Mira la imagen con tus ojos corrientes,
los que usas de lunes a viernes. ¿No te parece bonita? Tendrías que
ser inglés o muy rudo para que la niebla no te conmoviera. Pero no
creo haber elegido el verbo correcto. La niebla no es un fenómeno
que conmueva, sino más bien todo lo contrario. La niebla te paraliza
de forma hechicera. Te clava en el sitio como si un tigre te mirara a
los ojos en medio de la jungla y te perdonara la vida. No me
preguntes por qué. Pero pon un poco de niebla en el decorado de tu
primera película de misterio. La niebla emborrona y aleja y da
somnolencia: el punto de arranque ideal de los cuentos.
Y precisamente si miras con ojos
habituales, te parecerá que la foto que traigo tiene algo de mágico.
La niebla, sí, pero también la figura humana bajo el sombrío
esqueleto del árbol. Alrededor, todas esas tiendas de campaña.
¿Dónde está la gente que las ha montado? Es como en esos cuentos
en los que el tiempo detiene su curso y la vida solidifica. En el
palacio todos se han quedado dormidos salvo el héroe, que campa a
sus anchas, asustado. Ve cosas que nadie más puede ver en un mundo
gobernado por la prisa. Dentro de las tiendas de campañas se podría
estar durmiendo el mismo sueño inexplicable. Gente congelada en
medio de cualquiera sabe qué rutina. La niebla la ha emborronado,
igual que en Pompeya la ceniza.
Y salvándose del hechizo, una silueta
solitaria que podría haber vivido peligros y aventuras hasta llegar
donde el árbol. De sus ramas huesudas cuelgan tres prendas. No me
digas que aquí no huele a cuento que te mueres. A dilema y acertijo.
¿Qué prenda deberá escoger el héroe para salir vencedor de este
trance? Para volverse más poderoso y más sabio, para sobrevivir
simplemente. ¿El bello vestido de Armani que de pronto se pega a la
piel y se incendia, o el apestoso pellejo de cabra que convierte en
príncipe a quien se atreve a probársela?
Cualquier imagen con niebla puede ser el
fotograma clave de una fábula. Sólo tienes que usar tus ojos
atareados. Enciende la televisión: mira ahí si tienes cuentos.
Enrédate en las redes sociales: imágenes y más imágenes, mil y
una noches de historietas. Nada es real en medio de la niebla. Nada
te amenaza en tu casita caliente, por mucho que te estremezca el
cuento que te cuentan.
Pero esto no es un cuento en absoluto.
Esta es sólo una más de las imágenes que describen la infamia de
los refugiados en la frontera griega. De entre todas las posibles, yo
he ido a escoger una bonita. Soy europea, aunque eso ahora mismo me
dé vergüenza. Me protejo de la selva con estética. Me lío con
historietas antes de mirar como es debido. Sí, el héroe ha llegado
hasta el árbol después de una larga travesía de aventuras y
peligros. Sí, la gente de las tiendas de campaña podría computarse
como gentilmente inexistente a ojos de los que tenemos pasaporte de
primera. Pero aquí no hay ningún acertijo. No hay elección
posible. No hay pellejos de cabra que hagan príncipes, ni objetos
mágicos que protejan. No hay esperanza de que mañana vayan a
comerse perdices.
Hay frío e intemperie. Niños llorando,
huesos que duelen, pesadillas que no se acaban con la noche.
Empujones, abandono y hambre, el tiempo que no avanza lejos de
cualquier casa. Cómo ver todo eso con los ojos habituales.
Has sido tan "europea" eligiendo la imagen, que hasta llegar al penúltimo párrafo del texto no he estado segura de que no era una curiosa coincidencia el parecido entre esa imagen y las que acababa de ver con horror del campo de Idomeni, en la frontera entre Grecia y Macedonia; éstas no nos llevan a posibles cuentos con misterio y esperanza de final con perdices para todos; son esas mismas tiendas de campaña pero en mitad del barro, del agua encharcada, del diluvio.
ResponderEliminarNada más inhumano.
Es espeluznante esa familiaridad entre imágenes terribles y estéticas, ¿verdad? la mirada automática que dice "huy, qué bonito", o peor aún, "huy, qué penita".
EliminarY ya.
"cómo ver eso con ojos habituales".
ResponderEliminarA mí al leer este blog se me ponen los ojos grandes, los que uso el sábado o domingo.
Un abrazo
Me resulta un poco difícil agradecer algo a costa de este asunto terrible, pero, Anna...Es muy bonito lo que me dices.
EliminarOtro abrazo para ti.
Lo malo es que es un cuento de terror. De esos en los que el personaje después de un largo trance se cree a salvo en el lugar que elegió, para volver a encontrarse con el miedo porque acaba de darse cuenta que tampoco ahí está a salvo.
ResponderEliminarLo peor es que no es un cuento.
Y también que ya no nos hacen siquiera efecto cuando lo escuchamos. Ya apenas si da miedo.
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