sábado, 30 de julio de 2016

Quiero D-O-R-M-I-R

 
He apagado la luz a las 23:30. Al cabo de lo que me parece un rato miro el móvil y me entero de que llevo dando vueltas ni más ni menos que tres horas. Tres. Horas. Lo que hace el cerebro con el tiempo es tan arbitrario que no merece en absoluto que se lo tome en serio. A ninguno de los dos. Las horas se contraen y se dilatan a su antojo, se contraen y se dilatan, y a veces, con tanto titubeo, van y se rompen. Y cuando el tiempo se rompe pasan cosas perturbadoras. De repente juraría que con quien he merendado esta tarde ha sido con mi tía muerta hace, demonios, ¿cuántos años? De repente me acuerdo de todo lo que ha dicho y ha dejado de decir alguien con quien todavía no me he reencontrado. A estas alturas de la noche tengo el cerebro lleno de basura.

Y después de este desvelo monstruoso, en el que has vivido en mí unas cuantas historias dulces y otras cuantas sonrojantes, lo único sensato que pienso es que el insomnio es una aberración zoológica. Estar cansado en la guarida y que la violencia de estar vivo no se interrumpa. ¿Eso a qué animal le pasa? ¿Qué criatura permanece alerta cuando ya no hace falta? La naturaleza es brutalmente conservadora y procura seguir a rajatabla la ley del mínimo esfuerzo. La conciencia, en cambio, es un derroche.

Porque, date cuenta, el insomnio no es un estado alterado de la conciencia. No es un trastorno, sino su verdad última. La mente, esa excepción, purificada y elevada a su enésima potencia. Cuando no puedes dormir el parloteo interno se radicaliza y conquista la superficie del cerebro. Doblega a los procesos de atención e interacción con la realidad externa. Liquida la función ejecutiva que durante la vigilia te permite dar respuestas a la información recibida y hacer cosas. Censura y purga toda relación con tu cuerpo. Piernas, espalda sudada sobre las sábanas, pulmones, labios entreabiertos: nada de eso es realmente tuyo mientras tu conciencia se propaga por la habitación como un virus. El pensamiento lógico se convierte en una de esas bonitas e irrealizables utopías de paz tan queridas a las aspirantes a Miss Mundo. La memoria ha sido dinamitada. Trozos desmembrados de tu vida apestan por todas partes. Ya sólo queda la tierra yerma de la cháchara.

Dando vueltas y más vueltas en la cama te das cuenta de que la conciencia es una pifia. Un órgano demasiado moderno, malamente diseñado y peor acabado por los suplentes de la naturaleza. Una chapuza. Que la experiencia humana gire obsesivamente, como un hámster en su rueda, en torno a un discurso interior maniático y disperso; que la cháchara no se interrumpa nunca; que te identifiques de tal modo con tu conciencia: es de risa. No vamos a curarnos del insomnio hasta que el titular de la evolución se reincorpore a su puesto de trabajo.

3 comentarios:

  1. Este afán de dormir que nos posee cuando caemos en la cama, aunque no estemos cansados ni tengamos sueño ¿a qué se debe? Tiempo tendremos de "dormir".
    Los que dicen que para que la mente y el cuerpo se recupere necesita ¡ocho horas de sueño! pueden estar equivocados.

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  2. La conciencia quizá sepa que un día dormiremos para ya no despertar, por lo que aprovecha cualquier oportunidad para hacerse con el mando de nuestra vida. Para aprender a disfrutar lo que nosotros mismos, en la vigilia, jamás lo haríamos.

    Saludos,

    J.

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  3. Yo también quiero dorrrrmirrrrrrrrrrr pri!

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