jueves, 23 de junio de 2016

Ese nido tuyo


En la casa de mi amigo había barro y blancura, y la cantidad de madera justa como para no arruinarte el alma con evocaciones conventuales. Había un sofá con una mantita que recuerdo siempre arrugada, porque era un mueble que incitaba a repantigarse. Aunque fueras un recién llegado a la vida del que allí vivía; aunque en algún rincón de tu mente sobrevivieran las normas de cortesía que te enseñó tu madre: llegabas de la calle en cuesta, veías ese sofá – abrazo, y te arrojabas a él sin preocuparte de dónde iba a caer cada una de tus partes.

Había esa confianza de partida, como si en vez de alquilarla mi amigo hubiera construido aquella casita a partir de sí mismo, igual que las golondrinas chinas hacen nidos con saliva. Había cepillos de dientes sin estrenar para las visitas que pudieran presentarse. Había un rinconcito para la mesa del ordenador donde la luz natural remoloneaba y dejaba su oficio a un tablero de corcho con postales, dibujitos y notas manuscritas de otros amigos.

Había aquella luz única que parecía brotar de la campiña y que al atardecer a mí me convertía en nada más, y nada menos, que en un canto rodado. Me dejaba suave e imprecisa, y como si acabara siempre de enamorarme. Una luz que era un complot de las vacas y de los árboles. Cuando también yo vivía por allí y regresaba del trabajo a última hora de la tarde, a veces me daba la impresión de ir conduciendo drogada. Me parecía que era una bonita manera de matarse.

El tiempo también se ponía cómodo en casa de mi amigo. Desayunar en la mesa robusta era hacerse parte de un cuadro. En el patio pequeñito crecían plantones y brotaban flores y semillas, y todo junto era como una escuela de ritmo. Un laboratorio de la calma.

Hablo en pasado porque hace años que no pongo un pie en aquella casa en la que el tiempo realmente vivido es mucho más corto que el atesorado. Me dice mi amigo que dentro de poco se verá obligado a dejarla. Sólo he sentido pena al principio. Porque es verdad que hay hogares que respiran como seres vivos, pero mucho más que algunas personas transforman el cemento, la madera y el barro a su paso.

2 comentarios:

  1. un relato maravilloso de tierno verano

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  2. ... AAYN!
    Voy a grabarme esto, con letras doradas, en mi disco duro.
    kisses!

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