seca me entra la afasia. Me atraganto con mi propio corazón y no
puedo expresar nada con fuerza. Ni explicaciones para que comprendas
lo que está pasando, ni manifiestos ni arengas. Lo que ya es más
preocupante es que sea un síndrome extendido. Anda, vamos a hacer
una prueba. Escribe la palabra “seca” en el buscador de Google.
Hasta la séptima entrada de la página de resultados no vas a
toparte con un árbol. Y al menos desde mi conexión a internet,
ahora mismo, 19:27 del 28 de agosto, la página en cuestión no se
abre. No digo yo que haya una conjura de silencio. Pero en lo que
respecta a los canales de comunicación generales, la presentación
de un urinario que lava y seca el pene tiene más relevancia que la
metástasis que asola a mis alcornocales.
Déjame que te lo explique de las dos
maneras. Técnicamente, la seca es un fenómeno que produce el
decaimiento y la muerte de masas enteras de arbolado del género
Quercus, vamos, de alcornoques y encinas. Sus causas
directas son naturales, como el ataque de hongos y plagas de
insectos, pero fíjate bien que en la frase anterior no he escrito
bosque, sino arbolado. Un bosque, amiguito/a, no es un puñado de
árboles. Un bosque es un sistema de relaciones múltiples entre los
árboles y un conjunto más o menos amplio de seres vivos. Y pese a
lo que tus ojos y tu cerebro maravillado te digan cuando atravieses
por carretera la provincia de Cádiz, quedan pocos bosques intactos.
El verdor que te baña y te apacigua es una trampa, una maqueta, una
simplificación del ecosistema originario. Década tras década de
gestión irresponsable de los montes han trivializado la red de
relaciones y provocado la decrepitud de los árboles, volviéndolos
extremadamente frágiles al ataque de agentes externos. Su sistema
inmunológico flaquea, y lo que en un bosque sano podría equipararse
a un resfriado, en una masa avejentada y frágil se convierte en
cáncer. Estoy hablando de descorches abusivos, cortas a hecho del
pasado, exceso de ciervos... ¿Es grave, doctor? Grave, muy grave.
¿Empezamos el tratamiento hoy mismo? Bueno... Pueees...Huy, hora del
desayuno.
Gracias por el TAC, J. |
¿Necesitas aún una explicación
sentimental? Pues ahí va eso: hace unos diez años me dejaba sudor y
espíritu siguiendo en julio una senda empinada entre brezales. A lo
lejos vi un bosquete de alcornoques: conseguí refugiarme a su sombra
antes de derrumbarme. Después de que se me enfriara un poco la
sangre miré hacia arriba y, como siempre, la visión de la celosía
de hojas me hizo sentir bendecida. Hoy todos esos árboles están
secos. Si me sentase a su pie y mirase hacia arriba se me quemarían
los ojos. Ya no hay sombra, ya no hay casa.
Y no encuentro la manera de de hacer nada ni de conformarme.
Miro la última y breve conversación que mantuvimos por whatsapp y precisamente el motivo fue la tristeza que me había provocado leer un extenso artículo sobre este desastre.
ResponderEliminarSe me vino a la memoria el título de un relatillo de M. Rivas, creo: "Si me tocaras el corazón", porque pocas cosas como la muerte de estos bosques nos tocan tanto, verdad? Bueno, o muchas...