miércoles, 23 de marzo de 2016

Miedo de eso de ahí adentro

 
He pasado unos cuantos días acongojada, seducida, aterrada; riendo con el corazón triturado y dolor en las mandíbulas, conmovida por este libro.


Gustazo de tentar libros de esta casa
 
No voy a explicar de qué va, porque ya lo hizo Rosa Montero hace unos meses y la leyó medio España. Sólo diré de pasada que ha dejado en ridículo lo que yo pensaba que era la sinceridad en la escritura. Léelo si quieres sufrir en la carne y los sesos y, a pesar de ello, seguir cantando por las calles.

Además, encontrarás cosas como esta

Para una persona que padece una enfermedad mental no hay nada más aterrador que un sentimiento.

Y si compartes algo de genoma conmigo, probablemente te quedarás pillado. Tratarás de hacerle un hueco en tu mente a la posibilidad de que el paisaje innato de lo humano pudiera resultarte ajeno. Perturbador. Un espanto. Que te asustara el mero hecho de sentir calorcillo por un gato. Que el fastidio de quedarte sin agua caliente en la ducha te arrastrara a un torbellino digno de ser muestreado por Dante. Tal vez imagines lo que debe de ser contener la respiración y permanecer inmóvil cada vez que la sombra de una emoción se asoma a tu barrio. Lo que sería que a la mínima gota de empatía, pesar, nostalgia o euforia los bajos de tu mente se inundasen.

Luego quizás someterás tu corazón a un examen. Rastrearás en tu interior ese tipo de sentimientos que para que no te envenenen han de ser recubiertos con sebo. Criaturas íntimas que al rozar tu conciencia te sobrecogen. No estamos hablando de pena, sino de miedo. No puedes apuntarte la congoja de no volver a abrazar nunca a alguien. Ni la rabia de haber dado muuuucho más de lo que te dieron. Hablamos de sentir algo que te deje paralizado.

A mí por ejemplo me asusta la sospecha de que ninguno de mis sentimientos sea verdaderamente sincero. Que reproduzco tristeza, amor o furia porque sé que eso es lo que de una determinada interacción se espera. Que lo único espontáneo en mí sea la aversión a dejar estar viva. Me aterraría saberme impasible. Darme cuenta de que toda pasión es fingida.

Llevo ese miedo como una forma de hipocondría. Sufriéndolo si lo pienso, aunque de sobra  sepa que el riesgo de frigidez tiende en mí a cero.

5 comentarios:

  1. Pues me has tentado, me haré con él. Besitos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. A veces te da la tarde,pero es...lo quiero de amigo lamentable para siempre.

      Eliminar
  2. El valor no es la ausencia del miedo, más bien, es la opinión de que otra cosa es mucho más importante que el miedo. - Ambrose Redmoon

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Porque es como el dragón de los cuentos: esconde y protege las asuntos vitales.

      Eliminar
  3. El valor no es la ausencia del miedo, más bien, es la opinión de que otra cosa es mucho más importante que el miedo. - Ambrose Redmoon

    ResponderEliminar